Michelle Bliman: “El desafío es encontrar el equilibrio”

Con un compendio de buenas canciones que giran entre el soul, el jazz, la bossa nova y el rock argentino, Michelle Bliman editó “Intuición”, su muy interesante disco debut. Con la presencia de músicos como Javier Malosetti, Fernando Samalea y Hernán Jacinto, logró un sonido pulido y propio a su música sin perder un ápice de frescura.

Fotos: Marcello Capotosti y Nacho Gump

Michelle Bliman, talento para la canción (Foto: Marcello Capotosti)

– Michelle, ¿cómo surge «Intuición»?

– Siempre supe que la música iba a ser clave en mi vida, sin embargo abordarla como intérprete me dejaba un rincón vacío que empezó a cobrar sentido en mi adolescencia con las primeras composiciones propias. Escuchar a un artista que nos cautiva genera emociones que calan hondo y nos transforman en base a nuestra propia experiencia e historia de vida. Así, casi sin decidirlo, empecé a escribir como una necesidad de expresar mi visión del mundo. Muchas canciones quedaron en el camino como parte del proceso que me llevó a Intuición, mi primer álbum.

– ¿Cuánto tiempo te llevó hacer el disco?
– Alrededor de un año. El tiempo, en estos procesos, es relativo. Si bien ya tocaba dichas canciones en vivo, quise dar un paso más y envolver a cada una con un clima particular. Por eso hubo diversas formaciones y arreglos. Aunque los temas están conectados entre sí a nivel conceptual, se puede ver que la música y las letras plasman distintas experiencias a lo largo de los años.

-¿Cómo fue el proceso de grabación? Lo pregunto por la atmósfera de frescura y una interpretación cuidada y cálida.
– Las baterías fueron grabadas en diversos estudios: en La Diosa Salvaje por Pablo Gonzalez, en DKV a través del ingeniero Nacho Lasalle, y en Ideo Music, en donde Mariano Miguez y Andrés Marino llevaron adelante una sesión completa en vivo de tres de los temas. Matías Mendez produjo una parte del disco. Tocó bajos, teclados, y operó en la grabación de prácticamente todos los instrumentos que suenan en esas canciones. Estudio Cabrera también se hizo presente en materia de pianos y bajos. El proceso concluyó en el Estudio Nosfer con las voces finales, mezcla y mastering a cargo del gran Nelson Pombal.

