Texto y actuación: Carolina Guevara. Dramaturgia y dirección: Leandro Rosati. Asistencia Técnica: Julieta Grinspan y Marcos Peruyero. Música: Mariano Travella. Escenografía: Alfredo Aguirre. Vestuario: Julieta Grinspan. Fotografía: Nicolás Finoli Blanco. Iluminación: Víctor Guidoli.
Centro Cultural de la Cooperación, Av. Corrientes 1543. Sábado, 22.30 hs.
Con mucha realidad a cuesta pero con un certero toque de humor, Carolina Guevara (miembro de ese combo de alta calidad que es el Bachín Teatro) realiza “Los golpes de Clara”, su primer unipersonal junto con Leandro Rosati, con quien crea una puesta tan disfrutable como poderosa en su mirada crítica.
En este caso, se relata la historia de Clara, una mujer que se encuentra en una situación que viven muchas como ella como es la desocupación, la separación y haciéndose cargo de sus hijos. A partir de la complicidad y la identificación esbozada por el texto, empieza el devenir de esta mujer que vive su vida, pero va más allá de la misma. Apunta con certeza a aquello que la sociedad acepta y reproduce sin mirar a quien y como le afecta.
El texto tiene varios momentos a destacar. Más que nada, en la construcción de algunas situaciones o personajes. La forma en que Guevara describe los acontecimientos que le suceden a Clara, es expresividad pura a través del humor. Sus gestos llevan inyectados diversos hechos que se viven cotidianamente pero fueron poco abordados (y menos aún, sometidos a crítica alguna) por medio de una sonrisa. Será a través de esa gambeta corta que hace, que corta a diversos estereotipos. Tal es el caso de Carlos, su pareja a la que conoce en un lugar diferente al que más de uno supondría y pone el dedo en la llaga en los impolutos que acusan hacia afuera pero hacen agua, puertas adentro. La mirada en ese otro, hostil y poco comprensivo que cuenta con un complejo de conciencia limpia exasperante, es de cierta curiosidad respecto a cómo sostiene algunos discursos que son insostenibles al día de hoy, con ideas que atrasan años. El punto crítico apunta tanto a los aspectos más conservadores como aquellos que –dicen que- no lo son. Desenmascara tanto a unos como a otros en ese germen de machismo incorporado en el ADN, incluso de algunas mujeres.
El escenario se transforma en un liv(r)ing donde no falta un muñeco en el cual descargar tensiones frente a “tanto jodido suelto”. Será en ese recorrido donde la violencia no solo es física sino psicológica y simbólica. Demasiados frentes abiertos para una Clara –como tantas- que los padecen a diario. Al respecto, esa construcción/expresión de “tanto jodido suelto” es la que linkea a una realidad dura en la que hay no hay más que leer los diarios o, en el mejor/peor de los casos, aguzar el oído y prestar atención a lo que se dice, formando parte del inconsciente colectivo. Esto se extiende tanto a los bien pensantes como en el trato en una comisaria o lo que es viajar en tren o colectivo.
Con una escenografía simple y exacta, la iluminación brinda los distintos climas que amerita el derrotero de Clara. Carolina Guevara lleva con solvencia y frescura un personaje tan querible como facilmente reconocible, logrando en este punto una mayor contundencia frente a lo acontecido sobre tablas y la relación inmediata que se realiza con la realidad.
Hay puestas que tienen el gran tino de tocar temas de estricta actualidad combinando humor y seriedad con excelencia. Tal es el caso de “Los golpes de Clara”, de visión absolutamente necesaria –casi obligatoria- que apela a la reflexión frente a una realidad dura en torno a la violencia de género al tiempo que se instala como un llamado de atención a la sociedad y sus valores.