Aguafuertes porteñas: Sexteto Irreal en Boris

En Buenos Aires pasan cosas. A veces uno se entera por circunstancias relacionadas a su actividad o simplemente porque la casualidad metió la cola. De esta manera y con esta impronta, se relatarán historias y hechos varios dignos de mención.
Sexteto Irreal en un lugar idem del jazz
Habíamos recibido una invitación para la presentación del segundo disco del Sexteto Irreal en Boris. Digamos que este combo musical trae a Christian Basso, Fernando Samalea, Alejandro Terán, Manuel Schaller y Axel Krygier.
Primero vamos a hablar de la música. El concierto empezó una hora más tarde pero valió la pena la espera. Con repertorio que va desde la electrónica, pasando por el trance, el jazz y algún guiño a la música balcánica, el Sexteto Irreal dio una clase de cómo tocar un instrumento, improvisar con el mismo y mantener una coordinación y frescura que no se empañan con el virtuosismo desarrollado.
 
La dupla Basso-Samalea en bajo y batería constituyeron una base infranqueable de versatilidad estilística para que jueguen Teran, Schaller y Krygier. Al respecto, Schaller se mantuvo impertérrito detrás de un theremín que le dio a la banda una apertura a otros universos sonoros. Para quienes desconocen que es un theremín, les dejo la definición de Wikipedia que es muy ilustrativa “Consiste en una caja con dos antenas. Se ejecuta acercando y alejando la mano de cada una de las antenas correspondientes, sin llegar a tocarlas. La antena derecha suele ser recta y en vertical, y sirve para controlar la frecuencia o tono: cuanto más cerca esté la mano derecha de la misma, más agudo será el sonido producido. La antena izquierda es horizontal y con forma de bucle, y sirve para controlar el volumen: cuanto más cerca de la misma esté la mano izquierda, más baja el volumen, y viceversa”. Schaller hacía mover su afro al tiempo que las manos se agitaban para ubicar la nota exacta a la canción interpretada. Por su parte, Terán se movió entre el violín y el saxo alto, dando pinceladas que enriquecían las diversas interpretaciones. Krygier, en cambio, era la cabeza del show haciendo las veces de nexo con el público y presentando varios temas pero con la voz distorisionada. Yendo y viendo entre un teclado, un piano y vientos que, junto al bronce de Teran, lograban melodías memorables.
A medida que pasaba el tiempo del show, la música atrapaba más y más con la creación de climas sonoros de alta intensidad que variaban con otros más introspectivos pero siempre con un dejo de vanguardismo y experimentación basada en la buena interpretación de los diversos instrumentos que se utilizasen.
Las influencias son muchas y hay que ver un poco lo que fueron los discos solistas de Samalea y Basso (“Primicia” y “La Pentalpha”, respectivamente –ambos presentados en este blog) para apreciar este nuevo paso que están dando a nivel musical. 
Dijimos que primero venía la música (excelente), ahora viene la de arena. El show se realizó en Boris Club de Jazz. Con una ornamentación y decoración bien de este siglo, de lo que menos tenía aspecto era de ser un “club de jazz”. Menos aún si antes de que suba la banda a tocar, se escuchaba R&B o soul. Ojo, está barbaro pero no digan que “jazz”. Uno podía entrar y decir que se podía escuchar tanto electrónica, pop u otro género menos jazz. Ni siquiera había un lugar fotos de músicos de jazz o un menú con nombres alegóricos al género, para que se lo identificase como tal. El hecho de que esté ubicado geográficamente en Palermo Hollywood no implica que la hibridación se apodere de un lugar que cuenta con un buen escenario y disposición de mesas. Porque no todo es lo mismo y no todo se puede tocar en cualquier lado por más voluntad que haya.

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