Con “Pezones mariposa”, de Bernardo Cappa, Lorenzo Quinteros, uno de los más grandes actores argentinos, da rienda suelta a una metáfora de olvidos y fracasos. Activo como pocos, dirigió otra obra, participó de una película y se hizo un lugarcito para hablar con ECDL de todas estas cuestiones.
– ¿Cómo surge la posibilidad de hacer “Pezones Mariposa”?
– Surge por la invitación de Bernardo Cappa que ya tenía esta idea de cuando él participaba del taller de Bartís. Tenía la idea, nada más, de desarrollar una dramaturgia a partir del buffet de un club que era atendido por un viejo jugador de futbol, muy empobrecido, en todo sentido. Entra en conflicto con la comisión directiva que lo quiere echar y él no se quiere ir del buffet, del cual está prendido como una garrapata. Hay un tercer personaje que es una especie de discípulo que él tiene, a quien quiere convertir en una estrella de fútbol. Todo esto es muy fantasioso. Tiene poco de realidad. Estos son los tres personajes que conforman la obra. Surgió todo de ahí, de la propuesta de Bernardo de llevar a cabo esto. Después empezamos a improvisar y de las improvisaciones, siempre con la vista de Bernardo, llevaron a esto que hoy es la obra.
– Surge por la invitación de Bernardo Cappa que ya tenía esta idea de cuando él participaba del taller de Bartís. Tenía la idea, nada más, de desarrollar una dramaturgia a partir del buffet de un club que era atendido por un viejo jugador de futbol, muy empobrecido, en todo sentido. Entra en conflicto con la comisión directiva que lo quiere echar y él no se quiere ir del buffet, del cual está prendido como una garrapata. Hay un tercer personaje que es una especie de discípulo que él tiene, a quien quiere convertir en una estrella de fútbol. Todo esto es muy fantasioso. Tiene poco de realidad. Estos son los tres personajes que conforman la obra. Surgió todo de ahí, de la propuesta de Bernardo de llevar a cabo esto. Después empezamos a improvisar y de las improvisaciones, siempre con la vista de Bernardo, llevaron a esto que hoy es la obra.
– En un momento, el personaje de Cesareo fue tomado como una metáfora de cierto personaje porteño…
– Toda lectura es válida. Creo que es más que la metáfora de un personaje porteño porque está al borde de la psicosis, de la locura. Es un personaje muy argentino, más que porteño, que llegó a tocar el cielo con las manos, con toda la gloria pero que después se derrumbó y finalmente, terminó siendo ignorado por todo el mundo. Es una metáfora de la caída, de la derrota, de un fracaso.
– ¿Nosotros tenemos la costumbre de devorar a nuestros ídolos? De ser una sociedad caníbal?
– No se, puede ser alguna parte. En todo caso es la dinámica de la relación de la sociedad con los ídolos. En el fútbol, se da mucho esto. Todo chico que empieza a jugar al futbol aspira a ser ídolo. Después, cuando es ídolo, se da cuenta como esa sociedad que lo puso en ese lugar, después se lo descuartiza. El ídolo es simbólico, es incondicional y si llega a fallar, la regla es que lo castiguen.
– ¿Cómo fue hacer a Cesareo?
– Me dejé llevar por la imagen que me creó Bernardo al principio y después le agregué muchas cosas mías, personales. Cesareo tiene muchas cosas de Bernardo y mías. Yo conocí a Alberto Morán de chico y lo cuento en la obra como si fuera Cesareo. La foto que está en el fondo del escenario es de mi padre cuando jugaba al fútbol y asi muchas cosas. Cesareo es…en este tipo de creaciones grupales, teniendo un buen guía dramatúrgico como Bernardo, uno debe siempre poner todo lo que ayuda a hacer crecer al personaje. Nada que lo despiste o que lo saque de lugar. En ese sentido, le agregué todo lo que pude que estaba a mi alcance.
-Mi padre jugaba al fútbol. Yo también lo intenté de chico. Él escuchaba todos los partidos por radio, en un pueblo muy chico de Córdoba, Monte Buey. Lo escuchábamos juntos en la radio y me metió en ese mundo. Nunca fui jugador de fútbol. Intenté serlo pero era muy maleta. También él me inculcó mucho el teatro y Buenos Aires particularmente. Escuchaba los partidos por radio pero cuando venía a Buenos Aires a comprar (era comerciante), no iba al fútbol sino al teatro. Me acuerdo me comentaba eso y era la ilusión de conocer Buenos Aires y el teatro en si.
Toco el timbre de la casa de Lorenzo. No me atiende. Miro a mi derecha, y lo veo caminando por la calle. Había salido un segundo, que coincidió con mi llegada. Subimos la escalera hasta llegar a su casa, en el segundo piso. Lorenzo habla, con esa voz tan particular con la que creó innumerables personajes. Desde esos ojos redondos y profundos, cuenta que esta un poco resfriado. “El cambio de clima me mató. Ayer no tenía nada”. Ya somos dos en la misma situación.
