El problema es que en Nochebuena, la policía lo viene a buscar a Juan y le destroza la casa con Emilia y Constanza, la bebe de ambos, adentro. La aparición de Mariana, hermana de Emilia, en las antípodas de esta, brindará otro punto para ver una puesta descriptiva en su mayor parte.
Aquí no hay romanticismo de ningún tipo ni reivindicaciones de clase o de intención de progresar ya que Mariana se fue en busca de un mejor porvenir y le fue mal y Emilia, no tuvo ni siquiera el ansia de mejora. Aquí es un cuento liso y llano en el que nadie es bueno y todos hacen lo mejor que le sale para paliar su propio egoísmo. Aquí, los actores se anuncian y se meten inmediatamente dentro de la puesta, intercambiando los roles de narrador y actor de la misma. Es un recurso interesante cuando se tiene la versatilidad para diferenciar situaciones y personajes. Allí, Emilia Romero no termina de separar a una oficial de policía y a su personaje Emilia, más allá de que, quizás, sean parecidas por razones que no vienen al caso detallar. Mariana Ortiz Lozada dota con naturalidad a su hermana mayor al igual que Juan Mako a su dealer inescrupuloso.
La puesta en sí, es minimalista en tanto escenografía, más allá de la pantalla de video que hace las veces de ventana y que no termina de conformar en tanto su participación en la puesta, extendiéndola más de lo debido. No obstante, el hecho de la entrada y salida de los actores para acomodar los elementos e iniciar una nueva escena, se ve desprolija.
Visceral y caótica, “Manos translucidas….” se deja ver, con algunos puntos a considerar.