Este 21 de marzo es una fecha especial. Hubiese cumplido 75 años, ese arlequín de rulos rebeldes cuyo documento decía que se llamaba Miguel Ángel Peralta, pero fue conocido por todos como Miguel Abuelo. Poeta, músico y leyenda del rock argentino, Miguel Abuelo fue un creador con todas las letras, dejando un legado único e imborrable en nuestra música.
Dicen las frías notas que nació el 21 de marzo de 1946, en Munro, bajo el nombre de Miguel Ángel Peralta. Dueño de un temperamento importante, de pequeño supo hacerse a si mismo en la calle. El propio Miguel lo recordaba diciendo que “me habían echado de todos los colegios. No me aguantaba nadie….ni yo mismo”. Él miraba y se conectaba con la realidad. La posibilidad de leer y absorber conocimientos le permitió crecer más allá de la situación dura que vivía en su niñez. Lector ávido y curioso, se nutrió de lo que caía en sus manos. Libros de todo tipo formaron parte de su cultura pero sin ningún tipo de enseñanza formal. Llegó a ir a la facultad de Filosofía y Letras como oyente y como “buscador de un complemento general”. Luis Alberto Spinetta recordaba la admiración que tenía por Miguel. “Nosotros éramos más ‘nenes de mamá’. Teníamos la imagen paterna que nos marcaba. En cambio, él no. Siempre lo veíamos colocado lo cual hacía que uno lo venerara más”.
El bagaje que le brindó la lectura sumado a su impronta de chico de barrio de armas tomar, lo convirtió en un coctel de talento explosivo. El mismísimo Spinetta lo reconoce a Miguel como una de sus grandes inspiraciones al decir “¿Quién más poeta que Miguel? Fue el más groso. Mi poesía no fue la misma después de escuchar sus críticas”.
Preclaro como pocos pero dentro de una locura tan personal como creativa, empezó a frecuentar La Cueva junto con otros nombres de la época como Lito Nebbia, Tanguito, Moris, Javier Martínez o Alejandro Medina. Pero tenía una impronta muy folklórica. Tocaba zambas, chacareras, y hasta llegaron a pensar que era salteño. Cantaba y siempre iba con un cuadernito. De a poco se fue metiendo en un ambiente que lo iba a tener entre sus mayores expositores con el paso del tiempo. «Con Miguel nos conocimos en el año 1967 (…) Era muy culto, muy leído y solía tocar folclore con su hermana en las peñas. Por aquél entonces, el pibe se ponía frente a vos, con las uñas comidas y una guitarra prestada, y te dabas cuenta que era un artista ‘de verdad’«, recuerda Pomo. (1)
Hizo todo lo que podía hacer en su vida…y un poquito más aún. Poeta y cantante, era un vendaval de ideas y energía. Creó a Los Abuelos de la Nada cuando acompañó a su amigo, el poeta y compositor Pipo Lernoud a registrar sus obras a la compañía Fermata, propiedad de Ben Molar. Éste le pregunta a Miguel si tenía un grupo que responde afirmativamente. Sobresaltado por la velocidad y seguridad de la respuesta, Ben Molar preguntó por el nombre del grupo. Es ahí cuando Miguel escanea en su cerebro mágico y recuerda una frase de Leopoldo Marechal del libro “El banquete de Severo Arcangelo”, donde un personaje le decía a otro “Padre de los piojos, abuelo de la nada”. Al instante, Ben Molar le dijo que iba a tener horas de grabación en CBS Columbia, en un par de meses. Surgían los Abuelos de la Nada aunque estaban las horas de grabación pero no los músicos. El primero que llega a la banda es Pomo que trae a los hermanos Lara y después llega Pappo.
Sale “Diana Divaga” y “Tema en flu sobre el planeta”, un simple sublime compuesto por Miguel y Pipo Lernoud por el sello Mandioca. Su nivel de imaginación y complejidad tenía vuelo propio, con la psicodelia en su punto justo. Pero su propia energía condiciona lo que sería la formación de una banda de rock. Es famosa la anécdota en la que Miguel Abuelo decía “Pappo quiere hacer blues y yo tengo en la cabeza miles de cosas! ¿Queres hacer blues? Te dejo la banda!” y se la dejó. Pappo, por su parte, lo recordaba diciendo que “como ser humano, como amigo, fenómeno pero como músicos, eramos dos polos opuestos”. Pomo dirá que “Miguel era un tipo muy acelerado, muy impulsivo. No paraba nunca. Tenía una cuerda muy importante”.
Físicamente pequeño, se lo recuerda como una madeja de rulos hiperquinética, atenta a todo y también pendenciera. Recuerda Daniel Melingo que “era cantante, actor y compadrito. Tiraba un frentazo a la naríz…Lo vi bajar a más de un muñeco más grande. Se daba vuelta y si te relajabas, daba media vuelta, como esperando el centro y te metía el cabezazo a la nariz. De un solo golpe, te bajaba” (1). Hubo quien lo calificó como “el petiso peleador que se ganaba a todas las minas”.
