Basada en una noticia de los años 50, cuenta con un doble escenario, el primero de los cuales sería una introducción a la historia que sigue y posterior pasaje del público de un escenario a otro. Una niña habría adquirido un virus que la acerca a todo lo referido al mar, en el marco de la ominosidad familiar en la que vive. Ominosidad creada a partir de una iluminación macabramente tenue y una escenografía extrema y realista, que incluye una cabeza de chancho y demás elementos que conforman un ambiente lúgubre.
El texto y la historia desarrollada son atrapantes y cuentan con actuaciones viscerales y potentes para los personajes bizarros, malvados y caricaturescos que componen. Debido a la proximidad con el escenario (?) y la visceralidad mencionada, pareciera que los personajes van a saltar encima de los espectadores en cualquier momento. La puesta cuenta con buen ritmo y es entretenida aunque el final se haga rogar un tanto.
“Sirena en el desierto” da cuenta de la búsqueda de Adrián Canale en nuevos horizontes, lo cual no está exento de riesgos en sus propuestas. Bienvenido sea el deseo de renovación.