Con una ayudita de mis amigas
Dramaturgia y dirección general: Victoria Hladilo. Con Julieta Petruchi, Victoria Hladilo y Mercedes Quinteros. Voz en off: Mike Amigorena. Diseño de iluminación: Alfonsina Stivelman. Diseño de escenografía y vestuario: Celeste Etcheverri y Las Cartón Pintado. Realizaciones: Mariana Paz. Diseño gráfico: DUOIDO y Pablo Figueroa Murphy. Fotografía: Soledad Aznarez y Luis Abadi. Asistente de dirección: Kimberly Claro y Julieta Dalla Bella. Colaboración en dirección: Verónica Mc Loughlin. Duración: 55 minutos
Camarín de las musas. Mario Bravo 960. Viernes, 20.30 hs.
Todo, con paliativos que irán desde libros y terapias varias a brebajes cuasi milagrosos que permiten ese tipo de desinhibiciones que son tan liberadoras como sinceras, aunque la onda expansiva sea por demás peligrosa en sus daños colaterales. La manera en que se desarrollan los hechos y el movimiento –en ocasiones- “entrecortado” del cuerpo (¿manejados por una -¿cual?- “mano invisible”?) brinda un amplio abanico de linkeos que implican una fuerte reflexión. Desde experiencias personales en tanto vivencias o conocer a “alguien” como las mencionadas, hasta el video “Las de la intuición” de Shakira. Ojo, a no confundirse que esto no le quita un ápice a lo que se plantea.
Un punto a considerar son los medios por los que se llega a eso que se llama “felicidad” y sus consecuencias. Lo que se posterga y se omite para lograr una aceptación general. El someter las decisiones personales a comicio público, siempre con la duda y ese “miedo escénico”, que paraliza, retrasando lo que se desea y se teme la forma de abordarlo. Pero como dicen por ahí, “solo erran los penales aquellos que los tiran” algo que cuesta mucho.
La voz de Mike Amigorena brinda un cambio de frente en tanto es ese masculino que podrá ser objeto de deseo o repulsivo como un iman de polos opuestos.
Las actuaciones son precisas en lo requerido al texto y dirección, dotando de frescura a cada uno de los personajes.
Victoria Hladilo hace una pequeña gambeta corta respecto de su obra en general. Acentúa el humor que gira alrededor de todo aquello que rodea la amistad. A diferencia de sus puestas anteriores (“La sala roja”, “La culpa de nada” y “La casa de las palomas”), no hay tanta ironía ni sarcasmo mediante aquellas pequeñas anécdotas sobre instituciones como “la familia”, “la pareja” o la “escuela”. La risa no es tan ácida sino más contemplativa por parte del texto. Inclusive, será más empática y cómplice sin que esto le baje el precio a su propuesta.
Las actuaciones son precisas en lo requerido al texto y dirección, dotando de frescura a cada uno de los personajes.
La función concluye pero deja una bomba de efecto tardío, como un gancho al hígado bien colocado, del cual es difícil reponerse. Es ahí donde radica la potencia de lo visto ya que será el espectador quien establezca los distintos nexos posibles, los cuales lo puede llevar a geografías por demás incomodas. Podrá decidir si quiere ir más allá de lo visto para analizar al respecto o quedarse solo con la carcajada. Toda decisión es política -no partidaria- pero también visibiliza la frivolidad del soberano.
Hladilo vuelve a dar cuenta de una búsqueda personal, única y también ponzoñosa. Mete el dedo en la llaga en la «corrección progrecheta» de buena parte del público teatral. Lejos de la sensiblería constante del cierto teatro porteño, plagado de “anécdotas largas” en formato de obras, planta bandera con un deseo genuino de abrir interrogantes y debates, alejándose de su didáctica visión de lo “bueno y correcto” que termina siendo contraproducente, logrando el efecto contrario en su planteo.
“Cartón pintado” es esa perdigonada de teatro que impacta en varias direcciones. Incomoda al mismo tiempo que despierta una sonrisa con su carácter gestáltico de figura-fondo, el cual será aún más fuerte cuando vayan cayendo, de a poco, las fichas de los planteos corrosivos que propone uno de los mejores reestrenos del 2022