Por Cecilia Inés Villarreal
Roland Barthes en su libro Fragmentos de un discurso amoroso afirma que “el texto amoroso está hecho de pequeños narcisismos, de mezquindades psicológicas; carece de grandeza. Como relato, el amor es una historia que se cumple, en el sentido sagrado: es un programa que debe ser recorrido».
Virginia Innocenti y Hernán Lucero proponen con su “Herida absurda” un viaje de idas y venidas del amor. Un contrapunto entre dos individuos cuyos destinos se entrelazan. “El tango es un pensamiento triste que se baila” decía Enrique Santos Discépolo. Sin embargo, aquí los dos protagonistas cantan porque el canto es «el antídoto para el alma rota», según la propia Innocenti. Verbalizar, exorcizar. Es sanador el poder de la palabra. El público será el terapeuta que escuchará con atención y respeto el desarrollo de los hechos. Se trata de los engaños, los espejismos y las ilusiones que emergen de encuentros apasionados.
El sonido de cubiertos y conversaciones ambientan el Torquato Tasso. En el escenario vacío, se ve un piano de cola en el extremo izquierdo. El maestro Leandro Marquesano acompañará desde las teclas los acontecimientos de toda la obra. El reloj marcaba las 22.10 h cuando empezó el espectáculo. La presencia escénica de Innocenti es fuerte. Su calidez y complicidad conectan enseguida con el público a quien solicita clemencia en el hecho de apagar los teléfonos celulares y no sacar fotos con flash, para “no perturbar al Maestro”. Estas incomodidades atentarían contra el show.
El diseño de iluminación es intimista, ideal para crear los climas de cada canción. La velada comienza con el inmortal “El día que me quieras”, de Gardel y Lepera. La pareja protagónica se luce en tanto dúo, como en sus momentos solistas. Son dos espadachines en lucha donde cada uno esgrime argumentos. Uno es amo y el otro es esclavo, uno es débil y el otro es fuerte. Los roles se intercambian continuamente. Innocenti, con su trayectoria actoral, se complementa a la perfección con Lucero, cantor y compositor, referente de las nuevas generaciones.
La interpretación de los tangos es exquisita. El fraseo es pausado y permite degustar los versos de Cátulo Castillo, Homero Expósito y de José María Contursi. Se destacan las reversiones de clásicos del 2×4 como “Qué me van a hablar de amor”, “Después”, “Esta noche me emborracho” y “Como dos extraños” forman parte del repertorio. Las melodías del piano tocadas magistralmente por Marquesano se fusionan con las voces. El único instrumento musical en escena realza y enaltece a los artistas que exhiben sus vulnerabilidades y ausencias.
La elegante dirección de Jorgelina Herrero Pons es armónica y nos conduce a una ficción musical donde la cuidadosa selección de tangos y milongas, es el continente y contenido de cada acto. El recorrido por los distintos estados de ánimo como el deslumbramiento, la ilusión y el desengaño, pasando por el sarcasmo y el humor, conforman un cóctel musical de 70 minutos. Un placer para los oídos en una noche de lluvia y frío en Buenos Aires.
Oliverio Girondo con su «Poema n°12» describe a la perfección los vaivenes encarnados por la dupla Innocenti-Lucero en su “Se miran, se presienten, se desean,se acarician, se besan, se desnudan,se respiran, se acuestan, se olfatean,se penetran, se chupan (…) se enloquecen, se derriten, se sueldan, se calcinan, se desgarran, se muerden, se asesinan, resucitan, se buscan, se refriegan, se rehúyen, se evaden, y se entregan”.
Disfrutable de principio a fín, “Herida absurda” atrae no solamente a los nostálgicos del tango, sino también a aquellos que deseen disfrutar de un maridaje de música y actuación, con versiones nuevas y frescas de clásicos. La bella composición visual permite saborear la letra de cada tema. El detenerse en la prosa y en las palabras. Esto se logra gracias a la elección acertada de cada ingrediente que conforma una totalidad artística excelente.
«Herida absurda» en Mendoza. Sábado 7 de septiembre. Teatro Imperial de Maipú. A las 21 h