– Participaron músicos como Javier Malosetti, Fernando Samalea o Hernán Jacinto…
– Hernán es un músico increíblemente talentoso y estaba en mi mente desde antes de comenzar. Nos juntamos algunas veces a tocar y fue a través suyo que conocí a Mati Mendez. De la misma manera en que una persona me conecta con otra, Fer Samalea –mi compañero en la música y en la vida-, me presentó a Javier. Todos ellos son enormes tanto en el plano musical como humano, e hicieron de la grabación una experiencia única que agradezco haber vivido.
– ¿Compusiste las canciones para este disco o ya tenías algunas letras de antes?
– El proceso compositivo suele ser caótico: todo aparece a la vez entrelazándose de manera primitiva y desordenada, y a medida que exploro esos elementos, la música va tomando forma. Es por eso que no puedo decir que las letras estaban escritas previamente, dado que casi siempre van apareciendo en función de la métrica de la melodía que resuena en mi mente. Cuando escribo un texto sin contemplar su potencial juego melódico, suele permanecer como poesía. Por el momento, esos escritos existen puertas adentro, aunque sin duda saldrán a la luz cuando sea el momento.
Esa extraña influencia…
– Tu disco está atravesado por el jazz, el soul. ¿Cómo llegaron estos estilos, estas músicas a vos?
– De chica escuchaba bandas como Pink Floyd, Led Zeppelin, The Beatles, y otros exponentes del rock inglés. También música brasilera, latinoamericana y nacional como Spinetta, Fito y Charly. Todo gracias a mi papá y a mi hermano mayor, quien al entrar en el colegio secundario trajo esas influencias mientras yo estaba en pleno momento Britney (ojo, mis mayores respetos al pop bailable!). Pero fue a través de “The Dark side of the moon”  que me enamoré del saxo. Tenía quince años y recuerdo todo lo que insistí para que mi primer instrumento de viento llegara. Agradezco a mis padres que confiaran en mi deseo de adentrarme en las profundidades de la música. Ya tocaba guitarra y cantaba desde los doce pero fue a través del saxo que -a la par de cursar mi último año en el Carlos Pellegrini- ingresé en la carrera de Jazz en la Escuela de Música Popular de Avellaneda. Para entonces había escuchado a Louis Armstrong, Ella Fitzgerald, Sinatra, Sarah Vaughan, Dexter Gordon y algunos otros. Igualmente, el verdadero amor por el jazz, soul y la música afroamericana llegó para quedarse en los años que siguieron, de la mano de mis primeras bandas y shows en vivo.
– ¿A qué se debe las canciones en castellano y en inglés?
– Es inevitable que lo que hace uno esté vinculado a las influencias. Hablo, pienso y siento en mi lengua natal que es el castellano. Sin embargo, la sonoridad sajona se instaló en mis oídos desde muy temprano y los géneros musicales que resuenan mayormente en mí llevan ese sello. Cada idioma tiene sus fonemas, sus particularidades tímbricas, su propia cadencia… y el conflicto filosófico con respecto a eso duró muy poco. Rápidamente me convencí de que toda creación es bienvenida y los límites son solo imposiciones culturales a las que es mejor trascender.
– ¿Cuánto hay de estudio y de «intuición» en tu carrera?
– ¡Qué linda pregunta! Pienso que son dos caras de la misma moneda y coexisten alternando su peso en la balanza según cada etapa. Ante un mundo en constante cambio y saturado de información, el desafío es encontrar el equilibrio. El estudio es fundamental para comprender el lenguaje de la música y ampliar la gama de colores con los que vamos a pintar, si vale la metáfora. Pero no lo es todo: entre tanto ruido ambiente es importante cuidar la autenticidad y movernos fieles a ese punto de inocencia que nos llevó a dedicarnos a la música, mucho antes de saber de qué se trataba todo lo que la rodea.
Por otro lado, hay instancias de estudio menos convencionales como los shows en vivo y grabaciones. Algunos escenarios me dieron la chance de aprender cosas que, por más práctica que se pueda proyectar con un instrumento, se incorporan verdaderamente con la experiencia de compartir con otros lo que uno hace. Guardo lo vivido en los shows en Seattle con la Tiny Orchestral Moments en 2019 (conviviendo una semana con veintiocho músicos de distintos países), los shows en el Planetario y CCK con Kabusacki, Samalea y Mango -foto derecha-, como también las veces que acompañé uno de los proyectos de Hilda Lizarazu (a quien admiro por su solidez artística y espíritu) y los shows con mi proyecto junto a amigos músicos que vuelcan en él su talento y amor.
Creo que vamos eligiendo el camino en función de las oportunidades de crecimiento que se nos presentan. En definitiva, la intuición es eso que al mirar hacia adentro nos va a dar pistas acerca de cuál puede ser el próximo paso.
Rock, palabras y coyuntura
– Al día de hoy, ¿crees que interesan las letras en el marco de la canción, más allá de los estilos?
– Creo que eso varía mucho dependiendo de la persona. Cada cual tiene ante lo mismo una puerta de entrada diferente. Me encanta conocer la historia detrás de la canción. Muchas veces me llena de admiración escuchar temas que articulan tan naturalmente letra, melodía y ritmo. Además, internet globaliza todo lo que toca y es muy fácil que la clasificación por género se disipe un poco… Pienso que, mientras más diversa es la música que escuchamos, mayor va a ser la tendencia a fusionar estilos.
-¿Qué opinión tenés del cupo femenino para los recitales?
– Me parece clave. Por suerte las cosas ya empezaron a cambiar, y aunque hay mucho por trabajar en materia de igualdad de género, también hay más conciencia. Lo importante es mantener la voluntad de comunicarnos entre todos con respeto y organizarnos para que se escuchen todas las voces.
– ¿El rock debería hacer autocrítica por el machismo de estos años?
– No solo el rock. Todo género tiene su ghetto. Es cierto que este particularmente exagera algunos aspectos bastante polémicos, pero el ambiente es solo el reflejo de las personas, por ende creo que la autocrítica debería ser más profunda. La exposición en un escenario y la subjetividad de gustos en las disciplinas artísticas puede hacer tambalear la autoestima y, por consecuencia, muchas veces exacerbar el ego. El tema es complejo, pero sin duda creo que los símbolos del rock tienen que cambiar conforme evolucionamos como sociedad y avance la lucha por los derechos de las personas. Me resulta incómodo reconocer estereotipos de otra época y la sobrevaloración que le estamos dando a la imagen. Al fin de cuentas, la música va siempre termina hablando por sí sola.

Pasado y futuro

– ¿Cómo te imaginas el «día después» de la cuarentena? Tenes pensada alguna presentación?
– Estoy grabando los temas que integrarán mi segundo disco. Me encantaría presentarlo cuando los shows vuelvan al ruedo. Es un concepto más acústico. Hay arreglos de cuerdas que le dan un toque onírico lo cual me entusiasma enormemente.
El soul siempre está presente y también hay nuevas composiciones que lo reflejan y estarán dentro del nuevo material, algunas de ellas las iré compartiendo a lo largo de este año.
– ¿Estuviste componiendo en este tiempo?
– Sí, me pasó algo loco. Siempre me gustaron las canciones de tres acordes con aires de folk, pero la formación en armonía (aunque enriquece mucho) suele distraernos del hecho de que lo sencillo también puede ser hermoso. Entonces me propuse dar un giro estilístico temporal a modo de juego y ver si lograba escribir una canción que con pocos elementos transmitiera su esencia. Para mi sorpresa, aparecieron ideas nuevas y distintas, y recordé que somos muchas cosas a la vez. Mientras más libertad le demos a la creatividad, más paisajes sonoros vamos a habitar. Por primera vez me animé a escribir en portugués, por supuesto supervisando la letra con un amigo carioca, quien me acercó con su acento danzante a las playas de Rio en las que tocamos hace un tiempo.
-Si no eras música, ¿qué hubiera sido de tu vida?
– Una vez escuché: “tener un plan B le quita fuerza al plan A”. Nada pegó tan fuerte como la música como para ponerla en jaque como profesión, aunque tengo otros intereses como la literatura, la psicología, la veterinaria… ¡Inclusive tuve el delirio de ser astronauta! Por supuesto, bastó con ver la palabra Álgebra repetida en todo el plan de estudios para correr a abrazar fuerte a mi guitarra.

– Si por la puerta de tu casa, entrase la Michelle que tenía trece años y empezaba a estudiar guitarra, ¿qué le dirías? ¿Algún consejo o recomendación?
– “Tocá solamente lo que te conmueva e inspire, y de esa manera siempre vas a estar dando lo mejor de vos”

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