Periodismo: Cuando el amor justifica todo.

Tras un 2014 de actividad febril, y a través de la charla y el debate constante, han surgido algunos puntos a considerar dentro de lo que podría llamarse “la crítica” y “el periodismo”. Si bien no creo que sean lo mismo, hay algunos tópicos que afectan a ambas actividades.

Antes que nada, hay que ver donde se ubica el crítico o periodista frente a los eventos de los cuales tiene que dar cuenta. Si se lo invita a una función de prensa de una obra en la calle Corrientes, es prácticamente imposible alzar una voz “crítica” –valga la redundancia- sobre lo que se ha visto. Es probable que exista la sensación que se podrá ver una puesta que no te convence –desde el punto de vista profesional- pero sabes que todo el mundo va a decir que es «maravilloso», solo porque hay que decirlo.
A través del tiempo, esta práctica –que se ha extendido al teatro off- se desarrolló hasta tal punto que el crítico/periodista termina diciendo que todo “es genial”. Uno de los motivos es por el simple hecho de no perder el favor de quien lo invita a “cubrir” el evento (recital/función de prensa de cine o teatro).

Entre las argumentaciones favoritas para decir que “todo es genial” es que se trabaja “con el cuerpo y el alma”, “con los sentimientos” y con “mucho amor” (ya volveremos con este punto). Creo que cualquier actividad que se realice a partir de un placer que excede lo económico, se hace con amor. Esto no implica que, al realizarse con “amor”, brinde un aura de calidad.
Desde el momento en que salimos de las cuatro paredes de nuestro ámbito privado –domicilio, sala de ensayo, etc- y convocamos a gente para que vea lo que uno realiza –más aún con el pago de una entrada-, estamos poniendo el trabajo realizado bajo la lupa de terceros que, llegado el caso, pueden no coincidir con la propuesta. ¡Y está bien que esto ocurra!

Me ha pasado de conversar con algún que otro colega sobre alguna obra de teatro.


Yo: “XXX” no me pareció interesante….
Colega: ¿No? A mi si….
Yo: ¿Si? ¿Qué es lo que destacas?
Colega: El arte es subjetivo
Yo: Es que no digo lo contrario. Te estoy pidiendo que me digas que te pareció destacable de la puesta.
Colega: Las ganas que le ponen para llevar adelante la obra….
Yo: Mirá…yo le pongo unas ganas terribles cuando toco la guitarra pero no soy Eric Clapton. Por más ganas que le ponga, eso no me hace un buen guitarrista. 

Al respecto, siempre hago alusión a los “megustadores seriales”, seres que ponen “me gusta” a todo, sin ningún tipo de prurito si es teatro de revistas, musicales, clown, rock, cumbia o música clásica. Estos “megustadores” son los que, paradójicamente, aparecen en todos lados porque son lo “suficientemente sensibles” para destacar algo. ¿El juicio crítico? Bien, gracias.


Igualmente, los “megustadores seriales” son los primeros que son avalados, legitimados y requeridos en todos lados por lo que acabamos de describir. Nunca osarían decir algo en contra de alguien. Esto me recuerda lo que dice un famoso tango. “¡Ignorante, sabio o chorro/generoso o estafador!/¡Todo es igual!/¡Nada es mejor!”.
Me ha pasado ver críticas de teatro que confundían títeres con marionetas y se la exhibía por el simple hecho que hablaba bien de la obra que se difundía. ¿A quién le sirve eso? ¿Al ego carente de autocrítica del artista o al ego carente de autocrítica de la periodista (?) que escribió esa barbaridad?


Por este motivo, es común ver a todo tipo de eventos a “megustadores” que pueden ser periodistas, críticos, productores o fans que cuentan lo que ven. Vuelvo a lo planteado antes ¿Y el juicio crítico?¿A alguien le interesa un juicio crítico que ose poner en duda las “bondades” de lo que se ve sobre tablas y se publicita con bombos y platillos?


En este vorágine de sucesos, no puedo dejar de destacar algún periodista de amplio cartel y visibilidad, que ha creado un monopolio del conocimiento –como si su conocimiento (que dice tener) sea el único valedero- y se vanagloria de lo mucho que va al teatro –¡¡¡hasta tiene “premios propios” y todo!!!-  pero no se lo ve mucho en las salas. Inclusive, se puede confundir de actores y actrices sin darse cuenta que los está entrevistando, en ese preciso instante. Al respecto, su aura de sabiduría es puesta en duda por muchos colegas, actores, directores y prenseros pero………terminan legitimando sus “deslices” por el poder que –dicen- que tiene. Nos volvemos a topar con la pregunta “quien legitima a quién y por qué”. 

