Argentina potencia
Dramaturgia: Mariano Saba. Con Fernando Gonet, Alejandro Lifschitz, Alfredo Martín, Mariano Saba y Mariela Asensio. Diseño y realización de escenografía: Magali Acha, Andrés Binetti y Mariano Saba. Diseño y realización de vestuario: Ana Algranati. Asistente de vestuario: Celina Barbieri. Diseño de iluminación: José Binetti. Asesoramiento en títere: Osjar Navarro Correa. Diseño y realización de títere: Vanina Gómez Zequeira. Asesoramiento en canto: Sofía Fernández. Diseño gráfico: Andrés Kyle. Asistente de dirección: Catalina Teuly. Dirección: Andrés Binetti.
Teatro del Pueblo. Av. Roque Sáenz Peña 943. Jueves, 21 hs.
Desde hace rato largo que la dupla conformada por Mariano Saba y Andrés Binetti vienen trabajando temas relacionado con la identidad de nuestro país. Nunca han perdido la seriedad en su trabajo pero con un humor que permite tanto la risa como la reflexión. La tan mentada “argentinidad” vista con un lente que permite sacar a relucir cuestiones que hacen a la conformación de la misma, más allá de la miopía (o astigmatismo) propia de quien lo vive en extremos fácilmente reconocibles.En esta ocasión, Saba actúa y Binetti dirige, partiendo de una situación que ubica a una nave argentina con rumbo a Marte. Viajar, partir hacia el rumbo desconocido. A partir de ese momento, comienza una construcción precisa de una teatralidad exquisita, con un texto exacto que plantea opuestos como la necesidad de no apelar al tango para no caer en cierto sentimentalismo que haría replantear el propio ser como sensible. Será la lengua, el lenguaje y su (no) uso y abuso los que darán cuenta de las relaciones entre los seres.
Por otra parte, la utilización de una escenografía y un vestuario plateado, que denota la frialdad del metal permitirá la construcción de sentido en la que se enmarcará la puesta.
Desde ese lugar, planteará preguntas que serán respondidas por cada espectador que decidirá la respuesta a tal interrogante o quedarse solamente con la superficie –sublime- de la puesta.
La metáfora del devenir de la patria a través de un “viaje a ningún lugar” –tal como cantaba David Byrne-, pero que no tiene nada de mágico y mucho de misterioso. La idea del destierro, el viaje y la huida se combinan de varias maneras en una puesta que podría entrar dentro de cierta “ciencia ficción” pero que tampoco deja su lado de “comic”.
Desde ese lugar, planteará preguntas que serán respondidas por cada espectador que decidirá la respuesta a tal interrogante o quedarse solamente con la superficie –sublime- de la puesta.
La metáfora del devenir de la patria a través de un “viaje a ningún lugar” –tal como cantaba David Byrne-, pero que no tiene nada de mágico y mucho de misterioso. La idea del destierro, el viaje y la huida se combinan de varias maneras en una puesta que podría entrar dentro de cierta “ciencia ficción” pero que tampoco deja su lado de “comic”.
Al respecto, los personajes son bien identificables en sus problemáticas que son atravesadas por Borges, el tango, el cuarteto y la nostalgia de la “lejana tierra” de la cual se es parte. Ese interior que muestra esa argentinidad de “lo atamo con alambre” donde el Capitán Perdomo (el siempre exacto Alfredo Martin) es la cabeza visible de una tripulación por demás heterogénea y particular. Quizás hasta podría ser esa “conciencia” sobre la corrección y el arrojo que no todos tienen. El Cordobés, Wolfiasky y el Dandy manejaran los destinos de una nave con rumbo hacia el “planeta rojo” asi como a la humanidad de cada uno de los espectadores.Serán ellos tres junto con el Capitán Perdomo quienes harán de la travesía una vorágine constante de ideas, conceptos y también risas no exentas de reflexión.
Lo que podía ser una fábula que apunta a los años 90 (no olvidar el famoso soliloquio de Carlos Saúl I, “Dentro de poco tiempo se va a licitar un sistema de vuelos espaciales mediante el cual desde una plataforma, que quizá se instale en Córdoba, esas naves van a salir de la atmósfera, se van a remontar a la estratosfera, y desde ahí elegirán el lugar donde quieran ir, de tal forma que en una hora y media podremos estar en Japón, Corea o en cualquier parte del mundo y por supuesto, más adelante en otro planeta si se detecta vida”), viaja directamente al inconsciente colectivo de quienes presencien una puesta tan creativa como corrosiva en tanto preguntas surjan a medida que se desarrolla la misma.
“Esto también pasará” es de esas puestas que se disfrutan en su totalidad y que iran cayendo a medida que pase el tiempo, dando cuenta que, también hay teatro más allá del fin de la función.
Lo que podía ser una fábula que apunta a los años 90 (no olvidar el famoso soliloquio de Carlos Saúl I, “Dentro de poco tiempo se va a licitar un sistema de vuelos espaciales mediante el cual desde una plataforma, que quizá se instale en Córdoba, esas naves van a salir de la atmósfera, se van a remontar a la estratosfera, y desde ahí elegirán el lugar donde quieran ir, de tal forma que en una hora y media podremos estar en Japón, Corea o en cualquier parte del mundo y por supuesto, más adelante en otro planeta si se detecta vida”), viaja directamente al inconsciente colectivo de quienes presencien una puesta tan creativa como corrosiva en tanto preguntas surjan a medida que se desarrolla la misma.
“Esto también pasará” es de esas puestas que se disfrutan en su totalidad y que iran cayendo a medida que pase el tiempo, dando cuenta que, también hay teatro más allá del fin de la función.