Terrenal. Pequeño Misterio Acrata (Teatro)

Cain y Abel en la pampa argentina

Dramaturgia y dirección: Mauricio Kartun. Con Claudio Da Passano, Claudio Martinez Bel y Claudio Rissi. Vestuario y Escenografía: Gabriela A. Fernández. Iluminación: Leandra Rodríguez. Diseño sonoro: Eliana Liuni. Fotografía: Malena Figo. Asistencia de escenografía: María Laura Voskian. Asistencia de dirección: Alan Darling.

Teatro del Pueblo. Av Roque Sáenz Peña 943.  Jueves y domingo, 20 hs; viernes, 21 hs, y  sábado, 22 hs.


“Los hermanos sean unidos/Porque esa es la ley primera/Tengan unión verdadera/En cualquier tiempo que sea/Porque si entre ellos se pelean/Los devoran los de afuera”. El sempiterno refrán de Martín Fierro es el marco adecuado como puntapié inicial a “Terrenal. Pequeño Misterio Ácrata”.

El primer golpe de vista percibirá una oscuridad que será la marca registrada de la atmósfera de la puesta. De fondo se escuchan algunas melodías. Retazos de lo que sería un telón serán el marco para el inicio de la nueva creación de Mauricio Kartun que, tras el éxito de “Salomé de Chacra”, vuelve a incursionar en el campo argentino para entrecruzarlo con textos bíblicos. En “Terrenal”, quienes habitan la tierra son Caín y Abel, quienes están a la espera de la llegada del todopoderoso Tatita, siempre ausente pero que, en esta ocasión, está por llegar.

El hecho de ubicar a esos hermanos que mantienen una relación tan próxima como polos opuestos y  con características bien representativas en el campo, permite apreciar varias ideas que atraviesan el brillante texto.
Desde el momento en que Caín es un productor morronero y Abel, un vendedor de carnada viva, al costado del camino “mirando mientras todo pasa”, se inicia una vorágine constante de ideas, conceptos y discusiones que van más allá de la realidad, para instalarse en esferas referidas a lo político, lo ideológico y hasta lo personal. De esta manera, se pondrá en el centro de la escena a la propiedad como construcción social. La que brinda privilegios asi como el uso de los medios de producción -y su posición al respecto-, para el usufructo y la explotación. “Tener o no tener” sería plausible como metáfora hamletiana, y a partir de allí, construir su propia identidad.
Por otra parte, a  través de la hermandad, Kartun se da el gusto de hablar de una sociedad fragmentada. “Pelear no es violencia, es dialéctica” dice en lo que parece ser una reprimenda para quienes esbozan la excusa de la “grieta” para no debatir ideas, amparados en una «sabiduría previa» que vaya uno a saber de donde vino y se haya absolutamente legitimada. Serán los diálogos un duelo constante de ideas y visiones en las que nadie quedará indemne. «Quien quiera oir, que oiga» y escuchará en una puesta sublime como algunas ideas son muy fáciles de ver y apreciar pero que…muy pocos quieren analizar. Como siempre decimos, «nadie resetea el rígido que lleva dentro» aunque lo amerite.
La puesta apunta a la risa cómplice y porqué no decirlo, irónica y sarcástica, estableciendo lazos con cada uno de los presentes de acuerdo a su propia vida/existencia como ser «social».

Vestidos como si fuera un guiño a Charles Chaplin, los hermanos transitan el campo criollo, ubicando la acción en este lugar. Hay una excelente utilización de la música y el diseño sonoro, convirtiéndose en parte fundamental de la puesta.
El dibujo de los personajes es excelente y tiene su correlato en actuaciones memorables. Claudio Martínez Bel es un Caín asombroso. No lo concibe a través de la maldad sino como egoísta, cobarde y con una victimización constante, a toda prueba. La utilización de la propiedad/usufructo de los morrones como metáfora es excelente. “Mientras más grande, más vacío”, dirá el Tatita a un Caín que siempre busca pero nunca se conforma con nada. La codicia, mezclada con el fetiche de la mercancía. Cualquier relación con una clase media bienpensante con complejo de conciencia limpia, será pura casualidad. En cambio, Claudio Da Passano da cuenta con gran sutileza de un Abel libre de ataduras pero con una tranquilidad personal que intranquiliza a su hermano. Será justamente esa incomprensión por parte de Caín (¿envidia?) la desencadenante de la situación conocida por todos. Para finalizar, Claudio Rissi crea un Tatita campechano y pillo, poderoso y sabio sin que esto lo exima de ciertas conductas non sanctas. Serán éstas las que lo acercan a la realidad y lo alejan –por suerte- del bronce. El diálogo que entablan el Tatita y Caín es sublime en tanto concepción general y los guiños que establece con la historia y el tiempo, salteándose décadas para arribar a la actualidad.

“Terrenal, pequeño misterio ácrata” retrata, muestra y llama a la reflexión sobre varias ideas que atraviesan a la sociedad a partir de una puesta excelente, que combina humor e ironía, gracias a la mágica pluma de Mauricio Kartún.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Translate »
Scroll al inicio