Dramaturgia y dirección: Pablo Caramelo. Con Federico Iglesias, Diego López, César Riveros, Luciana Serio y María Viau. Realización de vestuario: Mauro Petrillo. Música original: Joaquín Daglio. Operación de luces: Brian Brown. Diseño: Bibiana Alflalo. Fotografía: Agustina Sentana, Tomas Serio. Asistencia de dirección y producción ejecutiva: Nery Mucci. Coaching De Canto: Ingrid Liberman.
Abasto Social Club. Yatay 666. Sábado, 20.30 hs.

La puesta es expansiva en todo el sentido de la palabra, tanto desde la magnífica utilización del espacio hasta las alusiones que atraviesan al texto. Es menester decir que el espacio que toma la puesta abarca a casi todo el teatro. Inclusive al portón contiguo a la entrada principal, donde se logrará una de las escenas más espectaculares de la puesta, con coche incluido. Hay creación y resignificación de ese espacio el que el velatorio se transformará en un púlpito político asi como en un confesionario, con trastienda mortuoria incluida. Allí es donde el texto tendrá la palabra de su lado. Cada uno de los “apropiadores” tendrá su propia visión con respecto al futuro. La duda es un esbozo de traición al tiempo que la situación pide definiciones con respecto a la forma en que se continuará. Diatribas de diversa índole atravesadas por ideas de militancia no exentas de romanticismo y heroísmo.
La declaración política brinda un guiño a la militancia que está hecha teatro, pero desde un lugar en el que inquiere con respecto esos años 70 tan recordados como vituperados según el uso de quien los tome. Las alusiones con respecto a esa figura política, desbordante de carisma que partió hacia la inmortalidad harán que se preste atención al más mínimo detalle. Ellos y su líder, el amor y la lealtad, donde se plasmará un ida y vuelta de devoción casi divina a nivel político. Pero, también planteará la dicotomía de la “vanguardia iluminada” que guía a una gran mayoría. Serán estas algunas cuestiones que harán crecer a la puesta a niveles insospechados. Ni hablar si cada espectador cruza lo dicho con una variable fundamental: la edad, amén de las vivencias propias en el campo político.
El texto pergeñado por Pablo Caramelo describe y pregunta. Exige atención al respecto, sobre un futuro de orfandad en tanto sin el faro que guie al pueblo hacia ese destino de grandeza que tanto se le viene negando. En ese preciso instante, es cuando las actuaciones ya han llegado a un vértigo y una consistencia por demás destacable. Cada uno de los cinco personajes son interpretados con un convencimiento y una credibilidad digna de elogio. Será en la intersección entre los personajes y el bagaje personal que tenga cada uno de los espectadores, donde resida la riqueza de la obra. Se construirá y eclosionará de manera absolutamente personal, no sin antes plantear interrogantes y dudas.
Como si fuera la postal de una época, recortando una realidad a prueba del tiempo, sin que pueda ser dañada por el trascurrir de los años, pero en un diálogo inquietante con la realidad, empieza y termina “La vida compartida”. Recomendable para ver más de una vez y poder debatirla a la salida, es de esas obras curiosas e inteligentes que plantean problemas al tiempo que deja muchas cabezas a punto de estallar de preguntas y, lo que es aún mejor, de una curiosidad en ebullición con respecto a lo ocurrido.