La religión suele ser un tema apasionante. Más aún en el caso que empiece a destapar asuntos por demás escabrosos. El morbo siempre garpa y atrae. Una receta por demás efectiva. Igualmente, más allá del impacto, si uno busca el meollo de la cuestión, ese momento que abre al debate y al intercambio, debe indagar un poco más. El éxito de “Poco ortodoxa” (en un punto, continuando la línea de “Shtisel”) puso la lupa sobre la colectividad judía pero….en lo que sería una porción minoritaria de la misma.
En el caso de “Algo en que creer” (“Herrens Veje” traducido de manera textual para el público hispano parlante, nada que ver al título en inglés -“Ride upon the storm” que sería “Cabalgando sobre la tormenta”-), se sumerge en el mundo de la Iglesia a partir de la vida de Johannes Krogg un pastor luterano, religión predominante de Dinamarca, país donde se desarrollan los acontecimientos. Krogg tiene esposa (Elisabeth) y dos hijos (August y Cristian) pero su pasión por llevar adelante el mensaje de Dios lo ubica como candidato a ser obispo de Copenhague, cargo que disputa con Mónica, una pastora con una mirada más pragmática. Este es el comienzo de una serie que, al igual que otras como “Rita” –otra serie danesa para ver-, tienen una historia larga pero con capítulos cortos que empiezan y terminan, manteniendo siempre la tensión.
Antes que nada, es necesario plantear algunas cuestiones a las que el público argentino quizás, no esté tan acostumbrado. Tal es el caso de cómo se toma la vida un pastor que forma parte del credo oficial danés en el que el celibato no forma parte del mismo. La separación entre la parte “profesional” y el aspecto más “humano” es marcada y da cuenta de las particularidades de Johannes.
Como no podía ser de otra manera, la relación con los dos hijos es muy especial pero siempre en tanto las expectativas de un padre exigente en los aspectos personales de cada uno de ellos y el legado de toda una familia de pastores. El vínculo que llevan adelante es uno de los puntos más destacados de la serie. El “deber ser” con el que cargan los dos jóvenes en lucha constante contra sus propios deseos y el tan mentado “legado”. ¿Qué hacer? ¿Seguir sus propios ideales o mantener la tradición familiar? ¿Qué ocurriría si, además de romper el mandato, se tiene éxito al llevar semejante acto de rebeldía?
El pater familias Krogg es tan carismático y sabio como pésimo padre y marido, donde tiene pecados para todos los gustos. Los hijos mantienen una rivalidad que puede seguir los lazos de Caín y Abel, siempre bajo el ojo blindado (y la severidad) de su padre de quien buscan la aprobación.
El relato va mucho más allá de una historia familiar y un drama de clase media/alta sino que abre varias aristas para debatir. La fe y las formas de llevarla adelante en un mundo en el que las tres religiones monoteístas cuentan con muchas críticas a su conducta al tiempo que la sangría de feligreses es notoria. Las nuevas formas de espiritualidad, que va desde el budismo a los extremismos religiosos brindan una apertura no siempre aceptada.
Paralelamente, plantea diversas preguntas. ¿Cuál es la relación de la fe con el Estado? ¿Es sólo viable en el marco de una sociedad occidental donde hay acceso a bienes materiales? En ese caso, ¿qué sería de los “sin techo”, por decir algo? ¿Qué tan importante es el número de fieles creyentes si estos lo son por “costumbre” y no tanto por convencimiento? La fe como bien de cambio de la población y el Estado. O como dicen en la misma, el «tomar las enseñanzas de Buda» como mercancía fetichista para el consumo de Occidente. Esta frase cae como un martillazo en lo poco (o mucho) que puede quedar de sensibilidad en el espectador, narcotizado por el consumismo.
Aquí es necesario hacer un punto porque, más allá del tema de la fe, que hemos esbozado antes, la familia y sus relaciones merece un párrafo aparte. En esta línea, no podemos dejar de ligarla en un punto con “La ética protestante” de Max Weber en tanto la devoción que se lleva adelante pero retomamos a Althusser al momento en que sostenía que la familia es un Aparato Ideológico del Estado. No es visible inmediatamente esa condición además de pertenecer al dominio privado. Tal es el caso de los partidos, los sindicatos así como….la Iglesia y la familia. Interviene en el ámbito privado al tiempo que sirve en la reproducción de la fuerza de trabajo, llegando a ser –según el modo de producción-, unidad de producción y/o de consumo. Ni hablar de la manipulación a través de la culpa y el poder. Hasta donde llega esa forma de operar en la conducta de los demás ya sea a través de la palabra, la indiferencia o el silencio.
Por otra parte, el rol de la mujer es otro punto a tener en cuenta. La forma en que accede a estratos de poder y la construcción de la familia ya sea a través de una participación pasiva o activa. Elisabeth es aquella que sigue tras los pasos de su hombre pero ¿qué ocurre ante la posibilidad de un despertar a nivel personal? Justamente, Mónica sería su contraparte al tiempo que la diferencia generacional con sus “nueras”, Emilie y Amira es fuerte. La primera, una médica racional y atea mientras que la segunda viene de cuna musulmana. Ahí es donde también vuelven a aparecer las diversas formas de construir la tan mentada familia.
Como no podía ser de otra manera, la coyuntura actual se hace presente. La relación con el catolicismo, el budismo y el islamismo se ve en algunos capítulos en tanto las ideas de cada una de estas creencias entran en conflicto con las vicisitudes de la vida en el siglo XXI. El amor, la guerra, la muerte, la fe, enmarcadas por las relaciones humanas, siempre girando en torno a cómo se comunica la religión en este tiempo. Los diálogos son ricos y contundentes en sus planteos. No son fáciles para su aprehensión pero es ahí donde, corrido el velo de la duda y estableciendo el contrato de lectura que pide la serie, la misma se torna atrapante.
A nivel técnico, la fotografía es impecable al igual que los escenarios donde se llevó a cabo. El elenco es de una gran calidad. Lars Mikkelsen da vida a un Johannes Krogg tan inteligente y despótico como cautivante. Todo gira en torno a su presencia y/o ausencia, desde lo micro a lo macro. El reparto es de una solidez por demás destacable, con momentos precisos para que cada uno pueda destacarse. A título personal, tomaremos entre los personajes de reparto a Sven y una historia que es un volcán a punto de erupción.
Tras la exitosa “Borgen”, Adam Price mantiene alta la vara en la calidad de sus creaciones para la televisión danesa. Desde este lado del mundo, no sólo se puede ver una serie excelente, sino abrir la posibilidad al debate con temas por demás espinosos referidos a la religión, la fe, la familia en tanto conductas y deseos en la tierra, con una humanidad lejana a la divinidad tan cara y lejana a la realidad de varios monoteísmos.
Ficha técnica.
De Adam Price. Con Lars Mikkelsen (Johannes Krogg), Ann Eleonora Jorgensen (Elisabeth), Simon Sears (Christian), Morten Hee Andersen (August), Fanny Louise Bernth (Emilie), Camilla Lau (Amira), Joen Højerslev (Sven), Laura Bro (Mónica), Maj-Britt Mathiesen (Lotte), Solbjørg Højfeldt (Nete) y elenco. Dirección: Kaspar Munk, Louise Friedberg, Søren Balle y May el-Toukhy. Guión: Karina Dam, Poul Berg, Andreas Garfield y Adam Price. Producido por DK. País: Dinamarca. Distribución: Netflix. Dos temporadas de diez capítulos cada una. Año: 2017-2018