Miguel era inquieto, lleno de energía. Harto de todo, en 1971, se va a Europa. Para en Francia, Inglaterra, Alemania, Holanda, Bélgica, Portugal y España. El periplo representaba a su espíritu en su más pura expresión. Nómade, libre y sin tapujos. Conoce a Krisha Bogdan y dos años después nace su único hijo, Gato Azul fruto de su amor. La pareja se separa y Miguel se va a Francia donde realiza con Daniel Sbarra –a la postre, guitarrista de Virus- un disco excelente llamado Et Nada. Nuevamente, Miguel parte siguiendo sus instintos y llega a España. En Ibiza, toca la guitarra en la calle, junto con Miguel Cantilo y Kubero Diaz. Conoce a Cachorro López con quien fantasea “tener un grupo” pero el destino mal intencionado le juega una mala pasada. Es encarcelado por un año y a su salida, con la ayuda de Cachorro López, vuelve a Buenos Aires en 1981, donde se arma la segunda formación de los Abuelos, junto con el propio Cachorro, Gustavo Bazterrica, Daniel Melingo, Polo Corbella y Andrés Calamaro. Se conformaba la estrella de seis puntas que iba a cambiar el escenario del rock del país de la época. Miguel rompe con el estereotipo del cantante parado, sin movimiento en el escenario. El saltimbanqui toma el centro de la escena de un contexto que va cambiando a nivel político. La Dictadura en retirada y los Abuelos sonando a pleno. Miguel emerge en la escena rockera de los años 80 junto con una banda en la que todos tenían participación y su espacio para brillar.
«Empezamos ensayando en Parque Patricios y el primer disco lo produjo Charly García. En un partido de fútbol que compartimos con él, hicimos un gol y me dijo Miguel: ‘Ese es el mismo gol que vamos a hacer con los Abuelos de la Nada’. Compuse varias canciones para los Abuelos como ‘Creo que es un sueño más? -mi primer rock and roll-, ‘Te ves rica’, ‘Cucarachón de tribunal’, ‘Espía de Dios’ -con letra de Miguel-, ‘Menage a trois’, ‘La fórmula del éxito’, y ‘No se desesperen’ que es la mejor canción que hice en mi vida», todo según Gustavo Bazterrica (1) . Gringui Herrera mira atrás en el tiempo. «Los Abuelos registran su álbum debut que incluía mi tema ‘Tristeza de la ciudad’ (…). Para Miguel era difícil que Charly tuviese la batuta. Había fricciones entre ellos y en una oportunidad, Miguel llegó a trompearlo. Al año siguiente, los Abuelos graban ‘Vasos y besos’ que incluye la canción ‘Asi es el calor’, que la había escrito con Calamaro» (1)
«Vasos y Besos» es un disco extraordinario. Miguel lideraba una de las bandas más importantes en el marco del retorno a la democracia. Melingo da cuenta de esto. «El segundo disco de los Abuelos fue ‘Vasos y besos’, un gran álbum con el que profundizamos la búsqueda del primer trabajo. Aunque Miguel tenía mucha experiencia, para nosotros era todo era muy novedoso. Lo tomamos como un acontecimiento importante, con mucha emoción. Llegamos a los estudios Panda, de la calle Segurola con una cantidad enorme de libretas de apuntes llenas de ideas Y como pensamos que no nos iba a alcanzar el tiempo, nos quedábamos a dormir allí. (…) Miguel era el ideólogo, el mentor intelectual y le gustaba la diversidad: un tema de uno, otro del otro, muy barroco. Más su gran cosmogonía poética. Era chiquitito e inquieto. Una persona que le daba bola a todo: actuaba, hablaba y era un cantante de primera«. (1)

Su pluma se encontraba en un punto de alta inspiración. La poesía en su punto justo de “Himno de mi Corazón” (Nada me abruma ni me impide/en este día que te quiera amor/naturalmente mi presente/busca florecer de a dos) se había unido con la metáfora del continente en una mujer, en un momento de cambios coyunturales en “Sintonía americana” (Americana, muestra las piernas mi sol/Latina y sana yo quiero pasar por vos/Bendita pluma que oh, la creación inspiras/Pelea mi tierra la canción que alegre al corazón/Si no podés cambiar/vas a pasarlo mal). Cachorro López recuerda que «Miguel siempre potenciaba al grupo. cuando alguien traía un tema le decía ‘Cantalo vos’ y él hacía los coros y percusión. Era generoso e inteligente de su parte. Estaba un paso adelante de todos. No tenía ningún problema de egos dentro del grupo. Después de ‘Himno de mi corazón’. se quebró esa dinámica de sala de ensayo y no existía tanto ida y vuelta. Andrés y yo nos encargábamos de la producción, arreglábamos nuestras canciones en una portaestudio y después las llevábamos….» (1).