– ¿Y «El cielo en otros lugares», que la hizo hasta hace poco en el Centro Cultural de la Cooperación?
– Es una versión de Daniel Zavalla a partir de un cuento de Feliberto Hernández, un cuentista uruguayo al que considero muy valioso, le agregó fragmentos de otros cuentos de él y ahí fue cuando realicé la puesta en escena. Es una obra poética básicamente, muy encantadora como toda la literatura de Feliberto.
– Es de esas obras que uno puede cerrar los ojos e imaginarse todo como cuando uno era niño..
– Asi es…es eso. Además es un cuento que no fue hecho para teatro sino que fue adaptado y relatado casi integramente por Daniel Zavalla, junto con los dos actores que lo acompañan. Pero no está adaptado sino que se respeta la forma literaria. Hay una recreación de ese mundo a través de objetos y muñecos. La estamos llevando de gira por Uruguay en estos días.
– Estamos en el 2011 y pasaron diez años del 2001. Fue un quiebre para el teatro ese momento tan particular de la Argentina?
– (piensa). Creo que no. Fue un quiebre para la sociedad argentina y el teatro, como todas las artes, vivió ese quiebre. De alguna manera, lo tomó y lo incorporó a las imágenes. No se si fue un quiebre para el teatro pero fue tan fuerte el 2001….Personalmente me acuerdo de haberme impresionado mucho por las escenas que veía en la calle, donde se vió el nacimiento casi espontaneo de una nueva pobreza, nuevos mendigos. Esto me llevó a hacer una obra de Pinter que era “El cuidador”, que no podía dejar de leerla desde ese ángulo. De la miseria, de la catástrofe social.
– Se habla también de un teatro con cierto contenido político y otro más formalista…
– Siempre fue asi. No creo que sea de ahora. El teatro siempre fue asi y da para todo. No creo que haya que excluir a ningún teatro. Hay un teatro que es puro divertimento, frívolo incluso y pasatista al tiempo que hay otro teatro preocupado por las cuestiones políticas y sociales, como la condición humana –en la cual se encuentra la política-. Vale decir que intenta escarbar un poco en el ser humano y que no sea nada más que un pasatiempo o una diversión.
– ¿Cómo ve la crítica que se realizó a la militancia de los actores?
– No me parece mal que militen los actores. Son personas,¿no? Ja! Son ciudadanos también. Que a veces se utilice mal por los medios es otra historia pero que militen no me parece mal.
– Hubo muchas críticas a Florencia Peña o Andrea del Boca por esta nueva situación…
– Si. Ahí se mezclan esas dos cosas que te digo: ellas tienen todo el derecho del mundo a militar y los medios utilizan eso, ya sea para hablar a favor o en contra como si la militancia de un actor o un artista reconocido por otras cosas, sea indebida o produzca un desequilibrio en alguna zona sensible de la sociedad. Es una militancia más pero la gente las ve en la pantalla, diciendo cosas partidarias y no se termina de identificar pensando los personajes que habían hecho a través del tiempo. La gente igual tiene que digerir eso.
– ¿La gente no está acostumbrado a verlo…?
– Creo que está acostumbrada en un punto porque tenemos una larga historia en estas relaciones. Acordate que Eva Perón era actriz y Alvear tuvo una mujer que era actríz también. Siempre estuvieron ligados los actores y los literatos a ideas políticas y las han expresado. Por que no habrían de hacerlo?
– Lorenzo, ¿estuvo haciendo una película hace poquito?
– Se llama «Armonías del caos» y es una película muy particular, de cine independiente. El director se llama Mauro López. Muy particular porque –además de ser cine independiente aunque esto no la vuelva particular-, se filmó en una sola casa, una sola locación, en un PH de dos dormitorios. Los cuatro personajes están ahí adentro. Todo sucedía ahí adentro y ahí reside la particularidad de la película cosa que me parece un buen criterio para una ópera prima. A Mauro lo sentí muy sólido, muy seguro de lo que hacía. El hecho de que haya elegido una locación sola es como que le dio más seguridad. Se afirmó en lo que sabía hacer. La película, argumentalmente, es muy interesante porque es un reflejo muy claro de lo que sucede en la sociedad y los miedos que tenemos dentro de la misma a nivel de inseguridad. Mauro le dio un toque muy particular, no la hizo ni realista ni costumbrista. Entonces, le dio un corte, te diría arquetípico, por lo que los personajes son el color, el funcionamiento de una porción de la sociedad. No es un individuo aislado. Por eso digo que la película es potente y creo que va a salir bien. Yo siento las películas cuando las hago, si van a andar bien o no. Ojo, digo que va a andar bien como película. No se si va a andar bien con el público, porque es una película difícil, en blanco y negro, chica, de un director que es desconocido todavía pero con muchos valores artísticos.
– ¿Cuando sería el estreno de la película?
– Creo que todo este año lo va a ocupar Mauro en terminar la película y pasearla por Festivales. El año que viene se estrenaría por acá.
«Pezones mariposa». Camarín de las musas. Viernes, 23 hs y sábado, 20.30 hs.