Quiero contarles una buena historia…
Dramaturgia: Lucía Laragione. Actor: Max Accavallo. Música: Federico Mizrahi. Coreografía: Teresa Duggan. Escenografía: Marcelo Valiente. Vestuario y maquillaje: Silvia Zavaglia. Diseño de iluminación: Marco Pastorino. Fotografía: Claudio Larrea. Producción ejecutiva: Pablo Toporosi. Producción general: Clara Pizarro. Asistente de dirección: Martín Cruz. Dirección y puesta en escena: Clara Pizarro. Duración: 75 minutos.
Patio de Actores. Lerma 568. Sábado, 21.30 hs
Un escenario a oscuras. Cae la luz y aparece una silueta que rememora al cabaret berlinés de los años 20. Ella ocupa el centro de la escena para tomar la palabra y dar cuenta de una historia que incluye a la militante comunista alemana Olga Benario y el dirigente brasilero Luis Carlos Prestes. Es más, dice que su abuelo le contó todo aquello que va a relatar en los siguientes minutos. Pero, ¿algún detalle más? Si. Muchos.
Antes que nada, el texto concebido por Lucía Laragione que toma la historia de ambos políticos para crear una dramaturgia atrapante tanto para aquél que conoce la relación de los protagonistas o se entere por primera vez del amor que los unía. Todo en un contexto políticamente convulsionado, previo a la Segunda Guerra Mundial.
La dirección de Clara Pizarro es dinámica. La experiencia y sabiduría que le es reconocida, en su plenitud. Todo en su lugar, permitiendo un desarrollo armónico de los hechos.
No vuela una mosca en la sala. Es palpable atención prestada a lo que ocurre en el escenario. Esa sana tensión en tanto se pide más a lo que brinda el artista en escena, en ese ida y vuelta de artística sensibilidad. La forma en que se conocen Olga y Luis, sus vidas plenas de actividad política, sus planes revolucionarios y las consecuencias de los mismos, campos de concentración incluidos.
La cereza del postre es la excelente actuación de Max Accavallo dando vida a esa travesti que va mutando a través del paso del tiempo. Pone el cuerpo y el alma para actuar, cantar y bailar. Maestra de ceremonias de una tragedia de amor, política y pasión, será la que lleve de la mano a los presentes en la sala, por un “tour de historie” atrapante. En ese sentido, la música es parte fundamental de la puesta. Las letras son precisas en tanto relato, con melodías que conmueven en su sentir.
Llega el final –impactante- y el silencio se hace presente por unos segundos. Es necesario reponerse frente a lo vivido para después si, recompensar lo visto con el aplauso. Los espectadores deben “caer” frente a lo que ha ocurrido. Seguramente, después vendrá la cena y el intercambio al respecto así como el inicio del tan mentado -y agradecido- “boca en boca” para recomendar la experiencia vivida. Ahí es cuando «Madame Sabo Cabaret» empezará a certificar que es un unipersonal de calidad, que pone una historia de amor y militancia sobre tablas.