Aletta Jacobs pionera (Teatro)

Caminar una vida única e inspiradora

Dramaturgia y dirección: Cecilia Meijide. Actuación: Lucía Adúriz Bravo. Voz en off: Cristina Banegas, Vanesa Maja, Pilar Boyle, Yanina Gruden, Paula Staffolani, Juan Tupac Soler y Rosario Varela. Diseño sonoro y música original: Guillermina Etkin. Diseño visual: Saurio. Asistencia de producción: Julieta Kvasina y Virginia Napoli. Utilería: Janneke Reedijk. Producción: NIBA, Silvia Rottenberg. Duración: 50 minutos.

Plaza Dr Bernardo Houssay. Av. Córdoba 2100. CABA. Jueves a sábado, 19 y 20.15 hs.

Fotos: Ariel Jacobsen, cortesía NIBA
 

En el paulatino retorno del teatro, con todos los protocolos posibles, el realizar una puesta a través de un recorrido por un espacio determinado, se ha convertido en una buena opción que podrá tener diversos resultados. En el caso de “Aletta Jacobs pionera”, el punto de encuentro es la plaza Houssay para comenzar, desde allí, un viaje hasta Holanda para conocer la vida y obra de Aletta Jacobs.
Por tal motivo, la curiosidad y el deseo de volver a disfrutar del teatro depositará a los concurrentes en esta experiencia en uno de los costados de la iglesia ubicada en el medio de la plaza mencionada. Allí, munidos con auriculares bien desinfectados, al aire libre y respetando el distanciamiento social, una guía de traje blanco y negro, invita a los comensales a seguirla por diversos espacios de la plaza.
 
Desde el mismo momento en que empieza a sonar la música, se ingresa paulatinamente en la vida de una mujer única, que fue pionera en todo sentido de la palabra. Octava hija de doce hermanos, Aletta acompañaba a su papá, Abraham Jacobs, un reconocido médico, a las consultas que realizaba. Desde temprana edad, empieza a interesarse en la medicina por lo que papá Abraham le enseña griego, latín, matemáticas e historia para que pueda empezar a estudiar. Es menester recordar que en Holanda no estaba autorizado que la mujer pueda cursar el colegio secundario.
 

Cada palabra que sale de los auriculares juega y construye sentido en la vuelta por la plaza. Desde ese lugar, no es raro ver a alguno de los presentes con los ojos cerrados “viviendo” la experiencia. Un gesto, la sonrisa cómplice para después –quizás- transformarse en un rostro más reflexivo. Más aún si quien retoma la voz de la propia Aletta es Cristina Banegas que dialoga con esa mujer – la expresiva Vanesa Maja- que va en busca de su historia al tiempo que da cuenta de cómo fue el paso del tiempo en el desarrollo de las mujeres y sus luchas por la igualdad de derechos. Ese linkeo con la actualidad dota al paseo de un ida y vuelta constante y enriquecedor. El contemplar el Hospital de Clinicas y la Facultad de Medicina para reflexionar inmediatamente que, atrás en el tiempo, la carrera de medicina estuvo vedada a las mujeres. En el caso de Aletta, tuvo que escribir al primer ministro holandés para que la autorice a estudiar medicina en la universidad ya que esta posibilidad estaba destinada solo a los hombres. Algo similar le pasó a nuestra Cecilia Grierson (si no saben quién es, les recomiendo que averigüen y conozcan bien su historia –¡no se lo pienso decir!-) debió atravesar contratiempos y discriminaciones similares.(¿Por qué no hay estatuas que recuerden el aporte de las mujeres a la medicina?)
 
A lo largo de poco más de cincuenta minutos, las voces se mezclan en un relato atrapante. Diversas cartas viajan desde diversos lugares hasta Argentina para poder descansar en nuestras manos para ver como Aletta fue una precursora en los métodos anticonceptivos al tiempo que luchaba contra el machismo de la época -¡las mujeres debían aprender a hacer reverencias!-. Ir y venir en el tiempo para construir sentido y deconstruir prejuicios. Saltar de la Amsterdam de 1870 a la Argentina pandémica del 2021 en una trayectoria inolvidable.
Como el teatro tuvo que pasar de la sala al “tránsito constante” y “la distancia social”, hubo aspectos que debieron resignificarse. Tal es el caso de la escenografía y la iluminación, que terminan siendo absolutamente “naturales” pero, por ésta situación, deben trabajarse al respecto. En ese sentido, se aprecia un trabajo previo para que todo “cuadre” dentro de las particularidades de esta puesta.


Más de uno no tendrá ni idea quien es esta noble mujer. Para tal fin, y como si se emprendiese una gira mágica y misteriosa a la vida de Aletta, debe contarse con una guía capaz de afrontar ese desafío. Tal es el caso de Lucía Aduriz Bravo que, con simpatía ysapiencia, lleva a cabo una travesia tan rica como reveladora. El diseño sonoro concebido por Guillermina Etkin es claro y exacto. Acompaña, ubica y exige la atención correspondiente como trampolín para llegar a un texto que se desarrolla sin prisa pero sin pausa, con el dinamismo atrapante de una historia que se abre como una flor. Cecilia Meijide lleva adelante con creatividad e imaginación por demás destacable el sincero deseo de Silvia Rottenberg en pos de recordar y homenajear a una mujer única e inigualable.
 
En tiempos donde había que tomar decisiones y llevar a cabo acciones que cambiarían el curso de la historia, Aletta Jacobs lo hizo bajo la bandera de su capacidad y su deseo de ser lo que ella deseaba. Desde la Plaza Houssay de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se realiza un homenaje teatral que hace justicia a una figura enorme, que debería ser mucho más (re)conocida. Para esto, el primer paso está dado, y es de calidad.

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