Compositora y multiinstrumentista de vasto talento, no para de crear. Acaba de editar “Pluma”, un disco acústico de sutiles arreglos. Además, tiene listos dos álbumes grabados de diferentes estilos por sacar en primavera. Mientras colabora con distintos artistas y pule nuevas canciones, Michelle Bliman se toma un rato para reflexionar sobre su carrera, la autenticidad en la música y el paso del tiempo en esta era de hiperconectividad.
Fotos: Cecilia Inés Villarreal
-Michelle, contame sobre “Pluma”, tu nuevo álbum.
– Es mi tercer disco y es acústico. Lo compuse durante la cuarentena. Creo que tiene vigencia porque muchas de las temáticas llegaron para quedarse en cuanto a cómo nos pensamos en una era de hiperconectividad. Las diez canciones que forman parte de «Pluma», tienen una vinculación con la mismísima existencia. Puede sonar amplio y abstracto, pero es muy concreto. Traté que las historias pudieran ser algo que todos vivimos de alguna manera. La soledad, el valor de las palabras, la vida y la muerte, el estar con el otro, valorar el entorno o ser sincero con lo que uno está buscando. Cada una tiene su historia y su instrumentación. Por primera vez me animé a tocar el piano.
– ¡Qué bueno!
-Si si. Lo grabamos en los estudios ION. Diría que casi todo el disco lo hicimos “en vivo”. También toqué la guitarra. El disco cuenta con amigos por demás talentosos que lo enaltecieron en los temas en que participaron. Tal es el caso de Paul Dourge, Leo Andersen que es un guitarrista super virtuoso y a la vez, muy sensible. Una combinación difícil de encontrar. También Pato García junior. A pesar que es un disco íntimo y acústico, no es solemne.
– Este tipo de discos tienen un aura muy particular.
– No voy a negar que hay una búsqueda más profunda, pero solemos conectarnos con las emociones más íntimas de manera solemne o cautelosa. Hay veces que puede ser algo cotidiano el preguntarse cosas.
– El disco tiene diez canciones. Al respecto ¿seleccionaste los temas o las músicas?
– Lo que más me gusta en la vida es componer. Hay una especie de regla que dice que “hay que componer cien canciones para quedarte con diez”. Si abro mi teléfono, tengo un millón de notas de voz. A partir de la intuición y cierta experiencia que voy ganando a través del tiempo, tomo la decisión de dejar de lado algunas y quedarme con las que creo que pueden estar. Algunos temas duran dos minutos. Una canción puede ser una idea, una emoción. La trato de plasmar y sigo adelante. Es la foto de un momento.
– ¿Cómo sería la estructura de la banda para este disco?
– Es un disco solista. Soy yo en guitarra, voz y piano…
– ¿Y el saxo?
– No. Es muy loco, pero no lo toqué. Si bien en los discos anteriores tuvo mucha participación, no así en este. Casi todas las canciones surgieron de la guitarra y el piano que son instrumentos armónicos. Me gustaba estar tocando la guitarra todo el tiempo. Es una combinación que potencia la unión de los universos de la instrumentación y el canto. El saxo puede salir y entrar en tanto su presencia en mi vida, sin que se pierda el contacto.
– ¿Tenes fecha para presentarlo?
– Si! Va a ser el 29 de septiembre lo presento en Café Berlin. Va a ser un show con guitarras, pianista, coristas, bandoneón, percusión. ¡De todo!
– ¿Por qué “Pluma” como título?
– Las letras tienen una importancia muy grande en este disco. La “pluma” es un elemento con el que uno escribe. También es la piel de las aves, que están asociadas al canto. Hay un tema que se llama “El canto de los pájaros” que partió de una madrugada en la que grabé, justamente, el canto de los pájaros. Después toqué con la flauta traversa el motivo melódico que fue el eje de todo el tema. La piel es el contacto entre el adentro y el afuera. Es un símbolo muy fuerte de la individualidad y la conexión con el entorno.
Contexto y coyuntura
-Retomas lo que fue la pandemia de la que pasaron casi tres años ¿Cómo la recordas ahora?
– Mirá, sus secuelas emocionales y sociales van a seguir y están vigentes. Está bueno hacernos preguntas acerca de qué nos dejó y cómo podemos volver a “lo real”. Por ejemplo, veo a una persona que para a otra en la calle para preguntarle una dirección y la primera reacción es la de asustarse. Se produjo una pérdida de contacto que tiene que ver con el avance de las pantallas y la tecnología. Nunca va a reemplazar la conexión real de un diálogo sincero y energético de cuando te miras con alguien a los ojos. Las emociones se van regulando a través de los tonos y las miradas.
-Hace poco hablábamos con el director de teatro Eugenio Soto que decía que “las artes son el último refugio de humanidad que queda”.
