Dramaturgia: Martin Bianchedi y Sebastián Irigo. Con Facundo Arana. Vestuario: Pablo Battaglia. Iluminación: Fito Grasso. Música original: Martin Bianchedi. Sonido: Fito Grasso. Dirección: Manuel González Gil.
Teatro Tabaris. Av Corrientes 831. Jueves y viernes, 21.30 hs; sábados, 21 y 23 hs y domingos, 20.30 hs.
Así las cosas, Marcos transmite su programa de radio desde el escenario del «Ana Müller», el teatro de Las Rocas, un pueblo del interior del país. El futuro del teatro está en peligro y hasta allí se dirige este idealista conductor para iniciar una cruzada casi quijotesca, con el fin de convencer al intendente que revea la decisión tomada. La idea es buena en su principio pero sufre varios inconvenientes.
El texto es simple con respecto a la conformación de dos bandos opuestos bien diferenciados en su disputa. Lo mismo puede decirse de la escenografía que cuenta con un escritorio, un sillón, un micrófono y un cartel que se prende y apaga dependiendo si están al aire o no. La iluminación es correcta en tanto y en cuanto sirve para crear climas y los tres espacios por los cuales transitarán los personajes que interpreta Arana. Estos aspectos son sencillos y responden a lo requerido por la puesta. No obstante, la duración -por demás excesiva- no ayuda a que sea dinámica en su desarrollo.
La dramaturgia abre muchos temas que no termina de concretar de manera satisfactoria. Podrá ir desde una chica muerta, con el consabido recurso poético que esto implica para después sumergirse en una realidad cruda, contrapuesta a lo planteado por esa joven fallecida. Otro tanto ocurre con la historia del bombero mencionado. Por otra parte, será ese anciano Hans junto con su esposa Hanna, fundamentales para la creación del teatro a principios del siglo XX. Lo que no termina de cerrar es como teniendo esos nombres tan alemanes, se diga que son húngaros. No es todo lo mismo. Ni siquiera una similitud o cercanía como podría ser Alemania con Austria, amén que en este último caso, con Hungría formaron el imperio Austrohúngaro. Pero, retomando lo dicho, no es todo lo mismo. También hay falencias con las fechas históricas.
Por otra parte, en el caso de Facundo Arana, es apreciable que no siempre con carisma se suplen algunas carencias. No termina de convencer el hecho que, más allá de la utilización de pistas grabadas, use micrófono para una sala con una capacidad relativamente pequeña. La hiperactividad de Arana es sorpresiva. No es necesaria la movilidad constante de los brazos o apelar al recurso efectista de bajar del escenario para cantar con alguna dama. Las conversaciones de Marcos con su esposa e hijo se tornan largas al tiempo que surge la inquietud de porqué no usa un celular para comunicarse en vez de “hacer como” si se tuviese uno en la mano.
La pregunta que surge al respecto es si Facundo Arana busca reconocimiento como actor al encarar este unipersonal, más allá de los premios obtenidos por el mismo. Queda muy expuesto en algunos momentos al tener que hacerse cargo de tres personajes que requieren de los matices necesarios para que cada uno de ellos tenga su propia vida e individualidad. Será en ese preciso instante donde se aprecia que el carisma de Arana no alcanza para sobrellevar esa situación. Inclusive, se lo nota más suelto en los momentos en que toca el saxo.
“En el aire” es una buena idea que no termina de convencer a partir de su deseo de abarcar más aristas de las que debería.