“Hamlet” (Teatro)

El triunfo del mercado y la brillantina

De William Shakespeare. Traducción: Luis Gregorich. Con Mike Amigorena, Luisa Kuliok, Horacio Peña, Edward Nutkiewicz, Eduardo Bertoglio, María Celeste Gerez, Luciano Linardi, Jose Mehrez, Esmeralda Mitre, Camilo Parodi, Milagros Plaza Diaz y Néstor Sanchez. Vestuario: Marcelo Salvioli. Escenografía: Carlos Di Pasquo. Iluminación: Miguel Morales. Música: Luis María Serra. Asistencia de dirección: Mario Petrosini. Dirección: Juan Carlos Gené.

Teatro Presidente Alvear. Av.Corrientes 1659. Miércoles a Sábado, 21 hs. Domingo, 20 hs.

Hay ocasiones en que suceden distintos acontecimientos que exceden al hecho teatral en si. Ir a ver “Hamlet” al Teatro Presidente Alvear era casi una obligación para los medios. Más los que tuvimos la posibilidad de ver a Mike Amigorena tanto en “El Niño Argentino” como “La noche antes de los bosques”, a Luisa Kuliok en “Alma Inmoral” o la dirección de Juan Carlos Gené en “Bodas de Sangre”.

A caballo de lo mencionado, se hizo caso omiso de algunas cuestiones que se filtraron y fuimos el miércoles 10 de agosto al estreno de prensa de “Hamlet”.

Ya era bastante extraña la situación desde el momento que una puesta del CTBA, venía con producción y prensa privada. Raro, ¿no? Llegamos al teatro y había un pequeño vallado de metal. En un momento, pensé que me había confundido de teatro y fuimos al Premier donde se exhibe “Fortuna II”, la obra (¿?) de Ricardo Fort. No fue asi. El patovica de seguridad me dijo que estaba en el lugar indicado por lo que me dispuse a hacer la cola para ingresar.

Mi primera pregunta es ¿Qué hace un patova en la puerta del teatro? Maria Socas, Marita Ballesteros, Marta Bianchi, Osqui Guzmán, Pablo Codevilla y Nora Cárpena eran algunas de las estrellas que estaban llegando para la función. En la calle, Darío Lopérfido, el flamante director del FIBA, paseaba su blanca (y draculeana) palidez, hablando por celular, sin parar. Con un look que denotaba glamour palermitano con un aire forzado por imitar a Mick Jagger, caminaba por la vereda del teatro, moviendo los hilos de su vuelta al ruedo de la función pública. Quizás, debería visitar algún tribunal para responder algunas cuestionas relacionadas con su “exitoso” paso por la gestión delarruista. Pero, como dice una canción de Sumo, parece que es “mejor no hablar de ciertas cosas”.

El acomodador cumple con su función al tiempo que nos da una pequeña carpeta con información. Es notoria la diferencia entre la gacetilla de la obra –una fotocopia que no resiste mayor análisis-, un volante que intenta explicar en que consisten las elecciones primarias –otra fotocopia- y un volante a todo color, de excelente calidad, con foto incluida, que promociona la agenda cultural del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Para este chivo, hay dinero, color y glamour pero no para la obra y las primarias. No me explayo más en este punto ya que el 47% y después un 63% eligió este tipo de política y el pueblo es inimputable con respecto a sus decisiones…..ja!

Comienza la función. Las luces se apagan. El escenario es amplio y luminoso, con detalles en color rojo. A medida que pasa el tiempo, las expectativas puestas en el clásico shakespereano caen como un piano desde un décimo piso. El desarrollo es lento y forzado.  A Mike Amigorena se lo ve atado pero cumpliendo, para dar vida a un Hamlet con visos de forzada actualización. Lo mismo ocurre con una Luisa Kuliok correcta para su Gertrudis. A Edward Nutkiewicz -el Rey Claudio-, se lo escucha a contramano de la puesta. Su voz nos recuerda a un personaje famoso, del que me acordaré más adelante. Además, mantiene un lenguaje más cercano –sobreactuación mediante- a la impronta del gran escritor británico. No ocurre lo mismo con los otros personajes en los que el “vos” ubica a Hamlet en Argentina, en un tiempo no determinado aunque el vestuario se esfuerce en colocarlo en el tiempo correcto.

Párrafo aparte para Esmeralda Mitre, la novia de Lopérfido, en su rol de Ofelia. Poco creíble, sin vuelo ni matices. No puede uno menos que preguntar si se elegía a una actriz seria, de logrados pergaminos, a qué nivel hubiera podido elevar a semejante personaje. No fue el caso y Ofelia transitó entre la desmesura y lo grotesco. Pero, si ella es el motivo principal del existir de esta puesta, no puede menos que reservarse un papel acorde a su poder y a su ego. Si hablamos de actuación, componer un personaje y demás, hace agua por todos lados.

La puesta se hace tediosa a medida que pasan los minutos. Varias personas se levantan y retiran antes de tiempo. Algunos mandan mensajes de texto y la puesta logró que, a esa altura, tampoco me den muchas ganas de decirles algo a estos irrespetuosos teniendo en cuenta lo que estábamos presenciando. De más está decir que no es que no se haya trabajado el texto sino que fue en dirección equivocada. El deseo de aggiornamiento no termina de dar sus frutos en cuanto Shakespeare no termina amalgamándose con el “vos” de estas tierras. Menos, con un Hamlet en patines.

Termina la función y se escuchan los típicos aplausos de función de prensa. Algunos periodistas dirán que no les gustó nada lo visto pero después se “borocotizan” por motivos obvios de trabajo y/o amistad mientras que otros decimos lo que pensamos tanto en el teatro como en el papel (o pantalla web). Charlamos con algunos colegas y uno de ellos me señala la presencia del ex técnico de la Selección Argentina, Alfio “Coco” Basile. ¡Ahí estaba la voz de Nutkiewicz! ¿Reinaldo “Mostaza” Merlo –intimo amigo del Coco- habrá brindado su ayuda para la creación del Rey Claudio? La incógnita no será develada ya que, mientras nos devanábamos los sesos al respecto, vemos salir a Daniel Hadad de la sala. Ahí dijimos “es momento de la retirada” y así fue.

Rezamos para que el colectivo 5 nos deposite con celeridad en Floresta pero en ese viaje, vivimos la única alegría de la noche. Escucho al señor que está sentado delante de mío –al que denominaré Pablo- llamando por su teléfono celular. Cuando lo atienden, dice: “Hola, mi nombre es Pablo. Lo llamaba para decirle que encontré este teléfono celular en el teatro en el que trabajo. Parece que alguien se lo olvidó y quería devolverlo”. Después, llama a la madre del damnificado que entiende la mitad de lo que le dicen/explican. A los pocos minutos, el dueño del celular –al que llamaré Marcos-, se comunica con Pablo y arreglan para encontrarse para la devolución del teléfono. Escucho con atención y me hace feliz hallar gente solidaria.

Más allá de «Hamlet», la verdadera obra “de arte” la realizó un tal Pablo que no tiene prensa privada, un circo alrededor ni nada por el estilo. Solo, la buena voluntad de devolver aquello que no le pertenece.

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