Es en este ida y vuelta donde las acciones van y vienen a través de un tiempo que no se corresponde con el del observador de la escena. Este es quien reflexiona sobre distintos acontecimientos, provocando una fotografía en vivo en la que los hechos se condicen. Con un vestuario exactamente atemporal y una escenografía acorde, las actuaciones mantienen el ritmo de la puesta con una cadencia particular. El uso de multimedia le da un aura de ensueño que se condice con la creación constante de imágenes por parte de los personajes. Algunas serán oníricas, otras más poéticas e incluso, descarnadas y más salvajes.
Allí es donde radica la riqueza del texto, con ciertos guiños al surrealismo, que despertará tantos interrogantes como dudas a medida que las palabras van dándose a conocer. Por este motivo, para algunos espectadores será una apertura a un mundo nuevo mientras que para otros podrá llegar a tornarse en un enigma de difícil resolución. Al respecto, las actuaciones son correctas aunque se aprecia su apego a las marcaciones de un texto que abre la puerta para el ensueño más no tanto para interpretación y composición de los personajes.