No obstante, lo que parece ser algo trivial tanto en su desarrollo como en su contenido, tiene una vuelta de tuerca que permite la resignificación de lo visto a partir de un momento determinado de la obra. Porque lo que parece ser no es tal como se ve sino que abrirá la puerta a varios análisis referidos no solo a las perversiones de los mundos privados sino a cuestiones de poder y en la detentación del mismo.
La escenografía es austera pero correcta, ubicando en tiempo y lugar, hechos que no han pasado de moda sino que se mantienen al día de la fecha, bajo la subrepticia forma de “lo privado” que queda a ser juzgado solo por Dios, tal como lo dice el artículo 14 bis de la Constitución Nacional. Con actuaciones satisfactorias en todos los personajes, el principio supuestamente lento y naif, va corriendo el velo de la incognita para adentrarse en mundos que, si bien no fueron mostrados de manera crudo, la insinuación es lo suficientemente contundente con un final abrupto, de 180°, que dejará boquiabiertos a muchos y con una sonrisa cómplice e irónica a otros.
“Extraño juguete” pone sobre tablas conductas que lejos están de ser un juego, con altura y seriedad.