Hiperactivo por donde se lo mire, es de los bateristas más versátiles del país. Tocó con todo el mundo, desde Charly Garcia a Gustavo Cerati. Ahora acaba de editar “Al Limiti del Mondo”, grabado en dupla con su tocayo Kabusacki. Fernando Samalea se toma un café con EDCL para hablar del disco y lo que significa ser músico hoy en día.
Samalea está a full. Quedamos en encontrarnos en el Bar de las Madres previo a una visita a la Radio de las Madres. Caballero y cordial, pide disculpas por los retrasos y nos sumergimos en la nota. .
– Fernando, ¿cómo surge la posibilidad de hacer «Al limiti del Mondo?
– Más que posibilidad, es el deseo de hacerlo. La posibilidad siempre estuvo desde que nos conocimos, allá por 1995. Obviamente que tiene ver con una relación personal y la empatía humana a querer compartir la música.
– ¿Cómo fue el proceso de composición de las canciones?
– Fue un intercambio en el que la premisa era hacer piezas instrumentales compuestas, no improvisaciones en estudio pero si con la libertad que uno le va dando al momento de gestarse el proceso. También teníamos una premisa implícita que es, al menos yo quería, que se construya desde las guitarras. Los discos de Kabu, él trabaja con ciertas atmósferas e incluye teclados, y no se luce tanto la construcción melódica y armónica que él hace. Me interesaba la idea de que hagamos algo distinto a lo que ya hacemos, por separado. También estaba la premisa de no usar el bandoneón y usar el vibráfono como elemento melódico y las percusiones marroquíes y egipcias que siempre me gusta usar. Todo sumado a la batería. Entonces fue eso. Estábamos en Ushuaia haciendo la música para el Festival de Cine de montaña, y así, en una especie de viaje por la cubierta de un velero por el canal de Beagle, al cual nos invitaron y estábamos gratamente sorprendidos por la Naturaleza. Ahí dijimos “Volvemos y empezamos”. Y asi fue. Somos caballeros de palabra por lo que llegamos y empezamos a trabajarlo. Un poco en su casa y otro poco en la mia.
– ¿Cuando van a presentar el disco?
– La idea que tenemos es hacer un disco que incluya las tres experiencias diferentes: parte del disco solista de Kabu –y sus discos solistas-, mis experiencias con bandoneón y en el medio, el trabajo conjunto. La presentación sería con un grupo común, para los dos, un cuarteto, un quinteto, en el que podamos interpretar tanto temas de Kabu como los mios con el bandoneón como con los discos. Esa es la idea. Juntar un poco todos los mundos en uno. Creo que la presentación será para agosto pero no tenemos lugar ni nada. Tenemos pendiente de presentarlo en el teatrito de Ushuaia, donde surgió la idea y también, aprovechando la idea de musicalizar el festival y también de tocar en vivo. Después queremos hacer alguna presentación en Buenos Aires y Rosario. Igual somos concientes que lo nuestro es para una minoría en un punto y nos movemos con las responsabilidades respecto de eso. No estamos hablando de grandes giras sino darnos el gusto simbólico de hacer sonar en vivo lo que grabamos en la soledad del estudio.
– Cómo ves al rock argentino actualmente?
– (Piensa) Me gustaría que venga una generación que haga un corte, en un sentido tecnológico. Quizás algo que pueda ocurrir en los años 10 o 20. Generaciones que no esperen a que se vuelvan a reunir los grupos de antes sino que vivan la música de su momento, con los instrumentos de su momento. Sería lindo. Lo digo con total tranquilidad. No es una queja al respecto pero es más lindo cuando viene una generación con esa rebeldía…
– ¿Crees que le falta innovación, que se quedó?
– Pero, llegado el caso, me incluyo entre los que se quedaron. Internacionalmente, está ocurriendo algo raro ya que se valora más la reunión de un grupo del pasado que el surgimiento de un grupo nuevo. Entonces, pensando en voz alta, diría que estaría bueno que venga una generación que considere que las baterías Vintage y las guitarras Les Paul del 68 es algo arcaico y que utilicen instrumentos novedosos y sonidos nuevos. En su momento, tuve la posibilidad de ver como la tecnología iba avanzando. Cuando salieron los teclados en los 80, escuchabas sonidos que nunca antes los habías escuchado. En los 90, también surgieron tecnologías novedosas y parece que las tecnologías de los años 00 y los años 10 que recién comienzan, tienden más a tener un banco de sonidos de instrumentos antiguos. Entonces, vuelvo a repetirme, si es una generación rebelde frente a todo esto, sería muy saludable. Que los padres no vayan a los conciertos con sus hijos sino que los hijos consideren que esa música es antigua y tengan una música nueva para ofrecerle a la humanidad.
– O que si los hijos van con los padres al concierto es porque algo anda mal en el rock.
– Se puede interpretar asi. La rebeldía del rock hace mucho que está absorbida por el sistema industrial. Digamos que ya es relativo hasta el concepto de “rebelde”. Cuando escucho distintos elementos como MGMT, Fever Ray o The Knife, hay cosas que escuché hace cuatro o cinco años que me hacen pensar que vienen nuevos sonidos, nuevas estéticas. En el fondo me gustaría que haya un corte mucho mayor.
– No como pasó cuando surgieron, por ejemplo, los White Stripes que estaba bárbaro pero que retomaba lo de antes.
– Claro! Es posible que muchas de las cosas que se consideran “actuales” tengan una reminiscencia demasiado explícita de cosas que sucedieron hace mucho tiempo. No es lo mismo ver la estética de una persona estando en California en el 68, verla en ese momento, que verla ahora.
