Marica (Teatro)

Federico, vida y pasión
Autoría, diseño de luces y actuación: Pepe Cibrian Campoy. Fotografía: Alejandro Palacios. Asistencia general: Silvio Bordón. Producción ejecutiva: Angel Mahler y Julio Muniagurria.
Teatro El Cubo. Zelaya 3053. Jueves, Viernes y Sábado, 20.30 hs ; Domingo, 19 hs.
Él, que está ahí, solo, bajo las luces, en el medio del escenario, habla. Se expresa y dice. 

Pepe Cibrián Campoy se ubica en una silla, sin nada más que un libreto en sus manos y su capacidad expresiva. De esta manera, él será Federico García Lorca, los padres del poeta, su verdugo, una amiga y Salvador Dalí. De esta manera, transitará un camino escabroso, en el que recalará en todos los puertos que le plantean estos personajes, lo cuales tendrán su propia naturaleza. Allí es donde Cibrián Campoy se hace carne del texto, llevando las palabras y emociones hasta su límite de emoción y visceralidad. Esos personajes atravesarán su físico y lo tomarán prestado para expresarse, como si fueran espíritus necesitados de descargar sus propias miserias, dudas, esperanzas y, por qué no decirlo, deseos. El ida y vuelta, la metamorfosis en voz y cuerpo que se entabla entre Federico y Pepe es notable en tanto simbiosis interpretativa y también, por qué no decirlo, con algunos rasgos autobiográficos.

Cibrián Campoy se levantará de la silla, caminará, mientras la iluminación exacta le creará los climas en los cuales su parlamento será la voz de quien lo diría, allá lejos y hace tiempo, en la década del 30. No obstante, las palabras no se quedan en ese tiempo sino que son actuales y trascienden los años y las sociedades. Porque “Marica” le habla a todos aquellos que fueron contra la corriente, arriesgando su propia vida y su ser en pos de la libertad, más allá de su sexo, raza o religión. “Marica” soy yo “que soy como él y él es como vos y como yo y estamos todos juntos” como decía John Lennon cuando era la Morsa. Y todos estamos aquí, en este tiempo y espacio en el cual, una voz viene a refrescarnos lo que es la vida, la muerte, la libertad y el deseo de felicidad, lejos de todos los dedos acusatorios de quienes no pueden vivir su propia vida sin condenar a la de los demás.
La fuerza y la pasión de un texto estremecedor hará centro en aquellos que deseen ver lo que es estar en ambos lados de una sociedad racista y discriminatoria. Quien quiera oír, oirá lo que le plazca y será el mensaje el que decante en cada individuo.
“Marica” apela, inquiere, molesta y emociona. No se le puede pedir nada más a una puesta que tiene lo que tiene que tener el teatro como nervio motor: pasión, pura pasión.   

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