Juegos de Fábrica (Teatro)

Niños y realidades paralelas

Libro, puesta en escena y dirección general: Nicolás Manasseri. Con Renzo Morelli, Maru Villamonte, Fernanda Provenzano, Belen Ucar, Martina Zapico, Micaela Pierani , Nacho Medina y Lu Fernandez Mendez. Música Original y banda en vivo: Iván Mazzieri –bajo-, Ignacio Arigós –guitarra- y Agustin Bandiera –batería-. Dirección Musical y letra de canciones: Iván Mazzieri. Arreglos Musicales: Banda Juegos de Fábrica. Coreografía y Vestuario: Fernanda Provenzano. Dirección de Arte: Lucila Rojo. Diseño de escenografía e iluminación: Pablo Baianna. Diseño de sonido: Maxi Huitman. Diseño grafico: Martin Bayne. Stage Manager: Claudia Gutierrez. Dirección de Actores: Nicolas Manasseri. Asistente de Dirección: Sergio Cirigliano. Asistente de Producción: Denise Campos. Producción ejecutiva y Producción general: Diego Feldman.

Teatro IFT. Boulogne Sur Mer 549. Miércoles, 21 hs.


¿Un musical con un trasfondo de sordidez y marginalidad? Si, es posible. Más aún con una banda en vivo, que suena con mucha potencia, tal como ocurre en “Juegos de fábrica”. Aquí, la acción se desarrolla en torno a un juego de niños que tiene mucho de realidad. Ocho chicos juegan a ser adultos con roles bien definidos al tiempo que reproducen los valores con los que fueron educados. Los juegos van y vienen entre realidad y ficción y plasman sus personalidades y perversiones. El placer se obtiene a través de la humillación del otro y el ejercicio del poder supremo. Todo en el marco de una fábrica, que también podría ser un conventillo. Los juegos van y vienen entre realidad y ficción y plasman sus personalidades y perversiones. Los roles se encuentran bien diferenciados. Todo sirve para plasmar la reproducción constante de un modelo opresivo y caníbal.

El grupo cuenta con un líder, quien dice qué está bien y qué está mal, su hermano, un par de amigos, un tanito que llega a la fábrica y no entiende bien como es la situación. La dramaturgia va y viene entre “un juego de niños” con una realidad solapada por un contexto de violencia. Si bien la acción se ubica en las primeras décadas del siglo XX, estos chicos serían el reflejo de una sociedad que mucho no ha cambiado en varios aspectos. Un personaje como Uno, el líder, es muy común encontrarlo en cualquier ámbito social, así como otros que son capaces de seguirlo con tal de mantener aquello que éste les brinda, algo muy en boga dentro de las clases medias argentinas (más que nada, porteñas). Y al que es diferente –sea por el motivo que sea- se lo deja de lado o se lo elimina.
El placer se obtiene a través de la humillación del otro y el ejercicio del poder supremo. Paradójicamente, los que podrían denominarse “buenos” son despóticos, dictatoriales y mantienen las buenas costumbres. En cambio, los “malos”, aquellos que no siguen las reglas y no son como todos. Los primeros respetan el bien común, el “deber ser” y cualquier alejamiento a estas normas será castigado.

La música es fundamental y es la que marca el pulso de la obra. Allí, los actores-cantantes dan cuenta de su versatilidad en la que, a diferencia de varios “consagrados”, desarrollan ambas facetas con solvencia. Las letras de las canciones retoman varios puntos de la dramaturgia con una poética fuerte. El sonido deberá ser exacto para que pueda apreciarse la obra en su totalidad.

“Juegos de fábrica” busca reflexionar y mostrar una mirada cruda de los niños y sus acciones así como la forma en que crecen y educan para convertirse en adultos responsables del futuro de un país. Todo en un envase dramático y un aggiornamiento a la época que permite la fácil comprensión y penosa identificación por parte del espectador.

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