Nadie pone en duda que una obra haya sido hecha con amor, pero ¿eso lo justifica todo? Marcelo Bielsa dijo una vez que le molestaba que le destaquen su honestidad porque consideraba que “el hombre nace honesto. No trabaja para ser honesto sino para mejorar en la actividad que realice”. Por ese mismo motivo, el usar al “amor” como justificativo de cualquier desastre, naufraga como explicación, porque en ese caso, nivelaría para abajo al esbozar que, por carencia de juicio crítico a lo desarrollado, “todo es bueno, excelente, sublime, lleno de luz y energía” y demás adjetivos. 

En una entrevista para la revista Tónica, hablábamos con Natalia Gauna de estas cuestiones. Retomo lo dicho en aquella ocasión “Ante cualquier esbozo de intercambio de pareceres, muchos se van por la tangente diciendo que “todo es bueno”, “todo es respetable”. Si una persona que se hace llamar “crítico” y -retomando ejemplos-  pone en un nivel de igualdad a Los Beatles con Tan Biónica para después escudarse en el “todo es respetable”, sin argumentar al respecto, falta notoriamente a su función. No es lo mismo una “charla de café” que el brindar una explicación desde un lugar determinado como el del “critico”, “periodista”, etc”. (La nota entera la pueden leer aquí http://revistatonica.com/2014/07/04/daniel-gaguine-hay-una-tendencia-a-respetar-a-las-vacas-sagradas-del-arte-y-del-periodismo/-Hay reportajes a críticos/periodistas muy respetados/respetables como Mónica Berman, Carlos Fos, Verónica Escalante y Teresa Gatto, entre otros) 

Me ha tocado compartir jurados y redacciones y conozco bastante a aquellos que, amparándose en intangibles valederos como “trayectoria” o “conocimiento”, se sientan sobre sus laureles –algunos ya bastante marchitos- y dictan sentencia como jueces inapelables.
Escuchar barbaridades como “una obra de menos de una hora no es teatro” o que haya jurados que no van a ver obras porque les queda “lejos de casa” (un colectivo con un viaje de 45 minutos) o directamente no tienen ganas, faltando a la función para la que han sido convocados, es lamentable. Esto, sin contar a aquellos “profesionales” que dicen que todo lo de la calle Corrientes es “excelente” sea lo que sea que vean.
Nuevamente, la discusión va a girar ante la legitimación y su reproducción. Pero claro, como es todo “excelente” y algunos trabajan en medios masivos de comunicación, ya tienen un aura de seriedad en lo que escriben. Esto incluye que digan que les gustó una obra cuya entrada sea de $ 400 por el simple hecho de quedar bien con el actor y/o prensero amigo. Eso si, el escribir esta crónica acomodaticia que forma opinión en los demás y/o los haga gastar plata en un espectáculo que, en realidad, no le pareció de calidad pero lo puso como tal por su obsecuencia, es meterle la mano en el bolsillo al lector.

El periodismo no puede convertirse en una ONG de egos y sensibilidades de variada índole sino en mantener el juicio crítico con respecto a lo que se ve, con las herramientas de siempre: conocimiento, honestidad, seriedad y capacidad de análisis.

Para finalizar, veo una discusión entre los periodistas Horacio Pagani y Martín Arévalo. Más allá del estilo “desenfrenado” de Pagani, le espetó al creador de neologismos como “descarnizada” o “Vorayyyyine”. (https://www.youtube.com/watch?v=36fdUC3J070), que era “un vocero de los dirigentes”. Pagani también suele acusar a los jugadores de fútbol de ser “obedientes cumplidores de órdenes”. Mi pregunta es si los periodistas/críticos, en el ámbito del teatro, no están haciendo lo mismo ya que el discurso crítico solo es valedero siempre y cuando se diga y alabe “lo maravilloso” que es la obra presentada.

Se inicia el 2015 y la idea es llamar un poco a la reflexión con lo dicho anteriormente. No está bueno ejercer un oficio/profesión tan bello como el periodismo para terminar banalizando su capital más importante como el conocimiento y la honestidad, por la miopía incurable del ombligo propio. Ojo, no se enojen con esto que digo. Va con “onda”, con la mejor “energía” y “todo mi amor”.

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