Amores cruzados
Dramaturgia y dirección: Patricio Abadi. Con Umbra Colombo y Laura López Moyano. Escenografía: Gonzalo Cordoba Estevez. Diseño de luces: Ricardo Sica. Operación técnica: Mauro Gianera. Fotografía: Pablo Scavino. Asistencia de dirección: Natalia Farano, Laura Litvinoff. Colaboración artística: Alfredo Stuart.
Teatro Onírico. Fitz Roy 1846. Viernes, 21 hs.
Hace muchos años, Paul Mc Cartney decía que “hay gente que quiere llenar el mundo de tontas canciones de amor” y se preguntaba de manera retórica “¿Qué hay de malo en eso?”. En el caso de Andrea y Martina, es otra historia –en vez de canción- de amor. De más está decir que no hay nada de malo sino todo lo contrario, que hay mucho de bueno.
Andrea abre el juego relatando su propia historia. Frágil y bella, cuenta la forma en que conoció a Martina en el Conservatorio. Ella, dramaturga con horizonte ligado a Alejandra Pizarnik, de modales toscos y talento incomparable para las letras, será el Yang de una relación que atravesará todos los dimes y diretes que pueden ocurrir.
Ellas cuentan su historia. Hablan con el corazón en la mano pero sin caer en los lugares comunes de la cursilería. Por el contrario, la sutileza de sus palabras dará un cariz imprevisible al desarrollo de la puesta. Esto se lo debemos al muy buen texto pergeñado por Patricio Abadi. A través de una sentida y perspicaz dramaturgia, se destaca el hecho que un hombre se sumerja en un universo que le es desconocido en todo sentido, tal como es el universo de un amor femenino. Si bien el amor puede ser universal, los personajes tendrán características particulares aun a pesar de contar con un dibujo grueso en el trazo de ambos. Allí es donde las actrices dotan de vida propia a ambas, a través de la poética de Abadi. Andrea será la piedra donde solo Martina esculpirá su escritura. Actriz destinada a interpretar los textos viciados de inteligencia y sensibilidad, constituirán una pareja atrapante, donde una complementa a la otra en su totalidad. El amor tortuoso es el que atraviesa la puesta alejándose de cuestiones más almibaradas para abrir el juego a una experiencia más rica e intrigante.
Con una puesta ascética y con una austera y exacta escenografía, el acento estará puesto en las palabras y las actuaciones. Umbra Colombo será una Andrea sentida y querible, que busca el querer y ser querida, sin prisa pero sin pausa, llevándola a situaciones y lugares impensados. En cambio, Laura López Moyano vuelve a entregar una creación excelente. Su Martina logra los momentos de mayor hilaridad de la puesta pero también llevando una carga dramática fuerte. La de aquellas personas que se muestran fuertes por fuera pero frágiles y dulces por dentro.
Pasó el tiempo y retomando a la música, recordamos que Joaquin Sabina decía que “el amor cuando no muere mata/Porque amores que matan nunca mueren”. Si sabrán de esto Martina y Andrea, dos mujeres valientes que apostaron por el camino más difícil del amor, en una puesta de excelencia.