Las buenas historias cotizan en bolsa. Más aún si son comedias con personajes entrañables, bien trazados pero viviendo en la realidad, con los pies en la tierra.
Los cruces son múltiples al tiempo que ricos y muy bien desarrollados. No solo hay un planteo ético que sufre Amanda entre el proyecto colectivo de la murga o intentar reconquistar a su viejo enamorado sino que aborda con mucho humor la posibilidad de que dos áreas muy diferenciadas ocupen un mismo espacio. Digámoslo de esta manera, ¿murga y psicoanálisis pueden estar en un mismo ámbito? ¿Son compatibles o uno está en una instancia superior al otro? ¿Por qué uno debería ser considerado con mayor «seriedad» que el otro? Estos interrogantes se plantean no desde una barricada o un tratado sino desde una historia lúdica, afín a cualquier persona.
Por otra parte, cada uno de los personajes cuenta con contradicciones personales facilmente identificables o que llevan, a lo sumo, a una reflexión al respecto. Tal es la situación de Pilcha, la chica francesa que ve todo desde su óptica primermundista donde, en el caso de ella, busca mejorar las situaciones pero….bajo su criterio de persona «ilustrada con sensibilidad social». Incluso la relación psicólogo-paciente es puesta en jaque donde lo dicho por el primero será llevado a cabo por la segunda, ¡perjudicando el interés del profesional!
El ritmo de la puesta no baja en ningún momento. Dinámica y divertida, utiliza el espacio necesario para crear un ambiente exacto a lo que se relata. Las actuaciones son emotivas y están en su tono exacto, permitiendo el lucimiento de cada uno de los actores en determinados momentos. La dramaturgia es atrapante y mantiene la tensión hasta último momento con un final imprevisto y con la participación fundamental de uno de los personajes de una forma por demás inesperada.
“Murga” divierte mientras reflexiona, algo que no muchas puestas pueden darse el lujo de intentarlo con éxito.