Indocil (Teatro)

Estado de situación


Texto y dirección: Ana Laura López. Con Marta Cosentino, Jorge Gazzaniga, Cali Mallo, Sandra Martínez y Natalia Urbano. Escenografía: Obstinado Colectivo. Diseño de maquillaje: Camila Galán. Diseño de vestuario: Wanda Lisi. Diseño de luces: Miguel Angel Madrid. Música original: Dioniso Pérez. Ilustrador: Julieta Farfala. Diseño gráfico: Mumy Lee. Entrenamiento corporal: Marcela Robbio. Asesoramiento escenográfico: Evangelina Barsamian. Asesoramiento histórico: Bruno Napoli. Asistencia de dirección y Producción Audiovisual: Renzo Rodríguez. Diseño de movimientos: Marcela Robbio.


Oeste Teatro. Del Barco Centenera 143, “A”. Sábado, 21 hs.


En estos tiempos que corren, 2017 para ser exactos, van surgiendo puestas que, por oposición, van marcando el panorama del teatro porteño, en sus diferentes vertientes. Como hemos dicho desde este espacio, salvo contadas excepciones, la pasteurización y sensiblería del teatro porteño asusta pero no sorprende. Con mucho teatrero con menos calle que Venecia pero realizando obras que gozan del beneplácito de los espectadores y de cierta crítica bien posicionada y de alta visibilización, pareciera que el teatro sigue siendo un refugio (lindo debate sobre el uso y la etimología de la palabra) frente a todo lo que pasa a nivel coyuntural. Pero es todo una fachada. Se omite o se oculta pero no se muestra.


En este contexto, aparecen obras como “Diarios del odio” –de la cual ya nos hemos explayado- o “Indócil”, texto pergeñado por Ana Laura López, que lo define como “un manifiesto”. Como tal, la posición tomada es obvia. Allí es donde entrarán a jugar otros factores como la forma de encarar el mismo en su formato teatral (si se vuelve extremadamente pedagógico/lineal) y la relación que entabla con el público.


Con un comienzo que tiene a “El matadero” de Esteban Echeverría como un punto de referencia, empieza a desarrollarse una puesta con potentes imágenes y texto absolutamente político. Tal como la creación de la patria en la que se vive con actores bien definidos y antagónicos. La potencia del cuadro acerca de quienes son los que le brindan el poder a los dueños de la tierra es tan perturbadora como real. El tiempo que se acerca a nuestros días sin que haya cambiado mucho o si se produjo alguna modificación, se volvió hacia el “curso normal de los hechos”.

En este punto estará el quiebre en la percepción de la puesta entre quienes dialogarán con lo visto por la empatía que sienten con lo manifestado sobre tablas y quien sienta que el teatro (con sus posibilidades artístico-creativas) fue dejado de lado en pos del tan mentado “manifiesto”. Más que nada, por todos los guiños con los que cuenta la obra. Como si todos supiésemos a que se refiere la obra (de hecho, lo sabemos. Por eso la proximidad). Es como un recital en el que todos y todas disfrutamos de ese contrato de lectura en el que cada quien sabe donde y como participar, para sentirnos parte de algo y regocijados al respecto. Como si le hiciéramos los coros a Paul Mc Cartney cuando canta “Hey Jude”.  


No obstante lo dicho, lo fundamental es el llamado de atención que realiza sobre la coyuntura político-social que es vilmente ignorada por los medios hegemónicos de comunicación. Por eso, esta trinchera teatral –más allá de su condición- es fundamental para que sea un germen de duda en la Macrix neoliberal en la que vivimos. Mujeres que visten hombres para que la explotación comience a llevarse a cabo. La imagen del pueblo empoderando a sus esclavistas se cae de maduro pero volvemos a lo debatido en el párrafo anterior. Las actuaciones son correctas y acordes a lo requerido por la dramaturgia, con una iluminación y manejo de telas que le brinda un «aire» a la puesta

El texto es tan reiterativo y cíclico como lo es la historia. La inclusión de personajes de la historia de nuestro país, considerados “héroes” de la patria en su relación con la creación de cierto “ser nacional” junto la aparición de las familias acaudaladas, responsables del genocidio con los pueblos originarios y traidores a la causa por ser cómplices del saqueo del país por las empresas y gobiernos extranjeros. ¡Son los mismos de antes que los de ahora!

Por otra parte, con la pregunta “si quien nos domina no tiene más que dos ojos y dos manos, ¿qué es lo que hace que tenga poder sobre nosotros sino somos nosotros mismos?”, pone la pelota en el lado del colectivo denominado pueblo para que se expida (o no) al respecto.

Todo esto no quita que, mientras se escuchaba la canción “Bella Ciao” no nos hayamos emocionado al extremo.


“Indocil”  busca generar debates y diálogos. Tomar a esos cuerpos indóciles y rebeldes para reivindicarlos al tiempo que busca cachetear la parsimonia sensibloide del teatro porteño mientras la historia nos pasa a todas y todos por encima. Teatro en formato de urgencia. Podrá ser lineal, obvia y previsible pero es lo que se requiere al día de hoy, para salir –como decía Virus- de ese “agujero interior”. En este caso, a través de una obra, “poner el cuerpo y el bocho en acción”

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