Era un músico extraordinario que fue más allá de su arte y, paradójicamente, ha quedado fuera del gran ojo público. Más aún con el legado que ha dejado. Su nombre es Sam Cooke y fue un ícono dentro de la cultura afroamericana en los años 60 hasta que fue asesinado en extrañas circunstancias, brindándole un aura de mayor inquietud a su leyenda.
Algo de eso hay en “El doble asesinato de Sam Cooke”, documental que se puede ver en Netflix al día de hoy. Las imágenes y los testimonios respetan los detalles de una vida que, de a poco, tuvo un renacer identitario en cuanto a su pertenencia. Era la reivindicación frente a un contexto de racismo extremo, en el país que se vanagloria constantemente como defensor de las libertades. Esto no es así. Sólo hay que leer lo que fue la historia de los movimientos por los derechos civiles de la comunidad negra en la década del 60. Desde ese lugar, Sam Cooke, el “Golden boy” de la música soul, inicia su propio camino de búsqueda constante e intensa de nuevos rumbos.
La lente de Kelly Duane pone en perspectiva tanto la parte artística como el acercamiento a la política por parte de Cooke lo cual brinda una amplia perspectiva de su persona. Va más allá de su consagrada carrera profesional en la que logra cautivar a un público que no era solo afroamericano. Su voz llegaba a negros y blancos al tiempo que abría el camino a un mayor entendimiento e intercambio. La fama y el reconocimiento tanto de pares como del público, está documentada en los precisos testimonios de Smokey Robinson, Quincy Jones, Dionne Warwick (¡qué nombres!) que certifican la inmensidad de su figura. La televisión -tal como fue su presentación en el Ed Sullivan Show- le otorgó el marco exacto para su soltura y carisma, llegando a muchísimas casas. Además, Cooke componía sus propios temas, algo que no era muy común entre los cantantes del momento.
Su carrera tuvo puntos en común con la de otros grandes como Aretha Franklin al ser ambos, hijos de padres pastores y marcada influencia religiosa. Cooke había comenzado dentro de un cuarteto junto a sus hermanos (“The Singing Children”) y luego formar parte de Highway QCs. En 1950, con tan sólo 19 años, entró como miembro de The Soul Stirrers, ganando gran fama dentro de las audiencias del gospel. Su primer éxito en el marco de la música popular fue “Lovable” que publica bajo un alias (Dale Cooke) por miedo a perder seguidores ante su giro a cantar música secular. Desde ahí, no paró más. Empezó a grabar usando su propio nombre, más allá del carácter de las letras. Cambia de compañía discográfica y firma temas como “You send me”.
Era “peligroso” Sam Cooke. Esta especie de “Sinatra negro”, tenía ideas “revolucionarias” para la época. Aparecía en la tele con ese rostro bello, una voz descomunal y sensible al tiempo que sus neuronas hacían chispas de manera constante. Ni hablar cuando entabló una amistad sincera con otro joven que iba a hacer historia en la disciplina que se destacaba. En ese momento, se llamaba Cassius Marcellous Clay pero al poco tiempo, pasó a ser Muhammad Ali.
Esos deseos de llevar adelante su propia carrera al convertirse en productor y tener su propio sello discográfico, fue percibida con mucho recelo y desconfianza por parte de los grandes popes de la industria. “¿Cómo? ¿Un cantante negro manejando su carrera y, encima, produciendo sus discos?”. Fundó su propia empresa discográfica, SAR Records, con la idea de grabar a “sus hermanos” y darles la oportunidad de ser un canal de difusión para una música tan rica. A diferencia del meritócrata James Brown, sus ideas políticas siempre tuvieron una consistencia que apuntaba más a lo colectivo.
Firmó contrato con RCA y editó temas como “Chain Gang”, “Sad Mood”, “Bring it on Home to Me”, “Another Saturday Night” y “Twistin the Night Away”.
Lamentablemente, un nefasto Allen Klein se cruzó en el camino de Cooke para ganarse su confianza con los beneficios económicos correspondientes para ambos y luego estafarlo, algo que, más tarde, haría con los Rolling Stones y los Beatles.
El 11 de diciembre de 1964 Cooke es asesinado por la dueña de un hotel que afirma que Cooke intentó atacarla. La mujer (Bertha Franklin) declaró que el cantante estaba con una joven a la que intentó violar. Ésta, de nombre Lisa Boyer, huyó por una ventana mientras Cooke la perseguía semidesnudo. El documental hace hincapié a los momentos previos al asesinato, hasta el punto de preguntarse como llegó Cooke a este motel, con esta chica. De más está decir que la policía no realizó una investigación acorde y el caso se cerró a la brevedad por motivos obvios relacionados a que Cooke era negro.
Como esas paradojas del destino y de la vida, sale “A change is gonna come”, un tema póstumo en el que Cooke da cuenta de sus miedos y sus reflexiones en torno a un ambiente racista. Es la manera que un compositor afroamericanto tomaba la influencia de Bob Dylan en la escritura para llevarla a su propio estilo. Ese Cooke luchador por los derechos civiles y la igualdad de derechos estaba ahí, en esa canción. Un destino de grandeza aún mayor, que quedó trunco de circunstancias por demás extrañas y escabrosas.
La comunidad negra tenía a Sam Cooke, Muhammad Ali, Malcolm X, Martin Luther King como referentes. Algo debía hacerse para detener a estos formidables luchadores. De a poco, el gobierno norteamericano lo hizo, ya sea a través de movidas legales (la quita del título del mundo a Ali por negarse a prestar servicio en Vietnam) o el espionaje realizado a los nombrados. No olvidemos que por esos años, el Tío Sam tenía algunos personajes que no dudaron en apretar el gatillo si había alguna oveja descarriada sobre el “deber ser” en el American Way of Life. ¿Será por esto esto que el título del documental habla de un “doble asesinato”? ¿El físico y el de su legado? ¿Cortar de raíz lo que estaba surgiendo?
Todas estas preguntas vuelven a salir a la superficie en este 2020 en el que el racismo toma las calles de Estados Unidos, con asesinatos y el fogoneo desde las altas esferas de la presidencia norteamericana. Racismo que se extiende a todas las geografías, Covid-19 de por medio.
Con un desarrollo dinámico en los casi setenta y cinco minutos de duración, “El doble asesinato de Sam Cooke” brinda no solo un muy retrato de un cantante enorme sino que busca un poco de justicia ante una muerte que sigue siendo al día de hoy, objeto de duda y el porqué de sus motivos.
Ficha técnica:
Título original: ReMastered: The Two Killings of Sam Cooke. Dirección: Kelly Duane. Guion: Jeff Zimbalist y Michael Zimbalist. Música: Daniel Lessner. Con Sam Cooke, Quincy Jones, Smokey Robinson, Dionne Warwick y otros. Productora All Rise Films, Triage Entertainment. Género: Documental. Año: 2019. Duración: 74 min. País: Estados Unidos. Distribuidora: Netflix.