Con cuatro discos de calidad en los hombros (“Los Abuelos de la Nada”, “Vasos y besos”, “Himno de mi corazón” y el vivo “En el Opera”), el deseo de buscar nuevos horizontes de sus integrantes más jóvenes, empieza a resquebrajar la estabilidad de la banda que se termina separando en 1986.
Pero Miguel no se resignaba. Vuelve a conformar la banda pero lo que iba a ser en un principio “Miguel Abuelo en banda”, se termina convirtiendo en la tercera formación de Los Abuelos de la Nada, conformada por Miguel, Kubero Díaz en guitarra, Juan Del Barrio en teclados, Marcelo Fogo en bajo, Pato Loza en batería y Willy Crook en saxo. El mismo Crook recuerda la forma en que ingresó a la banda. “Miguel me ve en el limbo, entre el cielo y el infierno y me dice ‘¿Que estás haciendo Willy Crook?’, con ese tono tan de él, sacando pechito. ‘¿Queres tocar con nosotros? Venite a esta sala, calle Lavalleja…”. (2)
Sale el disco “Cosas mias”, con el éxito de su simple homónimo pero cuando parecía que la banda iba a remontar, la salud empieza a fallarle a Miguel. El chico bajito, de rulos, el peleador que no le tenía miedo a agarrarse a trompadas con nadie, iba más rápido que un cuerpo que no le podía seguir el ritmo. El reconocido productor Mario Breur recuerda sobre la grabación de «Cosas mías» que «Las sesiones eran nocturnas, largas, que arrancaban a las once de la noche y terminaban a las seis de la mañana. Aunque Juan del Barrio le había dado un toque más electrónico, la banda seguía estando liderada por Miguel. Él tenía mucho, pero mucho vuelo. Bajaba data todo el tiempo, poesía constantemente, filosofía y locura, psicodelia en él y la gente que lo rodeaba. Era muy huraño y se peleaba hasta con los compañeros de banda. Él me enseñó a montar una estructura piramidal en la mezcla. Un día se acercó y dijo: ‘Abajo una base ancha, grande, que soporte….al medio, embellecimiento y en la punta, Mike…¡Luces sobre Mike!’. Ese era Miguel». (1)
Paradojas del destino, habiendo viajado por todos los lados, termina su vida en su Munro natal. «Todos pensábamos que era una gripe muy fuerte pero finalmente falleció. Fue todo muy rápido, de enero a marzo. La enfermedad del Sida era muy reciente y prácticamente desconocida. Aunque él no dijera nada, me di cuenta, releyendo sus canciones, como ‘Capitán Calavera’ que algo le estaba sucediendo» dice Juan del Barrio. (1)
En 1988, cinco días después de su onomástico, muere por una infección aguda de su vesícula biliar que se transformó en una septicemia. Era portador del virus del HIV. Miguel Abuelo partía hacia la eternidad en el transcurso de un año que también se llevó a Luca Prodan y a Federico Moura. Sus cenizas son arrojadas al mar, en la playa Franka, ex Bali, a trece kilómetros de Mar del Plata.
Hoy, 2021 año pandémico del siglo XXI, Los Abuelos de la Nada todavía tienen algo que decir. El próximo 26 y 27 de marzo, sube al escenario del Teatro Ópera, la formación que tiene a Gato Azul Peralta en voz, Kubero Díaz en guitarra, Juan del Barrio en teclados, Jorge Polauner en saxo, Sebastián Peyceré en batería, Alberto Perrone en bajo y Frankie Landon en voz, con invitados especiales. Sería parte de la banda que grabó y giró con «Cosas mías» + sangre nueva, junto con la presencia de Gato, hijo de Miguel. La banda ya estuvo grabando nuevas versiones de los clásicos de los Abuelos junto a Ricardo Mollo, Hilda Lizarazu, Manuel Moretti, Los Tipitos, Miguel Zavaleta, Javier Malosetti, Connie Isla, Benjamin Amadeo y Natalie Pérez. (https://www.elcaleidoscopiodelucy.com.ar/2020/10/los-abuelos-de-la-nada-presentaron-la.html)
El poeta de aguda y portentosa creatividad, dueño de un temperamento caliente llamado Miguel Abuelo, voz inconfundible y fundamental del rock argentino, sigue siendo un faro en el cual nuevas generaciones buscan su luz. Haciendo honor a su recuerdo pero sin caer en esa melancolía en la que el propio Miguel nos hubiese insultado, retomamos dos de sus frases más celebradas. “No me lloren, crezcan”. Eso si, lo hago como un pedido expreso a todos. Por favor, que “no decaiga el nivel de la comedia”.
(1) Testimonios que forman parte del libro #50AñosRock -Lado A- de Dente-Gaguine-Recis
(2) Testimonio que quedó fuera del mencionado libro