Brecht. (Teatro)

El otro lado de Bertolt


Dramaturgia y dirección: Walter Jakob y Agustín Mendilaharzu. Con Juan Barberini, Fernanda Bercovich, Valeria Lois, Horacio Marassi, Laura Paredes, Marcelo Pozzi, Pablo Seijo, Daniel Tur y Gabriel Zayat. Músicos en escena: Gabriel Chwojnik y Fito Reynals. Diseño y realización de escenografía: Ariel Vaccaro. Vestuario: María Emilia Tambutti. Iluminación y operación en escena: Eduardo Pérez Winter. Música: Gabriel  Chwojnik. Productor ejecutivo, dramaturgista y asistente de dirección: Gabriel Zayat.

Centro Cultural San Martín. Sarmiento 1551. Sábados, 21.30 y domingos, 20.30 hs.



¿Brecht en el Lejano Oeste norteamericano? La creatividad de la dupla compuesta por Walter Jakob y Agustín Mendilaharzu todo lo puede y se da el lujo de ubicar a la obra del genial dramaturgo alemán en pueblos fantasmas con cowboys y sherifs. 


El puntapié inicial es el deseo de una compañía de teatro de llevar “El círculo de tiza caucasiano” pero sin contar con la autorización de los derechos y la mala nueva que un funcionario va a presenciar la obra en pos de defender la obra y las representaciones de Brecht.
A partir de ese momento, y con un concepto que se asemeja al de figura-fondo, se pueden ver dos obras en paralelo. La puesta de Brecht y lo que sería el intercambio entre los actores, atravesadas por un mix de humor e ironía y un dejo de interrogantes a resolver (o no). El debate ideológico-ético sobre lo que implica pagar derechos de autor para representar un clásico, las posturas y el porqué de las mismas de los actores, el trabajo con respecto a versiones y reversiones, se baten a duelo con la idea de un teatro puro, lejos del mercantilismo que lo atraviesa al día de hoy.
La dupla Jakob-Mendilaharzu plantea un diálogo constante entre el texto original, el autor, la forma en que plasma la obra y los espectadores, conozcan o no la obra de Brecht, sin que sea exclusiva una de la otra. Lo que podría haber terminado como una sátira o parodia, hace una gambeta corta y da cuenta de la forma en como se retrabaja un texto con excelencia. Paralelamente, vuelve a demostrar -por enésima vez- lo rica y versátil la pluma del gran dramaturgo alemán.
 
El mundo de los actores y la visión de ese mundo entre bambalinas se recrea a través de una metateatralidad excelentemente concebida. Ellos –los actores- son lo que son, como sus logros y sus miserias. Inclusive, los asistentes y músicos participan de la puesta desde un lugar absolutamente “lógico” como su participación o no y la forma en que los toman los propios actores y directores. La puesta muestra internas, solidaridades y demás aspectos pero con una sonrisa en los labios. Tal es el caso de la forma en que una improvisación puede ir desde el Brecht del principio hasta la aparición de un tal Van Halen como uno de los nombrados, sin escalas en el texto y el ritmo de la puesta. Serán esos diálogos desopilantes los que prevalecerán por sobre la “seriedad” con la que abre la puesta pero sin dejarlo de lado en ningún momento.
La escenografía será fundamental para la creación de sentido y crear los diversos espacios donde se desarrollan las acciones. El elenco es excelente, un verdadero «dream team» del teatro porteño que valida todos los pergaminos que cuentan cada uno de ellos.

El ciclo «Invocaciones» da cuenta de la calidad de su propuesta. Disfrutable de principio a fín, “Brecht» es una puesta que, a través del delirio bien planificado y el humor bien dosificado, pone varias e interesantes ideas sobre las cuales habría que charlar largo y tendido, sin caer en solemnidades que solo sirven para entorpecer más que para sumar.

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