La ley primera
Dramaturgia y dirección: Patricio Abadi. Con Pablo Seijo, Santiago Gobernori y Marina Glezer. Vestuario: Mercedes Arturo. Escenografía: Ariel Vaccaro. Iluminación: Ricardo Sica. Música: Federico Marrale. Asistencia artística: Mariano Saba.
Teatro Sarmiento. Av. Sarmiento 2715. Jueves a sábado, 21 hs; domingos, 20 hs.
Allá lejos y hace tiempo, en 1985, esa muy buena banda que era Dire Straits editó un disco llamado “Brothers in arms”. En ese momento, la traducción jugaba con el significado de “Hermanos en armas” o “hermanos abrazados”. Más allá de la precisión de la misma, es muy elocuente con respecto a la relación entre hermanos que puede atravesar cualquier familia.
Patricio Abadi decidió indagar en estos vínculos tan particulares y brindarle diversos aditamentos para conformar una puesta disfrutable de principio a fin. Federico y Marcos son dos hermanos que deben volver a hablarse, tras años de desencuentros, con motivo de la muerte del padre. Federico “El Facha” y “Cachete” Marcos eran los hijos de quien se destacaba en la arena futbolera de unos torneos que se jugaban en las playas de Solanas, Uruguay. Líder y figura de trazo indelebre en sus personalidades asi como gran jugador de futbol, será este deporte un motor fundamental en la creación de las futuras identidades de los hermanos.
Pasado y presente juegan un partido aparte donde los roles van cambiando en paralelo con el crecimiento de cada uno de ellos. Como si fuera el cierre de una etapa que se negaba a finalizar, ambos enfrentan el deseo del padre que sus cenizas descansen en ese “estadio” playero que lo había visto brillar.
La identidad de los hermanos y su relación a través del tiempo, se ven reflejadas a través de un relato tan poético como popular, permitiendo una identificación inmediata. Incluso, extensible a los que son “hijo único”. Recuerdos de la niñez que forjan la personalidad de los individuos, viajan al presente para plasmarse entre ellos. Lo que no se puede olvidar y las deudas pendientes conviven con la actualidad de cada uno de ellos que tiene relación directa con las características particulares de los dos hermanos. El deseo y lo que terminó siendo uno y el otro, más aún respecto a las mujeres.
Por otra parte, la puesta no descuida esa mirada nostálgica hacia un tiempo pasado en el que las disputas se dirimían con una “número cinco” de por medio, en detrimento de la proliferación de raves y discos, que -pareciera- terminaron ganando por goleada el partido para el equipo de la fría modernidad.
La música no podía estar ausente y brinda un marco netamente uruguayo que permite viajar rápidamente a esas playas asi como ser testigo de la disputa de dos jugadores de toda la cancha, que transpiran la camiseta en pos de no perder el partido ya perdido contra el paso del tiempo. La escenografía es exacta y crea un espacio ideal para que se desarrollen los hechos.
Pablo Seijo y Santiago Gobernori crean dos seres tan particulares como fácilmente identificables al tiempo que Marina Glezer es una presencia inquietante en momentos que tienen la emoción a flor de piel.
“El estadio de arena” es una puesta disfrutable gracias a buenas actuaciones y una pluma que combina sabiamente lo popular y lo poético, permitiendo tanto la reflexión como la sonrisa cómplice.