La incomunicación de un mundo hiperconectado
Dramaturgia y dirección: Mariela Asensio. Elenco: Vanesa Butera, María Figueras, Paola Luttini, Pablo Toporosi. Asistente de dirección: Montserrat Godia. Producción ejecutiva: Antonella Schiavoni, Celeste Martinez Cal. Ilustración y animaciones: Marina Lovece. Estilismo: Javier tschudy. Fotografía: Nacho Lunadei.
Teatro Del Pueblo. Lavalle 3636. Viernes 22 h.
Por Mariana Turiaci
En numerosas ocasiones, el teatro es espejo de la realidad. Pero lejos de ser un fiel reflejo de ésta, es una construcción artística que cuestiona, inquieta y nos enfrenta a nuestras propias contradicciones. Es ahí cuando logra instalar una pregunta e interpelarnos.
Tal es el caso de No me llames, la última creación de Mariela Asensio, ante la cual resulta imposible no sentirse identificado e incómodo. Con mucho humor y recursos puramente teatrales exhibe la crudeza de una cotidianidad naturalizada ante la cual estamos sobreadaptados. Veamos. Una pareja discute por WhatsApp mientras un grupo de amigas intenta resolver un duelo amoroso a través de las redes sociales. Un matrimonio separado intenta ponerse de acuerdo vía zoom en tanto un chat de amigos busca concretar un encuentro presencial. Todos son recortes de la actualidad que derivan en pequeñas tragedias virtuales. Allí la comunicación se reduce a un mero intercambio de informaciones inconexas y contradictorias.
La puesta pone sobre tablas historias cruzadas que navegan por intrincados laberintos del mundo digital, conjugándolas con canciones, videos y mucho humor. Una comicidad descarnada que abre el juego a la reflexión y visibiliza la enorme soledad que se esconde detrás de la aparente conectividad. Por consiguiente, invita a pensar sobre el revés del discurso edulcorado acerca de la tecnología. ¿Acaso los dispositivos electrónicos no se terminan convirtiendo en una herramienta al servicio del poder? Todas nuestras conductas son monitoreadas en paralelo a una pantalla que nos muestra una coyuntura uniforme. El teléfono celular, lejos de brindarnos mayor libertad, es el dispositivo de control del siglo XXI que llevamos alegremente en el bolsillo.
Cuando no hay presencia, ni escucha, ni mirada; cuando los sentidos se diluyen y no hay cuerpos presentes; cuando las conversaciones se convierten en un diálogo entre sordos; cuando el afecto carece del abrazo; cuando el malentendido es constante; cuando no podemos enfrentarnos a la angustia de la existencia; entonces solo quedan palabras sueltas perdidas en la oscuridad del mundo digital. Paradójicamente (o no) cuanta más conexión hay, menos comunicación existe.
El trabajo actoral se destaca por sus interpretaciones tan desopilantes como sensibles. Cada situación cuenta con un ritmo propio y personal. Se crean distintos climas que viajan desde la risa hasta la emoción, sin dejar de lado una profunda reflexión en los espectadores. Todo, cortesía de la precisa dirección de Mariela Asensio.
No me llames pone en escena un mundo hiperconectado que gira a una velocidad vertiginosa. Los vínculos se reducen a meras conexiones y los emoticones son las demostraciones de afecto. Es cuando la posibilidad de un encuentro «real» puede perderse en los vericuetos de las redes sin llegar a concretarse nunca.