Lo primero es la familia
Con Sol Ricci, Demián Salomón y Cecile Caillon. Diseño de Escenografía y de Vestuario: Mora Montemurro. Voz en Off: Damián Ianniello. Dibujo original: Guillermo Torres. Fotografìa: Estefanía Piotrkowski. Asistente de dirección: Gerónimo Reig. Dramaturgia y Dirección: Laura Eva Avelluto.
Multiespacio JXI Palermo. Gascón 1474. Domingos 18.30hs.
Aquella sentencia con la que cerraba Guillermo Francella en “Los Benvenutto” se fue resignificando a través de los tiempos. Más aún en el teatro en el que las familias siempre fueron un tema a desarrollar. Ni que hablar de la tan mentada “familia disfuncional”. No obstante, de tanto en tanto, surgen perlas que le dan una vuelta de tuerca a la situación y la ubican en otro nivel. Tal es el caso de “La niña jamón”.Aquí, Eugenio está feliz porque va a presentarle su novia a su mamá. Ésta, dura y dominante, es una mujer de armas tomar, con un carácter fuerte, por no decir dictatorial. La novia de Eugenio se llama Eugenia, al igual que la hermana del joven, perdida en circunstancias por demás extrañas. Con un vestido rojo impecable, Eugenia entra –al igual que todos los espectadores-, en un ámbito donde nunca fue mejor puesto el dicho de “cada familia es un mundo”. Muebles y una decoración que parece haber quedado en el tiempo, son el marco para una puesta corrosiva e imaginativa, donde todas las pesadillas que uno puede tener sobre una familia política se hacen realidad. Igualmente, estas pesadillas se hacen extensibles a familias rígidas en sus crianzas, que hacen imposible casi el desarrollo del individuo por los preconceptos con los que se basan. Es allí, donde la figura de la madre logra captar la atención debido a su forma de manejar la situación, ya sea a través del grito, la manipulación o la culpa. Algo que no está muy alejado de los parámetros de la crianza de gran cantidad de personas, hoy adultos (o no tanto) reproductores de un mandato que lo hacen por comodidad, o por el simple hecho del miedo al cambio.
En “La niña jamón”, todo se sugiere y el “menos es más” es palpable. Desde el vestuario que contrasta dos mundos hasta una escenografía ilustrativa de unas vivencias en las que el reloj se detuvo en sus agujas pero no en su funcionamiento. El trazo de los personajes es exacto porque es elocuente en sus conductas pero sin caer en la exageración, con lo cual esa exactitud permite la identificación y porque no decirlo, cierto pavor frente a la misma. Más aún cuando Eugenio, el hijo, será quien se enfrente ante la dicotomía del cambio o la reproducción continua de un modelo por demás perverso.
Laura Avelluto creó y dirigió con altura una puesta que toma una situación que, fácilmente, se podría haber ido hacia una comicidad casi bizarra, pero la encaminó hacia un lugar más corrosivo, con mucho para reflexionar.
La “Niña Jamón” inquiere y te lleva de paseo por pesadillas familiares de las cuales no se está exento.