Por las noches, la soledad desespera…
Dramaturgia y dirección: Macarena García Lenzi. Con Karina Elsztein, Valeria Giorcelli y Noelia Prieto. Diseño de vestuario: Laura Ohman. Diseño de escenografía: Duilio Della Pittima. Realización de escenografía: Duilio Della Pittima. Diseño sonoro: Santiago Zorrilla. Redes Sociales: @lapacienciateatro. Diseño De Iluminación: Julián Alerta Mujica. Fotografía: Vircha Rojas. Diseño gráfico: Martín Gorricho, Lautaro Parada. Asistencia de dirección: Laura Visconti. Producción: Macarena García Lenzi, Laura Visconti
El Camarín de las Musas. Mario Bravo 960. Sábado, 20.30 h.

Por Cecilia Inés Villarreal
La enfermera del cuadro pide silencio. Su rostro, mundialmente conocido es icónico. El dato de color es que la protagonista era una modelo argentina llamada Muriel Mercedes Wabney. Ese sigilo de salud, quietud, paciencia y vocación repercute en los nosocomios. Un mutismo que invade las salas de cuidados intensivos pero que, paradójicamente es ensordecedor, tanto para los enfermos como para los enfermeros. “Un montón de bocas como parlantes saturan el aire”, como rezaba una canción conocida.
La nueva creación teatral de Macarena García Lenzi retrata el universo de las profesionales de la salud, cuyo status no es tenido en cuenta. Su reconocimiento es paupérrimo. A diferencia de «Mis cosas preferidas«, García Lenzi se posiciona en clave tragicómica. Aquí, pone el ojo en el quehacer abnegado de tres enfermeras que tienen a cargo a cuatro pacientes en estado terminal. Todo, mientras navegan en las aguas turbulentas de los recortes presupuestarios, la excelencia de su trabajo y el trato digno a aquellos que están en el final de su vida.
La temática sobre la vejez y las múltiples formas de dirigirnos a los ¿viejos, personas mayores, ancianos, abuelos? sobrevuela entre luces y sombras, el más acá y el más allá. El equilibrio justo entre esa ambivalencia de infantilización, condescendencia y dignidad se refleja en la pieza teatral. De cierta manera, se vincula con la notable «Los bienes visibles» de Juan Pablo Gómez donde la familia, el paso del tiempo y la muerte se dan cita. Una constelación de temas incómodos para hablar en una mesa dominguera y agitar el avispero. Los secretos se desenredan en este ovillo de historias personales de las enfermeras. Lo maternal y lo sacrificial son sus atributos. Si son «las cuidadoras», ¿quién las cuida a ellas? Esa unilateralidad amorosa es la punta del iceberg donde un chispazo es letal.
Un tal Job tenía la capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse, más allá de las pruebas que Dios le imponía. Ese estoicismo bíblico, hoy en día, es inverosímil. Destrozaría la salud mental de cualquiera. No obstante, la procesión va por dentro en el accionar de los personajes. El temple y la entereza se encuentran en el exterior hasta que llegue el desastre. Hay que seguir, cueste lo que cueste.
La actuación de la tríada Elsztein-Giorcelli-Prieto se luce de manera conjunta e individual. Los diálogos y los silencios son actuales, no pasan de moda. La realidad más cruda se vuelve más digerible con el humor negro. El registro y el tono se disfrutan de principio a fin al tiempo que la atmósfera de alienación es bien palpable. No es casualidad que las mujeres sean las cuidadoras. Un porcentaje ínfimo de varones son enfermeros, por ejemplo.
«La paciencia» esboza varios temas dolorosos para la coyuntura actual. El deterioro del hospital público, el abandono, el daño a la salud mental son caras de una misma figura geométrica, aunque se las quiera separar u ocultar. Es hora que abandonemos el estado de mansedumbre, de corderos para convertirnos en ovejas negras y saltar la cerca. Y no precisamente porque alguien nos esté soñando y contando, sino que nosotros seamos los que estemos despiertos