El jardín de los cerezos o la fugacidad del tiempo (Teatro)

Cuando los clásicos no pasan de moda
Sobre textos de Anton Chejov. Libro y dirección: Alfredo Martín. Con Agustina Arregui, Alberto Astorga, Natalia Chiesi, Agustín Corsi, Luis Dartiguelongue, Cristina Fernandez, Victoria Fernández Alonso, Guillermo Ferraro, Eduardo Finkelstein, Alfredo Martín, Mariano Scovenna y Carolina Vela. Vestuario: Ana Revello. Escenografía: Ariel Vaccaro. Iluminación: Pehuén Stourder. Objetos: Emi Pope, Ana Revello. Asesoramiento artístico: Marcelo Bucossi. Asistencia de dirección: Natalia Vozzi.
Teatro Andamio 90. Paraná 660. Sábado, 22.30 hs

Alfredo Martin vuelve a traer a escena la adaptación de un clásico universal pero con un toque personal que enriquece un texto, de por si, vasto en sus alcances y virtudes. Martin toma el escenario de Andamio 90 para crear tres lugares en los que se desarrollarán las diversas acciones. 
Los tres planos dan cuenta de la excelente utilización del espacio y la creación de atmósferas en las que se pueden ver los teatros de operaciones donde se desarrollarán las acciones de la puesta. Aquí, una familia arruinada económicamente se resiste a vender su gran “tesoro” (el jardín del título) por una cuestión puramente de status pero sin poner algún tipo de solución a disposición de las vicisitudes acontecidas. El futuro llegó pero ellos no logran verlo. Se atrincheran en una posición en la cual carecen de armas para poder sostenerla, frente a los cambios irremediables que se avecinan.
La pluma de Chejov expresa con contundente sutileza las miserias humanas que no pasan nunca de moda. La de aquellos que tuvieron todo y niegan su pérdida por impericia propia, los oportunistas que acechan con el cuchillo bajo el poncho, los que hablan y se amparan en argumentos vacuos, los chabacanos, los vagos y el refugio de olvido a los ancianos que nno pueden seguir el ritmo de hechos que no lo tienen en cuenta. La relación entre unos propietarios que descansan en sus privilegios obtenidos sin el más mínimo esfuerzo, dan cuenta de una clase que se batirá en retirada en los próximos años venideros. El personaje del estudiante eterno con un perfil marcadamente revolucionario también se encuentra en esta medida y que uno querría imaginar el papel que tomaría trece años después con el devenir de los acontecimientos.
El vestuario es excelente y ubica en tiempo y espacio a los personajes para representar con gran fidelidad esta obra de 1904, dando cuenta de la seriedad de la propuesta. Otro de los puntos a destacar es la atmósfera que combina cordialidad y tensión, logrando un complejo entramado de situaciones que combinan retórica y realidad pero de fácil recepción e interpretación, lo cual logra atrapar a los presentes.
La iluminación juega un papel sutil y preponderante, ambientando la excelente puesta en escena con la que cuenta la obra en la que el público presente sería ese jardín tan amado, tan deseado y también, tan maltratado por los mercaderes del vil metal que, con tal de hacerse de unos mangos, son capaces de alquilarlo al mejor postor.
El elenco es sólido y cada quien tienen su momento para dar cuenta de sus virtudes en escena.
“El jardín de los cerezos o la fugacidad del tiempo” permite redescubrir por enésima vez al gran clásico de Chejov pero con la frescura que propone Alfredo Martin para esta nueva y enriquecida puesta.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Translate »
Scroll al inicio