En “Almuerzo en la casa de Ludwig W”, nos encontramos frente a un texto duro, complicado pero bien trabajado, con imaginación y una destacable búsqueda de una nueva creación. La puesta toma la descripción de una situación familiar en un almuerzo a través del relato del mismo y, tiene su correspondencia en esa sutil gestualidad que va dando forma a las relaciones familiares. Van más allá de los tonos bruscos de algún momento señalado en la puesta que corta con esta templanza y retomarla a posteriori.
El almuerzo de los tres hermanos, dos mujeres y un hombre –salido de una internación en una clínica psiquiátrica-, es la excusa para que se vayan desgranando diversas emociones y sentimientos en lo que a la vida familiar hace. Se pasará del amor al odio, no sin antes hacer paradas en la culpa o el remordimiento. Este combo también incluirá las figuras del padre y la madre como “hacedores de persona” en tanto crianza –o no- de las mismas. La música en vivo se entremezcla con una iluminación acorde para crear un clima lumínicamente ominoso donde los actores desarrollarán su tarea. El vestuario será fundamental para caracterizar a cada personaje de manera sutil, en su más profundo conocimiento. Las actuaciones denotan un conocimiento del texto y las sutilezas del mismo. El ritmo que tendrá la obra será, en un punto, divisorio de aguas. Para algunos, sutil y atrapante; para otros, reiterativa y pretenciosa. Este es un punto que vamos a reivindicar: el teatro que propone y provoca; que el espectador se vaya con una sensación absolutamente personal frente al hecho teatral.
“Almuerzo en casa de Ludwig W” propone una teatralidad diferente a lo que se ve generalmente en la cartera porteña. Vale la pena internarse en estas nuevas sensaciones y vivirlas en todo sentido.