Lo que llevamos dentro
Dramaturgia: Marco Antonio De La Parra. Con Osmar Nuñez y Walter Bruno. Escenografía: Alejandro Mateo. Diseño de luces: Leandra Rodríguez. Realización de escenografia: Manuel Escudero. Música original: Julieta Milea. Fotografía: Akira Patiño. Diseño gráfico: Javier Garcia y Diego Medvedocky. Asistente de producción y de dirección: Andrea Giglio. Dirección: Dora Milea
Teatro El Picadero. Pasaje Santos Discepolo 1857. Lunes, 20.30 hs, domingos, 18 hs.
Un crimen se ha cometido y necesita su resolución. Un detective irrumpe en la escena del mismo con un joven sentado en la cama, sollozando por lo acontecido. Desde el comienzo mismo, lo que se presenta como obvio no lo es. Inclusive lo que si lo es, implica una doble lectura. Ese detective vestido a la manera de un viejo policial negro, no se condice con el relato. ¿O si? ¡Por supuesto! Porque todo forma parte de una creación de sentido en un thriller psicológico que plantea diversas “trampas” al espectador.
Ese detective, frente al homicidio ocurrido, hablará y dirá su verdad sobre varios aspectos que irán desde su propia vida a diversas aristas que lo ponen como vocero de una sociedad quebrada por la pérdida de ideales y valores que, paradójicamente, en algunos casos, tendrá su voz en quien relata. Ese detective de trazo grueso irá mutando en diversas formas al tiempo que plantea interrogantes de distinta índole.
Desde el momento en que comienza su relato, en búsqueda de la confesión del testigo del asesinato in situ, comienza un bombardeo constante de palabras e ideas que jugaran con un contexto que resignificará cada vocablo vertido sobre tablas.
El texto interpela en todo momento. Escrito en el año 1996, mantiene una vigencia constante. Siempre habrá crímenes pero ¿de qué clase? ¿Cómo serán estos? Más aún, en una sociedad donde la criminalidad es un tema constante que instala la idea de la criminalización de los que menos tienen. Pero el mismo detective responderá, como si estuviéramos en el 2014, “por más que llenes de policías la calle, eso no implica que no habrá crímenes”. Hay un crimen pero ¿cual sería? El detective podrá se testigo, juez y verdugo, pero también victima y victimario.
Es menester recordar que Marco Antonio de la Parra, el autor es psiquiatra. Este detalle no implica un detalle menor. Se habla del hombre frente a las situaciones que plantea la vida. Las zonas oscuras y las contradicciones. Miedos y valentías asi como la muerte metafórica y real pero no solo de seres vivos sino también de ilusiones, amores y deseos.
El texto atraviesa a un Osmar Nuñez que le da vida a ese detective que pregunta e inquiere desde lo más profundo de su ser. El enojo se mezcla con la risa al igual que la resignación con el deseo de resistir ante lo vivido. En esos momentos donde la contradicción aparece, aflora el ser humano con sus virtudes y defectos. Nadie sale del agua sin mojarse y menos con un alegato que nos pregunta desde las más diversas maneras, tanto desde la metáfora, la alegoría como de manera directa y punzante. El arduo y exacto trabajo de Osmar Nuñez tiene su correlato en Walter Bruno que es ese joven que es testigo fundamental de lo ocurrido. Más allá del texto que pueda contar Bruno, su interrelación con el detective de Nuñez es para destacar ya que se basa en un diálogo. Una mirada, un gesto, obtiene su respuesta inmediata en un Osmar Nuñez con el que tiene una química especial. Su personaje está cuidado en sus mínimos detalles. Actúa con todo su cuerpo. Hasta los dedos de los pies de Bruno denotan la tensión que flota en el ambiente.
“El Ángel de la Culpa” capta la atención desde un texto fuerte y actuaciones exactas donde todo se pone en tela de juicio y nada es lo que dice o aparenta ser.