La nostalgia de aquél tiempo.
Dramaturgia y dirección: Daniel Kersner. Con Isabel Caban. Vestuario y Escenografía: Laura Cardoso. Diseño de luces: Paula Fraga. Banda de sonido: Lautaro Gonzalez. Operación técnica y asistencia de dirección: Sebastián Bahamonde. Asesoramiento técnico: Daniel Grill.
Teatro El Desguace. México 3694. Sábado, 21 hs.
Un living de los de antes, con una decoración que hace caso omiso al paso del tiempo. Ella, la señora, llega desde el costado, bordeando el escenario. Ya, desde ese punto, denota un par de características de su persona. Impune, con su escala de valores impuesta a sangre y fuego, camina y se sienta en el medio de la escena. El living es su escenario, afuera está la “chusma” y adentro, en una habitación, está Él, quien responde a su cargo jerárquico de “El Almirante”. No vamos a decir nada fuera de lugar al develar que su verdadera identidad sería la del siniestro y despreciable Emilio Eduardo Massera.
Los logros de la puesta –que son varios-, van por otras latitudes en lo que podría considerarse los metamensajes de la obra asi como a quien alude y donde se ubica. Porque el discurso que esgrime la señora es de una actualidad repulsiva, como si el tiempo no hubiese pasado y las muertes causadas por la Dictadura no hayan servido de nada. “Lo peor que le pasó a este país fue el peronismo” es uno de los tantos axiomas que esgrime que van hacia su repulsión a la gente del interior, los judíos, los comunistas, los gays y los chinos. O sea, nada que salga del “Manual del Argentino Bien Pensante”. La forma en que va descargando su batería de odio, siempre matizada por el respeto en sus palabras –no dice “guarangadas, salvo cuando se enerva ante el fracaso de su cruzada-, juega con los guiños a una audiencia a la que apela en su discurso y su propia moralina, respecto a donde se ubica social, política y también moralmente. Porque quien escucha lo que dice la Señora no puede hacerse el distraído ni decir “nunca escuché esto”. Es algo con lo que se vive y se convive. Esto, con el agravante de las “buenas intenciones” que ha tenido el Almirante en su vida, más allá de algunos deslices personales como el caso de una amante, que “como buena dama, he podido manejar”. La Señora recorre el living. Se sienta frente a un espejo donde desnudará su alma o dará clases de lo que debería haber sido nuestro país si el Almirante hubiera éxito y los lazos que ligan a la Armada con Inglaterra. Isabel Caban es La Señora, que cuenta con una impronta muy Mirtha, que no desentona en absoluto con un texto fuerte y difícil para aquel que quiera oir pero que, en tiempos de “miedo a la confrontación”, se oculta un poco debajo del tapete del “respeto” y la “armonía” en PRO de un mundo mejor.
“El Almirante” es una puesta ponzoñosa y perturbadora, de gran valor para todo aquel que quiera sacar una basura oculta por aquellos que arrogan el derecho de ser los “conductores de los destinos de la Patria”.