Juana La Loca (Teatro)

Alta en la torre.
 
De Pepe Cibrián Campoy. Con María Seghini. Asistencia de dirección: Laura Assieu. Música original: Ana Foutel. Vestuario y escenografía: Pepe Uría. Diseño de iluminación: Daniel Gismondi. Realización de vestuario: Patricia Terán. Fotografía: Emiliano Chico. Video: Carolina Jaureguiberry. Redes sociales: Franco Secco. Duración: 65 mins. Dirección: Ana Padilla.

Patio de Actores. Lerma 568. Jueves, 20.30 hs.

Ella está en el centro del escenario. Habla y dice su verdad, con un trono de testigo de su parlamento. Va y viene, se sienta y se levanta para continuar su descarga verborrágica. Pero ojo, a no confundirse. No responde tanto al mote que le asignó y por el cual es conocida a través de la historia.

Ella es Juana, la reina, la madre, la mujer y la convicta. La que tuvo todo y se quedó sin nada, cortesía de los privilegios machistas de la época que no perdonaban a la mujer que intentase salir de su corset.
Pero Juana era así. Visceral, con poco apego a cierto protocolo monárquico aunque con un amor por demás particular hacia su esposo Felipe, de apodo “El Hermoso”.
 
Pepe Cibrián Campoy pone su pluma a disposición del “lado B” de la historia oficial de Juana I de Castilla. Se desmarca de aquella que se cuenta y se divulga, amparada en un marco de legitimidad que no siempre -mejor dicho, casi nunca- se acerca a la verdad. Por el contrario, busca crear un imaginario sobre una figura determinada para su difusión y consumo. De ahí que el texto sea fundamental para escuchar en tanto letra y silencio asi como las diversas aristas con las que cuenta. 
Cada uno de los momentos relatados por Juana, en especial, la relación que tiene con su propia madre Isabel La Católica y el rey Felipe, combinan el sentir de quien lo ha vivido/sufrido todo pero sin querer rendirse a un destino preestablecido. Es la rebeldía que emerge desde el lado oscuro al que fue condenada para visibilizar su calvario y buscar algún tipo de reivindicación. Alguien que, con virtudes y defectos, amó, lloró y soportó situaciones a las que no estaba preparada y quizás, tampoco deseaba. Parafraseando a un gran “filósofo” (y leyenda) argentino contemporáneo, “De una patada en el culo pasé a la cima del mundo” y Juana –como aquél que dijo esta frase- no quería ser ejemplo de nada ni de nadie.
 
El vestuario y la escenografía son acordes a lo requerido al tiempo que la iluminación se destaca en la creación de climas y diálogos que mantiene la monarca. La dirección de Ana Padilla hizo del “menos es más” un estandarte que lleva adelante con precisión, en tanto potencia el texto, en tándem con la acertada interpretación de María Seghini. 
 
Con poco más de una hora, “Juana la Loca” da cuenta de la pasión de una mujer que fue la soberana de un Imperio pero sin tener el poder que le confería su investidura. De ahí, surge un ácido diálogo con una realidad de
 plena lucha y reivindicación de los derechos de las mujeres. Va más allá de los libros en los que hay ganadores visibles y perdedores ocultos. Si la historia la escriben los (hombres) que ganan, eso quiere decir que hay otra historia, que sería la verdadera historia. Quien quiera oir….puede venir al Patio de Actores. Pasen y vean, Juana les está esperando para hablar al respecto.

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