El lado B de un mito
Dramaturgia y dirección: Gustavo Lista. Con Cecilia Cósero y Federico Marrale. Diseño de vestuario: Sandra Szwaecberg. Diseño de luces: Gustavo Lista. Fotografía: Francisco Bertschi, Mateo Chiarino. Asesoramiento escenográfico: Vanesa Abramovich. Asistencia de dirección: Sebastián Iglesias.
El Estepario Teatro. Medrano 484. Jueves, 21 hs.
Las variadas formas de interpretación de los mitos griegos y el consecuente traslado a un escenario forman parte de la historia del teatro. ¿Cómo plasmarlo en las tablas si hacerle perder su esencia? Este es uno de los grandes riesgos que se toman cuando se encaran estos desafíos.
En este caso, el mito de Atalanta, la cazadora y las manzanas de oro servirá para una puesta que dejará bastante tela para cortar en diversos aspectos. Antes que nada, la acción se ubica más cercana en el tiempo pero con algunas características similares al original. Aquí, la heroína es Flora, una mujer de armas tomar y fuerte temperamento, que no se deja amilanar por ningún hombre. Frente a ella aparece Bruno, un hombre apacible, de menor fortaleza que Flora, a quien ama profundamente.
El desarrollo de la historia es entretenido y dinámico, sin que sea necesario conocer el mito para comprender lo que ocurre. A través del desarrollo de la misma, se ve como la relación de Flora y Bruno tiene sus vaivenes y la forma en que buscan poner punto final a estos. Las diversas formas que el amor puede manifestarse y sus distintos niveles, atravesarán una puesta atrapante en tanto el devenir de los acontecimientos. La manera en que dos seres tan disímiles pueden llegar a estar juntos –o no-. Para esto, es fundamental el aporte de calidad que brindan Cecilia Cósero y Federico Marrale para dar vida a dos personajes tan ricos como reconocibles –en especial, Bruno-, en cualquier ámbito social. Ambos, con la posibilidad de debatir al respecto, en línea directa con la crianza y vivencias que atraviesan a cada uno de los espectadores. Más allá de la forma en que rompe Flora con algunos estereotipos, serán las características personales de Bruno en su individualidad las que abren la puerta a diversas visiones respecto a su timidez, astucia y hasta manipulación de la situación en pos de su objetivo.
No obstante, será el final el que dividirá aguas –a favor y en contra- con respecto a cómo el amor pasa a ser una cuestión de posesión y aún cuando el fín pueda justificar los medios, con vencedores y vencidos. Será allí donde empiezan las interpretaciones en tanto y en cuanto pone sobre el tapete algunas cuestiones referidas tanto a las relaciones entre hombres y mujeres y las características propias de cada uno. El rol que juega cada uno y más aún, con la visión propia del año 2015, del siglo XXI.
Si bien esta es una apreciación absolutamente personal, atravesada por el cambio de paradigmas con respecto al rol de la mujer de los últimos años, no le resta valor a la puesta en si.
“La piel de la manzana” pone el dedo en la llaga respecto a una de las tantas formas que puede adquirir el amor entre hombres y mujeres y abre el debate para la cena posterior de presenciar una buena puesta teatral.