Dramaturgia y dirección: Cecilia Meijide. Con Nacho Ciatti, Laila Duschatzky, Nacho Bozzolo, Maria Estanciero y Gaston Filgueira. Vestuario: Gustavo Alderete. Escenografía: Javier Drolas y Soledad Ruiz Calderón. Iluminación: Santiago Badillo. Objetos: Mariana Meijide. Música original: Guillermina Etkin. Fotografía: Soledad Hernández, Francisco Iurcovich. Entrenamiento corporal: Damiana Poggi. Asistencia de dirección: Jimena Ducci. Coreografía: Diego Rosental.
Teatro Anfitrion. Venezuela 3340. Sábado, 20.30 hs
Cecilia Meijide creó una dramaturgia sublime que capta la atención al instante. Con un desarrollo atrapante y personajes bien definidos (El Peque, Boris, Denzel o Imelda, entre otros), la puesta cuenta con un mecanismo aceitado que permite un desarrollo dinámico e intrigante, con un ritmo que no decae. Serán los mismos personajes quienes relatan los hechos. Entran y salen de la puesta, con plasticidad y energía. Amores, pérdidas y desencuentros, asi como la soledad de un hombre frente a la tragedia, son puntos sobre los que gira con elocuencia la puesta. Cada personaje es un micromundo diseñado con excelencia en sus mínimos detalles. Es un todo de belleza y precisión textual, no exenta de ese humor que despierta una sonrisa fresca y una ternura propia de la sensibilidad bien trabajada.
El dispositivo escénico es excelente. El uso de una escenografía flexible –toda hecha en madera- que los mismos actores arman y desarman según lo que amerite cada momento, da cuenta de la creatividad que atraviesa la puesta. Hete aquí otro rol que cumplen los actores. Son ellos los harán la escenografía en escena, pondrán luces e incluso, manipularan objetos tan bellos como poéticamente vivos como Solaris, la entrañable mascota -que recuerda a Carlos Regazzoni en su concepción- o una flor de metal. Con un aire artesanal y de creatividad pura, la puesta llega a su fín con la precisión de esas narraciones atrapantes, que te tienen sentado en el borde de la butaca.
“Cactus Orquidea” es de esas gemas atrapantes desde la poética y la sencillez de las buenas historias. Imperdible para un sábado a la noche en el que una buena historia te puede llenar el corazón de teatro puro.