Caen los colchones y aparecerán nueve personas que incluirán a una norteamericana y a una brasilera en nuestro país y distintas situaciones ocurridas en el inconsciente colectivo de nuestro gen argentino. Todos, alrededor de los 30 años, serían una “actualidad” más que “una promesa de futuro” y el interrogante es ¿Qué hay ahí? Palabras como las vertidas por Leonel Elizondo de un discurso tan en boga que denota a cierta clase media con Alzheimer en sus venas, banalidades varias y muy poco deseo de cambio, de mejora, de búsqueda de nuevos horizontes.
La puesta variará desde los colchones a una votación y conversaciones y alianzas políticas para elegir los hilos que regiran los destinos de Albania. Que esa Albania (por llamarla de alguna manera) nos sea tan familiar no tiene porqué sorprendernos en lo más mínimo. El nombre es lo de menos y la idea es la piedra angular de lo vertido sobre tablas. Allí, es donde la ironía, el sarcasmo y las palabras cerrarán su sentido en el espectador que llenará con sus propias vivencias y lecturas, lo dicho por la obra. La puesta, si bien está dividida en dos, forma parte de un todo. Como si fueran las dos caras de un disco. La iluminación y el vestuario, sobre todo en esa segunda parte, dan cuenta de la seriedad que se tomó en que cada elemento forme parte de un todo. Las actuaciones son muy buenas, acordes a lo que requieren las palabras más el plus de cada actor.
Alberto Ajaka creó un universo paralelo de excelente calidad pero de cruel (y patética) actualidad.