– Es cierto. Hoy por hoy, lo asincrónico está muy a full, como los videos de You Tube y las redes. Cuando uno va al teatro o a un concierto, está viviendo algo que no se va a volver a repetir. Hay un marco del tiempo. Una escultura va a permanecer mientras vos vas cambiando. En el teatro nunca se va a repetir una experiencia que se completa con el espectador. Una de las pocas e importantes cosas a la que nos podemos aferrar en la era de la inteligencia artificial es esa química que surge del encuentro real entre dos personas físicamente, en el mismo espacio.
– La pandemia fue como una gran pausa, y dejó un miedo importante a comunicarse.
– Implica todo un esfuerzo llevar a cabo las relaciones humanas, que te puede volver con creces. Se coquetea constantemente con la creencia que todo se puede resolver con pantallas. Hay muchas cosas que no se podían hacer antes de la pandemia que instaló el recurso de la pantalla, pero es una herramienta. Es un modo de conectarse que nunca va a reemplazar lo que sucede cuando dos personas se encuentran y se miran. Quiero creer que no. Hay sacarse uno mismo de la casa y empezar a ver teatro o música.
Sobre el público y otras yerbas
-Con todo esto que vamos reflexionando, ¿cambió el espectador?
– Creo que sí. No lo había pensado. Somos más exigentes como espectadores lo cual no significa que sea algo bueno. Estamos tan sobre estimulados con plataformas de videos cortos donde todo pasa en dos segundos y si no nos gusta, lo sacamos, con solo mover un dedo. Todo pasa a la vez y está tan saturado de información que, quizás nos cuesta escuchar un show que solo pase por la música. Necesitamos una puesta escénica y que dure cierta cantidad de tiempo porque la atención se va. Esta bueno y es natural ponernos más exigentes pero también debemos reeducarnos en la atención.
-Me pongo en abogado del diablo. Con los Redondos, los Abuelos o Virus, sus propuestas combinaban varios lenguajes artísticos. No sé si hoy el público se lo bancaría en tanto tiene la duración de serie de Netflix…
– Bajó la capacidad de sorpresa. Eso nos tiene desconectados todo el tiempo. Siempre hay una ilusión de que “hay algo mejor por hacer” o “por ir”. Esto rompe mucho la conexión que se puede establecer con el artista en un espectáculo. Todo el tiempo te permitis interrumpirte el disfrute de esa experiencia. Una de las cosas por las cuales me gusta ir al cine es por eso. No puedo interrumpir la película como si fuera una serie de Netflix en casa. Decir “corto y me preparo un café” o lo que sea. Es un ritual casi religioso. Es querer ser parte de algo más grande y que no todo se acomode a uno.
Elegir, componer y publicar
-Cuando presentas material nuevo, ¿lo haces a la vieja usanza, de simple y disco o como se hace ahora, de cortar varios temas sin que haya disco entero?
– De las dos formas. Presento varios adelantos y después, el disco entero. Los selecciono en base a mi intuición y lo que siento en ese momento. Igualmente sucede que, para cuando sale el disco, ya pasó la emoción inicial. En ese sentido, está bueno que vuelva la era de los singles. Pero con esto de la merma en la capacidad de atención, estamos mal acostumbrados en que todo el tiempo haya información y no se pueda escuchar un disco entero que refleje la etapa creativa del artista. Hay un hilo conductor al respecto. Inclusive con el hecho de terminar el lado A con un tema determinado e iniciar el B.
– ¿Cómo decidís que una canción va para un proyecto y no para otro?
– Más que nada por la composición y el tipo de arreglo. En “Pluma” hay temas sin batería ni programaciones digitales; es todo muy analógico y orgánico. En las que estoy trabajando ahora, con Francisco Cirimele, un productor que maneja muy bien el piano en lenguaje de jazz y las programaciones digitales, sintetizadores e instrumentos virtuales, es más R&B y soul. Además, tengo compuesto todo un disco pop, que lo voy a hacer con él. Todo esto nació de la necesidad de componer canciones que se pudieran hacer con una guitarra en un fogón. Nos juntábamos con amigas cantantes en los que cada una tocaba un tema. En mi caso, me daba cuenta que necesitaba una banda o un clima especial para hacerlo. Me pregunté por qué no podía tener un tema de tres acordes cantable, con una melodía pop, ¡y me encantó hacerlo!
-Te preguntabas por los temas de tres acordes porque los veías un tanto precario, ¿no?
– En una primera instancia, si pero después me di cuenta que es al revés. Es difícil hacer un tema con tres acordes y que funcione. El gran trabajo, no solo en la música sino en la persona, es la síntesis. La capacidad de sintetizar todo lo que sabemos y elegir donde. Creo que Coltrane decía eso de “hacer simple algo complejo”. Pulir lo que uno quiere hacer y no suene pretencioso. Que todo esté donde tiene que estar. En este disco pop, la búsqueda no fue el “son tres acordes y sale” sino como podía hacer una canción pop que, a la vez refleje algo de lo que vengo explorando desde siempre. Incluso desde el jazz.
