Por ese palpitar…
Con Enrique Dumont, Cehache Respira y Facundo Rubiño. Músicos: Antonia Bustamante, Ramiro Cortez y Lionel Mórtola. Música original: Jorge Soldera. Fotografía: Nacho lunadei, Paz Zaina. Diseño gráfico: Wallas Ayala, Nicolás Deshusse. Asistencia de dirección: Juan Cruz Barrás, Guido Granatti. Coreografía: Ramiro Cortez. Dirección musical: Jorge Soldera. Diseño de luces y Dirección: Facundo Rubiño.
La Casona Iluminada. Av. Corrientes 1979. Domingo, 17 y 18 hs
El riesgo siempre pone esa adrenalina que nos hace sentir vivos. Se potencia la creatividad frente a esos desafíos que, para muchos, parecen ser empresas dificilísimas. Facundo Rubiño se metió con un clásico del gran Edgar Allan Poe como es “El corazón delator” para llevarlo de paseo por la música en vivo y un desarrollo que va más allá del relato de la primera persona del original.
La utilización del espacio en sus mínimas porciones permite una vista completa a la vez que inquieta. Creación en estado puro. Nuevos personajes, la banda sonando y la acción moviéndose hacia una puerta o un corredor. Emoción y suspenso. Nerviosismo que atraviesa tanto a aquél que desconoce la historia como a aquél que la ha leído pero quiere saber como concluye todo. Allí es donde Rubiño no se encarga de hacer un “cover” del original sino que hace su propia versión del clásico.
Por esta idea de musicalidad que el diseño sonoro y la música propiamente dicha serán objeto de estudio sobre el cual se asentará la obra. El estudio pormenorizado de ambos aspectos le darán esa plus de creatividad y armonía en su desarrollo y posterior devenir. La puesta trasciende su carácter meramente teatral para convertirse casi en un mix de opera-rock con disco conceptual en vivo. Pero ojo, será en esta hibridación donde la creatividad es fundamental para la concepción de una obra prolija y sublime en todos sus aspectos. Como si fuera un viejo disco de vinilo, que cuenta con un cierto tiempo para plasmar las grabaciones realizadas, cada uno de los treinta minutos de la puesta son riquísimos en sus todas sus aristas. Desde la forma del relato en el que el exactamente visceral Enrique Dumont dota al personaje principal del cuento de los más variados matices para no caer en el estereotipo de un criminal desquiciado, hasta las excelentes participaciones del trío de contrabajo, guitarra y violín.
Será Dumont quien ponga el cuerpo y alma a disposición tanto de Poe como de Rubiño para llevar a cabo la difícil tarea de encabezar un cuento sublime y enriquecerlo desde otra mirada. Párrafo aparte para la sutil contundencia de un trío que suena exacto, creando los climas propicios a lo requerido.
Pero ojo, a no confundirse. Cada aspecto está sumamente cuidado. El vestuario es fundamental para colaborar en la construcción de la identidad de los personajes –o mejor dicho, el desdoblamiento realizado para la creación de estos- y ubicar un tiempo reconocible más no tan fácilmente ubicable en el tiempo. La escenografía es mínima pero precisa para lo que requiere la puesta, mientras que la iluminación crea climas tan subyugantes como tensos según la acción lo solicite.
Facundo Rubiño consigue algo que muchos intentan pero pocos logran, enriquecer aún más una gema de fábrica como El Corazón Delator de Edgar Allan Poe. Cuando hay talento y trabajo, tal como diría el filósofo Muhammad Ali, “Impossible is nothing”.