Blanco sobre negro
Dramaturgia, música y dirección: Alberto Ajaka. Con Alberto Ajaka, Leonel Elizondo, Sol Fernández López, Karina Frau, Rodrigo González Garillo, Georgina Hirsch, Luciano Kaczer, Gabriel Kogan, Julia Martínez Rubio, Andrés Rossi, Gabriela Saidón, Mariano Sayavedra y María Villar. Vestuario: Colectivo Escalada. Escenografía: Rodrigo González Garillo. Iluminación: Adrian Grimozzi. Fotografía: Gaspar Kunis. Asistencia de dirección: Hernán Ghioni.
Centro Cultural Ricardo Rojas. Av Corrientes 2038. Sábados, 21 hs.
El Ciclo “Proyecto Manual” –crear una puesta teatral a partir de un manual de instrucciones- que lleva adelante el Centro Cultural Ricardo Rojas, siempre trae alguna/s gema/s para destacar. Tal es el caso de “El director, la obra, los actores, el amor”, que surge a partir del Manual del Director de Leónidas Barletta que, incluso, se hará presente en la puesta, gracias a los milagros del teatro.
Con un título largo y descriptivo, la puesta comienza a partir de las palabras del dramaturgo y director, Alberto Ajaka quien toma el micrófono para contar la génesis de lo que se verá en breves instantes. Mezcla de catarsis y honestidad brutal, Ajaka corre el velo de lo desconocido para un espectador que se sentirá felizmente incomodo ante la inesperada situación. Asi será que la puesta permitirá ver como es un ensayo de una probable futura obra del Colectivo Escalada al tiempo que el espectador es un voyeur privilegiado de este proceso de creación. Será la puesta en si misma, un manual tal como pide el proyecto en si.
Humor e ironía giran en torno de una obra en la que el mismo director –Ajaka- contando los pormenores de porqué se originó todo. Con un ritmo armónico y veloz –que no es lo mismo que rápido-, realidad y ficción se entremezclan en una sátira que se aplica a todo el mundillo teatral. Egos, deseos, sueños frustrados, ira y temor se mezclaran en la relación entre director y elenco, en el marco de una ironía que no dejará títere con cabeza aún incluso cuando implique el reírse de uno mismo.
Por otra parte, abre la discusión a lo que es el teatro de ayer y el de hoy. ¿Respeto a los maestros o escribir la propia teatralidad? ¿O ambas a la vez? ¿Que implica utilizar una en detrimento de otra?. Al respecto, la presencia de Barletta mismo en el medio del ensayo no es casual y mucho menos el intercambio de ideas con Ajaka sobre el teatro en si mismo. Más allá de la postura de cada uno, el sacarle el aura de “intocable” a un maestro de directores es destacable, yendo más allá de una “irreverencia” per sé. La separación entre cierto academicismo y sus diferencias respecto a una composición más visceral, es una de las tantas ideas que atraviesan una puesta que llama a abrir un poco la estructura propia, que viene de fábrica.
Una de las tantas virtudes de la puesta reside en su carácter de ilustrativa y crítica pero sin perder nunca el sentido del humor e incluso de autocrítica. Ver al director en escena, realizar sus marcaciones y aportes es rico y esclarecedor. Más aún cuando se da cuenta incluso, del reemplazo que hace el mismo director de un actor ausente al ensayo. Es en ese instante que se cae en cuenta que la escenografía es un baño precario, una serie de juncos y la silla previamente mencionada que es el trono del director. La riqueza se basa en la resignificación de cada término, independientemente del sarcasmo que pueda teñirlo. Solo hay un ítem que no se negocia, el amor al teatro. El ir a ensayar, poner el cuerpo y el alma en crear personajes que serán parte de la vida de los actores. Ese acto de amor puro es lo que rescata la épica de un grupo como el Colectivo Escalada.
Inquieto y curioso, Alberto Ajaka abre la discusión acerca de varias cuestiones del teatro que no se hablan abiertamente en una puesta divertida e irónica que atrapará tanto a quienes se encuentran relacionados con el mundo teatral como a un simple espectador.