Mordacidad y acidez son los elementos básicos que manejan para hacer del humor, no solo una efecto buscado sino una toma de posición y de conciencia. El manejo que se realiza de los títeres y la versatilidad de las voces para las distintas canciones es encomiable y de muy buena factura. El crisol que se muestra en los personajes es una perfecta muestra de lo que sería una sociedad “moderna y abierta” en la que vive uno, como individuo “moderno y abierto” que es, no? El desarrollo de las situaciones son interesantes pero hay que dar cuenta de un buen trabajo en la traducción ya que no se ve afectado el nudo de la puesta por esta situación que, en ocasiones, es insalvable. Se adapta pero sin fórceps y todo es aprehensible y reconocible.
Los personajes tienen sus matices que son bien desarrollados asi como el montaje general de la puesta, logrado con una caracterización interesante. Las actuaciones son valiosas y se destaca el hecho que los actores no son originalmente, manipuladores de títeres. Mariano Chiesa y Melania Lenoir llevan adelante a los personajes centrales de Princeton y Kate Monster con solvencia y simpatía al igual que German Tripel –mucho más que un ex Mambrú- y Silvana Tomé –la corrosiva Chow Fan-. No obstante, hay un punto en que se hace larga la puesta con algunos minutos de más, sabiendo ya como va a terminar la situación. El intervalo hace que la tensión producida por la puesta baje y que, si bien después se retoma, no era necesario. Es como querer “ganar dos veces” la misma partida.