Vale todo (Teatro)

Mucho ruido…. 

De Cole Porter. Adaptación: Federico González Del Pino y Fernando Masllorens. Con  Enrique Pinti, Diego Ramos, Florencia Peña, Roberto Catarineu, Noralih Gago, Leo Bosio, Sofia Pachano, Fernando Avalle, Victoria Barnfather, Mariano Botinardi, Mauricio Camuglia, Ezequiel Carrone, Romina Cecchettini, Rodrigo Cecere, Pedro Frías, Marcos Gorosito, Carla Lanzi, Ana Laura López, Mara Moyano, Mariano Musó, Flavia Pereda, Martín Salazar, Josefina Scaglione y Nicolás Villalba. Vestuario: Pablo Battaglia. Escenografía: Oria Puppo. Iluminación: Jorge Pastorino. Letras de canciones: Marcelo Kotliar. Producción general: Javier Faroni. Coreografía: Rodrigo Cristófaro y Vanesa Garcia Millan. Dirección musical: Hernán Matorras. Dirección: Alejandro Tantanian.

Teatro El Nacional. Av. Corrientes 968. Miércoles y jueves, 20.30 hs; viernes, 21 hs; domingos, 20 hs y sábados, 20 y 23 hs.


Parece que se ha hecho costumbre que algunos estrenos de prensa tengan una doble lectura y/o análisis debido a que hay una parte vinculada al hecho teatral en si y la otra relacionada a lo que se llama RR.PP  y conductas propias del divismo de cabotaje de la farándula vernácula.
El teatro Nacional se vistió de gala para recibir a una producción importante que trae consigo a uno de los musicales más importantes que se pueden apreciar tal como es “Anything goes”. Una inversión fuerte para una puesta que desea estar a la altura de las circunstancias.
En este caso, con una marcada búsqueda de pasar un buen momento con un texto y un desarrollo simple, de enredos, que está en la búsqueda constante de la sonrisa, al tiempo que la música de Cole Porter brinda el marco adecuado para la puesta, cuya dramaturgia es bastante sencilla. La misma se basa en las peripecias que ocurren en el crucero de lujo S.S.American, con Billy Crocker (Diego Ramos) –que buscará conquistar el amor de Hope Harcourt-, y la disparatada ayuda que le brindarán sus amigos la madame de cabaret, Reno Sweeney (Florencia Peña) y el mafioso, Moonface Martin (Enrique Pinti).

Se anuncia un gran despliegue escenográfico pero lo único que se ve, es la cubierta del barco. Dentro de ese marco, no se entiende el porqué de un cartel (que sería lateral, ya que dice “Amer”) que no se corresponde con el corte que se realiza al respecto. Un pequeño detalle pero es necesario mencionarlo.
Con respecto a la música, está bien interpretada por un ensamble ajustado pero lo que no termina de cerrar son los arreglos que hacen de las canciones de Cole Porter, un pastiche pasteurizado, quitándole esa impronta urbana que el maestro Porter supo tener a lo largo de sus composiciones.
Las coreografías son buenas, en especial el cierre del primer acto, con Florencia Peña encabezando el número con soltura y plasticidad. Justamente es Peña la que se destaca en una puesta donde las actuaciones hay que buscarlas en la segunda línea del elenco. Tal es el caso de la hilarante Noralih Gago o Roberto Catarineu. Quizás Leo Bosio hubiese merecido un personaje que le permita mostrar aún más el talento con el que cuenta. Pero ¿qué decir del trío que encabeza la puesta? Florencia Peña da cuenta que, cuando quiere subirse a un escenario, es una actriz completa, que baila y canta con prestancia. Sin sobrarle nada pero con la simpatía y el talento de siempre. En cambio, Diego Ramos no da con un personaje que requiere más que mostrar una belleza estereotipada. Se requiere cantar y actuar bien, lo cual no lo logra en ningún momento. Una pena. Para el final, diremos acerca de Enrique Pinti que está…..haciendo de Enrique Pinti. O sea, de componer un personaje, bien, gracias!