– ¿Cuándo va a salir este material?
– Habrá dos adelantos en esta primavera, octubre y noviembre y el año que viene, sale completo.
– ¿Saldrán en formato físico?
– No creo, aunque el “pop” …
-Esa dicotomía entre el jazz y el pop…
-Los que venimos del jazz creemos que es fácil hacer pop y no es así. Hay un estigma, un prejuicio en esto. Se simplifican un montón de estructuras, pero es una selección difícil de hacer. ¿Qué queda en un tema para que te llegue cuando hay menos elementos? Querer inventar algo complejo termina siendo un ejercicio más que una canción. Se pierde la premisa básica de las artes que es la expresión y comunicación con otro. En sus orígenes, y no en el gueto en que se transformó, el jazz era popular. La música académica debe disculparse con la música popular en cuanto a que terminó siendo elitista. Hay personajes de la música que les hubiera encantado ser populares antes que la academia los agarre. Casi todos los artistas quieren que su música llegue a la gente aunque limpiarla de todo el culto que la rodea es otro ejercicio.
-Te hago la pregunta al revés. Se habla ser auténtico y mantener la pureza pero, ¿no terminan haciendo siempre la misma canción?
– La música y los artistas que trascendieron, tuvieron mucho valor para probar algo nuevo. El público los puede castigar o lo que sacan no funciona igual que aquello que los hizo explotar y repiten la fórmula. Una vez fui a ver a Pedro Aznar y lo criticaron mucho por no hacer los temas que la gente quería. Estuvo bueno que apostara a algo nuevo. Valoré mucho eso ya que persiguió la autenticidad. Existe un punto medio de concesión entre ambos mundos. La creatividad es una forma de vivir. Es darle forma y fomentar la inspiración de diferentes maneras, muchas de las cuales no son musicales. Uno puede salir a caminar y en vez de mirar el celular, observar a las personas en sus gestos para imaginar historias. Hoy, el exceso de información nos impide aburrirnos. Del vacío del aburrimiento, puede salir la inspiración para crear.
-Está mal visto tener un rato de ocio ahora…
– Si. Es cierto. La productividad debe ser a pleno.
El comienzo de todo
– ¿Cómo recordas tu primer disco “Intuición”?
– Veo mucho rechazo de los artistas a lo primero que hacen. Como si no se bancasen la evolución que fueron teniendo a través del tiempo. Me costó tomarle cariño al primer disco. Venía con un bagaje del jazz, del soul y algo de pop y rock. Todo eso concluyó en ese primer disco. Hoy lo veo y lo quiero mucho pero no me representa actualmente.
– ¿Estabas enojada con ese trabajo?
-Ahora no. Fue un lindo trabajo. No hubiese sido posible estar donde uno está sino se transitaba por donde se transitó. “Intuición” no lo toco en vivo, pero cuando lo escucho, me deja contenta. Es un primer disco del que me siento orgullosa. Pasaron muchas cosas en el medio que me han hecho escribir distinto.
– ¿No te surgió el retrabajar algún tema?
– Es una buena idea volver a ese material con la mirada de hoy. Podría pasar. De hecho, tocaron muchos músicos que admiro en ese disco. De ahí que tome lo que decís que suene “llimpio” y “prolijo”. Tocaron Javier Malosetti, Hernán Jaciento, Samalea… En el medio, al tocar como invitada en saxo o corista de Bandalos Chinos e Hilda Lizarazu, empecé a sentir de otra manera al pop. Todas mis composiciones, después de “Pluma”, van a ser más soul y pop. Estoy trabajando con programaciones digitales. Es otro viaje musical en el que me estoy embarcando.
-Si por la puerta de este departamento de Caballito, entrase la Michelle Bliman de quince años, ¿qué le dirías?
– Le diría que mantenga el foco en su deseo más grande. Esto, en base a la dispersión en la que hoy vivimos. Apuntar a un deseo y construirlo en esa dirección. Necesitamos la sinceridad de lo que uno desea y no lo que otro desea, o creemos desear. Tu deseo va a ser el motor de tus acciones que vas a ir enlazando a lo largo de la vida. Hay que ser valiente para esto y no todos se animan.
Michelle Bliman presenta su disco «Pluma»: https://open.spotify.com/album/1d0ZtB7f5P9YyurPQCrMAu
Me encantó la nota, invita a pensar en muchos temas interesantes, y nada mejor que hacerlo escuchando Pluma, una verdadera joyita musical minimalista. Gracias!
te descubrí ayer en el recital de celebración por el cumple del maestro Garcia, tremendo lo tuyo Michelle, gracias por la música.