– Lo que uno está buscando es un cambio cultural y no solo estético. Una música acompañando un cambio cultural que, quizás, no hay.
– En ese caso, le corresponde a los jóvenes. Siempre voy a estar a favor de las nuevas generaciones y siempre dejando el lugar disponible. Las personas, entre los 18 y los 25 años, logran ese despertar y esa explosión expresiva, son los que tienen más derecho a considerarse dueño de una época.
– ¿Cómo fue tu aproximación al bandoneón?
– El sonido del bandoneón está implícito desde mi niñez. Lo tengo incorporado desde siempre. Quizás, el hecho de haber leído los tres tomos de “La historia del tango” de Horacio Ferrer, y descubrir esa bohemia juvenil que tenía el tango, me hizo interesar muchísimo por esa Buenos Aires que desconocía. En principio, comprendiendo una similitud con cierta vida rock que uno tenía. A partir de ahí, lo del bandoneón fue un resultado de leer. Me vino desde lo visual, desde las historias. Sabía que en el momento de componer música…quería tener es vínculo con Buenos Aires que es el lugar en el que nací y que me parece fascinante. Además el bandoneón es un instrumento portátil, que lo puedo llevar a cualquier lugar del mundo. Para mi, es esa idea de tener ese contacto con Buenos Aires, esté en el hemisferio en el que esté y cualquier circunstancia.
– ¿Cuando empezaste a tocar el bandoneón?
– En el 89. Ahí lo compré. Tuve un gran maestro que me tuvo una paciencia increíble, que se llamaba Carlos Lázzari, quien fue que me impulsó a estudiarlo más seriamente. Lo que pude aprender…creo que fui su peor alumno. Y también Yoneshori Yoneyama, que tocaba con Leopoldo Federico, me ayudó mucho en su momento. Compartió muchos momentos conmigo. Me daba las “Invenciones a dos voces” de Bach para estudiar. Tuve mucho contacto con el mundo del tango y de la noche por entonces, que es algo que agradezco mucho porque me hizo estimular más esa pasión dentro mio. Pero a la vez, como soy músico de rock y me gusta la música árabe y el jazz, al final, uno termina respondiendo a todos esos estímulos, y a la hora de grabar, te sale todo junto.
– Yendo a tu vieja época con Charly, ¿qué te dejó esa experiencia?
– No te puedo responder más que una obviedad. Estas son las preguntas más difíciles de responder…
– Y las que, seguramente, más veces habrás respondido….
– Y tiene que ver con eso…Simplemente, el hecho privilegiado de haber podido vivir un montón de cosas que tienen que ver con ese ímpetu que soñaba cuando era niño, cuando empezaba con el instrumento. La posibilidad de haberlo hecho y haber recorrido el mundo, siempre va a ser algo que va a quedar en tu corazón, de por vida. Como todo lo que uno ha vivido en distintas épocas. Hemos tocado en su cumpleaños por lo que desde octubre que no lo veo. Lo ví bien, en ese momento, que hicimos una especie de zapada, en la que estuvieron el Zorrito, El Negro, Hilda y Juanse. Pienso que está en el momento. Él ya hizo muchas cosas en su vida y puede tomarse un descanso ahora o volver de otra manera. No se. No estoy demasiado en contacto como para poder evaluar nada.
– ¿Y el Sexteto Irreal?.
– Es el grupo de hermanos que no tuve porque soy hijo único. Son las personas con las que sabés que vas a tocar hasta que dejen de arder las velas. Como que nos conocemos desde la adolescencia y hemos compartido un montón de proyectos. Son esas personas con las cuales enseguida te entendes apenas entrás en un estudio o una sala. Tuvimos la preciosa idea de hacer un disco con el cual quedamos muy contentos. Sino era un grupo tan irreal que no habría forma de expresarlo. Nos juntamos en el estudio y armamos todo. Fue una de las experiencias más lindas que viví el año pasado. Los muchachos son mis compañeros cercanos. No nos vamos a presentar por ahora porque Axel Kryegel está en Francia ahora. Supongo que en noviembre y diciembre vamos a presentar el disco y vamos a hacer algo. También estuve grabando con Melingo y Willy Crook, la música incidental del film “Verano maldito”, de Luis Ortega, que fue una gratísima experiencia y ahora estoy componiendo la música de “En Nueva York”, el primer film de Martín Piroyansky. Estoy muy contento de poder escribir música y poder plasmarla. La de Ortega es genial. Está basada en el cuento de Mishima, “Verano maldito” y está muy bien logrado. Es un gran cineasta y me parece que va a dar que hablar. Otra de las gratas experiencias fue el tocar con Pablo Dacal y también con Marcelo Esquiaga. Con Rosario Ortega hicimos unos shows el año pasado y vamos a seguir tocando. Estoy tratando de mantenerme en mucho contacto con el mundo musical. A la vez, también el hecho de vivir y hacer viajes en motocicleta por el país, que es algo que me tiene muy entusiasmado. Son experiencias muy enriquecedoras en las cuales conoces personajes de lo más variopinto, con la nobleza de la gente humilde. Conoces el impacto visceral con la naturaleza. La vegetación increíble, yendo de norte a sur, por el Litoral. Me parece maravillosa esa posibilidad de libertad, más allá de las cosas hermosas que ha vivido con la música, ese contacto directo. El viajar es lo más nutritivo y enriquecedor que uno puede vivir.
El Caleidoscopio agradece a Enrique Colombano por su participación en esta nota.