La maestra serial (Teatro)

El lado salvaje del iluminismo 

Dramaturgia: Gonzalo Demaria. Con Lucila Gandolfo. Vestuario: Sofía Di Nunzio. Escenografía e Iluminación: Gonzalo Córdova. Música: Hernán Vives. Fotografía: Claudio Larrea. Dirección: Martin Blanco.

Teatro El Extranjero. Valentín Gómez 3378. Domingo, 19 hs.


La luz enfoca una figura sentada en el fondo del escenario. Es una mujer de peinado atildado y cuidadosos modales. Solo se ve un piloto y el ruido de sus tacos denotan su presencia a medida que camina. Ella busca aclarar un hecho de la cual se la culpa pero quiere explicar que no es la culpable sino la víctima.

Ella es una patriota incomprendida, descendiente directa (bisnieta) de Mrs Miller, una de las maestras norteamericanas que trajo Sarmiento hace dos siglos, para “iluminar” esta tierra. Y utilizamos el verbo “iluminar” en vez de enseñar porque, justamente, su misión era traer la luz de la cultura a las pampas salvajes.

Allí es donde empieza a esbozarse la calidad de la dramaturgia. El discurso de la maestra es fantástico en tanto la construcción que realizó la pluma de Gonzalo Demaría, al crear a esta educadora como un adalid de la “buena educación” no respetada de la manera que se merece. Su forma de hablar, de expresarse, los tonos de su voz y su vestuario, se condicen con la propia visión que tiene de si misma. Ella se considerará una “pioneer” (y traduce inmediatamente el significado de la palabra, del inglés al español, como “pionera”) en el arte de la educación. Por tal motivo, abre su sobretodo como una especie de Supergirl, pero con más años, para mostrar al mundo su delantal blanco y su escarapela argentina, inmaculada, como símbolo de pertenencia al mundo de la escuela.

No obstante, el texto es tan rico que trasciende a la maestra. De hecho, no es una “critica” a los docentes o al sistema educativo argentino sino a una forma de vida y de educación que ha calado profundo en una gran cantidad de personas. Toda una clase social cuadraría con lo que dice la maestra. Pero hará centro en aquellos que creen ser los iluminadosde una clase cuando apenas pueden esbozar ideas varias teñidas de prejuicios de distinta naturaleza a los que ni se les ocurre poner en duda. Porque educación y cultura, pareciera ser la repetición y transmisión constante de valores de variada índole.
Como no podría ser de otra manera, el componente racial está presente en su diatriba donde no deja de recordar quienes deberían haber venido en los barcos de inmigrantes y quienes llegaron realmente. La cuestión identitaria sale a la superficie. Quienes son y quienes no lo son (lo que fuera), sin determinar el porqué de dicha condición. Su diálogo con el policía que le toma declaración y la forma en que lo interpela es elocuente en estos aspectos.

El dibujo del personaje de la docente oscila entre una inteligencia prodigiosa y un complejo de “conciencia limpia” que le permite hacer cualquier tipo de atrocidad en nombre de la educación. ¿Pero es válida esta argumentación? En este sentido, la manera en que se relata el encuentro de la maestra con un cartonero y con un travesti es genialmente corrosivo, ya que apela y apunta a un discurso que atraviesa –guste o no, lo admita o no- a todos los espectadores de la sala.

Con un texto sórdido que deja lugar a la sátira más inquisidora y la sublime actuación de Lucila Gandolfo, “Una maestra serial” ataca a los iluminados con sus mismas armas: la palabra y el conocimiento.  

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