La puesta se hace larga en su duración al tiempo que, en ocasiones, busca la complicidad con el público al establecer un guiño con términos propios de nuestro tiempo y país, que no se condicen con lo que ocurre en el escenario. Esto no es nada gracioso y logra el efecto contrario porque borra de un plumazo la composición de un personaje para ver al actor/actriz que usa ese artilugio. Si bien Pinti es Pinti todo el tiempo, con Florencia Peña pasa que Rose desaparece en la Flor que emerge a partir de ese tipo de comentarios. Igualmente, Peña retoma al instante su personaje pero no terminan de convencer estas intertextualidades.

“Vale todo” busca entretener lo cual logra en contadas ocasiones, ya que su extensa duración conspira contra el desarrollo de la puesta en si. 


Lado B 

Primero, hablamos del hecho teatral. O sea, lo que sería/es realmente importante pero no se puede dejar de soslayar que esa cuasi alfombra roja que fue la entrada, sirvió para todo. Tras una cola de unos veinte minutos para acceder a las acreditaciones correspondientes, otro tanto ocurrió para ingresar al teatro. Alguna que otra “estrella” pedía permiso para que la dejen pasar, sin hacer ningún tipo de cola. Claro….las estrellas no hacen cola como el común de los mortales. Fotografos, camarógrafos y periodistas tratando de sacar alguna declaración picante respecto de algún tema de actualidad. Al día siguiente, se vería los cruces que iban desde algún informe realizado por Jorge Sanata hasta por una pelea de plumas de poco importancia al quehacer artístico.

No obstante, otra de las postales que nos sorprendió, fue la cantidad de curiosos que se agolparon en las vallas que intentaban organizar la circulación hacia el interior del teatro. Mujeres –en su mayoría- de variada edad y con cámaras de fotos en la mano, buscaban una foto con el famoso de turno. Se escucha un “¿Quien es ese?” y una respuesta más contundente: “No sé, no importa. Vos sacá (la foto)”.  A esto se sumaba que muchas de estas personas te preguntaban “¿No te sobra una entrada?”. ¡¡Mendigaban acreditaciones!! Entiendo que las entradas son caras pero creo que esto ya es una locura.

A todo esto, no termino de comprender el porqué de algunas cuestiones relacionadas con el ejercicio de lo que llamamos “periodismo”. Más que nada cuando aparecen críticas destacando cuestiones que, como habrán podido ver, no compartimos en absoluto. ¿Por qué hay que decir que la actuación de Enrique Pinti fue sublime cuando no lo fue? ¿Acaso no se puede decir que Pinti hace de Pinti todo el tiempo o que Diego Ramos no tiene herramientas para afrontar un personaje como el de Billy Crocker? En el caso en que no se pueda decir, entonces digamos que no estamos haciendo periodismo sino complacencia con la estrella de turno. Todo es lindo, todo es bello y somos todos geniales (sin contar el tema de las «energías», la «luz» y todo ese discurso pasteurizado de «buenas ondas»).

Desde este humilde blog, decimos que no coincidimos con esta tesitura. Si en mi caso, escribo que la obra es una genialidad cuando no lo pienso y porque no se puede decir que las estrellas no están a la altura de la circunstancias, estoy engañando al lector, porque le estoy mintiendo y le estoy metiendo la mano en el bolsillo.
Veamos: la entrada más económica es de $130, en caso de una pareja, sería $260. A la salida, van a comer algo por lo que, si comen una grande de muzzarella más alguna gaseosa o cerveza, harían una cena de $ 150. El total sería de $380, de los cuales, $ 230 dependerían de mi por “recomendar” una obra que no me gustó pero que sí lo hago es porque “hay que hacerlo”. (si quieren leer un ensayo sobre periodismo que toca este tema, fíjense en este link: (Aguafuertes porteñas: I Jornada de Comunicación, Artes Escénicas y Artes Audiovisuales | El Caleidoscopio de Lucy ).


Terminó “Anything goes”. La vuelta a casa es con 39 grados de fiebre que al dia de hoy me tienen un poco convaleciente. A pesar de esto, no queríamos dejar pasar la ocasión de hablar de cuestiones que, lamentablemente, terminan excediendo al teatro propiamente dicho.

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