Los Pacientes (Teatro)

Curar, sanar, mejorar…. 


Texto: Ana Rocio Joulil. Con Vanesa González, Roberto Dimitrievitch, Stella Maris Isoldi, Liza Rule Larrea, Pablo Emilio Bidegain, Angelina Casco Guiñazú, Paula Coton, Mr. Miguelius, y la voz en off de Horacio Peña. Creación coreográfica: Eleonora Comelli, en colaboración con los intérpretes. Diseño de escenografía: Magalí Acha. Asistencia de escenografía: Vanessa Giraldo. Realización escenográfica: Los Escuderos y Federico Conde. Caracterización: Laura Barracchia, Agustina Tagle y Paula Conde. Diseño sonoro: Miguel Rausch y Mr Miguelius. Asistencia de dirección: Daniela García Dorato. Producción ejecutiva: Camila Castro. Asistencia de producción: Ana Paula Figuerero. Diseño gráfico: Pablo González. Fotografía: Daniela García Dorato y Wily Poch. Dirección: Laura Conde.

El Portón de Sánchez- Sánchez de Bustamante 1034. Sábado, 23 hs.

Dicen que las guardias o habitaciones de algunos hospitales son la antesala del infierno. Es probable que asi sea. Quizás por eso Ana Rocio Jouli haya llevado adelante estos “apuntes razonados para una medicina poética”. Más aún teniendo en cuenta el marco en que se desarrollan las acciones. Al respecto, podemos decir que sale absolutamente airosa en su cometido. Más aún, con el aporte de Laura Conde en una dirección tan sutil como precisa.

Empezemos a desmenuzar algo de lo que se va a encontrar el espectador. Antes que nada, la creación del espacio a través de una escenografía tan ascética como lumínicamente opresiva. Esa habitación compartida en el marco de un teatro que se acerca a una realidad que deja mucho que desear. Cada momento será para ir más allá de lo que se ve sobre tablas. Siempre planteando una situación que requiera una vuelta más a la percepción. Es exigente con el espectador al respecto, sobre todo en torno al lenguaje utilizado. Las pistas de sonido y una sutil utilización de la multimedia contribuyen a lo dicho.
El trabajo coreográfico es fundamental al igual que creativo en su desarrollo. Actores y bailarines dan cuenta de una preparación a lo requerido por la puesta. El desarrollo de las coreografías en una cama y/o en relación con los objetos por demás rica. Será este intercambio referido a los cuerpos con sus dolencias y los elementos que les ayudaría a “paliar” el sufrimiento, es destacable. 

En este contexto, tenemos a un anciano enfermo que está jugando tiempo de descuento en su vida y –siguiendo la metáfora futbolera-, sale a comerse la cancha, con el desenfado de los que saben que, todo lo que viene, es regalado. Por ende, lo aprovechará como nunca. La forma en que lleva la enfermedad, apelando al escamoteo de De Certeau, para robarle algunos minutos y una sonrisa a la huesuda. Una mujer grande enfrenta su propia aventura de vivir desde la postración en una silla de ruedas. Dos jóvenes, con problemas óseos, buscarán la forma de restablecerse a pesar de tener alguna de sus extremidades inmovilizadas. Los relatos de una niña que dejarán a más de uno con la boca abierta. Cada uno con su patología a la que le plantean lucha para seguir viviendo, aunque sea por curiosidad. Todo bajo la atenta vigilancia de una enfermera que cuida aquellas vidas que no puede engendrar y un farmaceutico que crea no solo las pócimas para la cura sino el diseño sonoro que atraviesa la puesta. 

Si hablamos de actuaciones, Vanesa González arriesga con un personaje absolutamente contenido, de implosión constante ante la imposibilidad de llevar a cabo su más intimo deseo. A lo largo del tiempo, construyó una carrera de popularidad en la televisión pero sin descuidar nunca el teatro. Aquí, es una enfermera reflexiva sobre lo que ocurre a su alrededor y su propia mutación a través del tiempo. Un personaje absolutamente magnético, siendo uno de los pocos que utilizará el don de la palabra para comunicarse. Dentro de un elenco de calidad, destacaremos a Roberto Dimitrievich, el viejo luchador de tantas batallas, a punto de encarar su último –o no- desafío. Párrafo aparte para Mr Miguelius, estupendo alquimista sonoro de la puesta. 

Como si fuera una metáfora de una sociedad enferma y frágil, de individuos rotos que solo podrían «mejorar» (sanarse es otra cosa) y con una enfermera muy similar a ellos, “Los pacientes” captará la atención del espectador en alguna de las variadas patologías que tenemos todos. De las que nos hacemos cargo –en el mejor de los casos-, de manera extremadamente privada. Tal como los placeres, como puede ser el ver una obra de teatro de calidad.  

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