“Recursos inhumanos”: Un «héroe» contradictorio e imperfecto contra el capitalismo salvaje

Al día de hoy, vivimos en una sociedad que retoma una idea que sostenía Winston Churchill respecto a la democracia, “es el menos malo de los sistemas políticos que tenemos”. La aceptación respecto a lo que nos toca vivir bajo la amenaza que lo otro “es peor”.

De esta manera, bajo una ficticia excusa de vivir en libertad para ser útil a una sociedad que te cobija y te protege, se pasa de un paraíso “soñado” a una pesadilla de amplias dimensiones. Todo amparado por el tan mentado contrato social y las leyes que rigen la vida de los ciudadanos.

En este contexto del año 2020, Netflix presenta la serie “Recursos inhumanos” que nos ubica en Francia y relata la historia de Alain Delambre, un hombre de más 50 años que no tiene trabajo. Mejor dicho, tiene algunos empleos de baja remuneración con los cuales puede ganar unos euros para paliar la hipoteca de su casa, entre tantas deudas –las monetarias y de las otras…-.
Desde el primer momento, el cuadro de situación no es muy diferente a aquél que casi todos los que estamos en una edad útil para prestar un servicio a cambio de un salario, hemos vivido alguna vez. La edad conspira contra cualquier deseo de tener un empleo acorde al que supo tener alguna vez (encargado de Recursos Humanos de una empresa) y lo pone ante esa situación de enojo y rabia contenida, a la cual hay que sumarle sus propios miedos y prejuicios. El hombre como cabeza de una familia a la que educó junto con su esposa y ahora, en el horizonte, asoma el desempleo y ese enemigo invencible que es el paso del tiempo.
Es un tipo duro, de fuerte carácter que le podrá jugar en contra cuando le sea imposible detener el tren cuando se ha puesto en marcha. Siempre tiene la «razón» de su lado en tanto su concepción del mundo. Aqui es donde empiezan a surgir los interrogantes. «¿Cuantos Alain conoce uno en la vida?» o «¿Qué tan lejos está uno de serlo en pos de un trabajo?» (obviamente, con las salvedades de los casos).
Antes de continuar, no podemos olvidar que Alain Delambre es un francés blanco. Algo que no puede pasar desapercibido. No imaginemos lo que sería si fuese un ciudadano afroamericano o de origen argelino –por ejemplo-, en una situación similar en la búsqueda de trabajo. Antes de que critiquen este enfoque, pido no caer en una “inocencia” que rozaría otras cuestiones.

La serie llama a la reflexión y al diálogo de manera casi obligatoria. La búsqueda de trabajo, que es lo-que-debe-hacer-un-ciudadano-respetable-de-una-sociedad-moderna-y-occidental-, inicia el camino del “héroe solitario” que busca no sólo un empleo sino dignidad pero…no todo es tan lineal.
Veamos. La relación de los jefes con sus empleados en la que estos deben hacer todo lo que se les pide so pena de perder el empleo. Explotación y maltrato basado únicamente en la jerarquía de un puesto. ¿Qué hacer frente esta situación que vivió Delambre –y casi todos nosotros-? ¿Reaccionar o callar y seguir adelante?
El nivel de impunidad con el que se manejan aquellos que se encuentran en una posición hegemónica es tan relevante como perturbadora. Va más allá si es el jefe de una fábrica o un CEO de EXXYA, la empresa constructora de aeronaves. Desde el momento en que Delambre tiene “LA” oportunidad de conseguir empleo en EXXYA, en el marco de un juego de roles (toma de rehenes incluida –es interesante ver las características de quienes llevan a cabo este pedido…-) para ver cuál de los postulantes es leal a la empresa, el deseo de trabajo se convierte en esa zanahoria que persigue in aeternumbuena parte de los trabajadores. Algo que Alberto Olmedo retrató muy bien en su sketch, junto a Divina Gloria, en que buscaba el puesto de “subgerente”.
Aquí surge la más difícil pregunta para el espectador, “¿Qué estás dispuesto a hacer para conseguir un trabajo?».

Esta situación va más allá de Francia para extenderse a cualquier país donde se vende la fuerza de trabajo al mejor postor. A Delambre, el tener que ser testigo/cómplice del sometimiento de estos postulantes a situaciones por demás extremas, no importa. Cualquier linkeo con “El Experimento Milgram” y “El Método Grönholm” es válido y por demás exacto. Es la forma en que se deja de lado cualquier tipo de escrúpulos en pos del objetivo tanto por parte de la jerarquía como de los mismos trabajadores. El reflejo del despotismo de los jefes se refleja en el acatamiento de las órdenes que nunca serán cuestionadas.
 En este sentido, y apelando a la memoria de los lectores, cuando trabajaban en un callcenter o empleo en general ¿Cuántas veces se “plantaron” en pos de obtener alguna respuesta a algún mal trato? El sistema es tan perverso que te inocula varias mentiras, tal como que “hay que bancar todo” (aunque sea el maltrato y violencia de todo tipo), “si a la empresa le va bien, a mi me va bien” y “siempre hay trabajo para aquel que lo busca”, entre tantas otras.
¿Pero qué ocurre si, en esa manipulación consciente de los postulados cae una persona como Delambre, absolutamente enojado por un “mundo que lo hizo así y no puede cambiar”? Es más, retoma aquello que le decía Malone a Eliott Ness en “Los intocables”. “Si Capone saca un cuchillo, vos sacás un revolver; si te manda a alguien al hospital, vos lo mandas al cementerio”. ¿Está mal “usar” las mismas reglas de los poderosos para beneficio propio?
Volvemos a hacer la pregunta del millón: “¿Qué estás dispuesto a hacer para conseguir un trabajo?”

La serie es ponzoñosa no solo con respecto a su fuerte crítica a la sociedad actual, desbordada de capitalismo salvaje, sino que impacta en los espectadores en tanto su rol como “trabajador” en tanto aceptar o no esas reglas de juego. La metonimia que implica la cárcel con un lugar de trabajo, llamese fábrica, call center u oficina pública y privada es poderosa, Foucault de por medio. Las relaciones –de poder y/o interpersonales- que se establecen para sobrevivir en ese “ambiente”. El caldo de cultivo para la explotación, el canibalismo y la traición.
Tampoco dejamos de preguntar por las características particulares de quien lleva adelante esta quijotesca (o justiciera) aventura. El carácter de quien relata los acontecimientos siendo el protagonista de los mismos con algún dejo de autocrítica pero sin ninguna “inocencia” en los movimientos que realiza. Una combinación táctica, no exenta de estrategia, digna de Gary Kasparov en su mejor momento.
Pero…¿tendría el mismo impacto la serie y su temática si fuera el protagonista fuera «bueno, lindo, simpático y progre»?

La totalidad de los seis episodios se divide en dos partes bien definidas. Si bien hay algunas licencias respecto al guión en tanto las peripecias de Delambre, el planteo va más allá de la corrección y credibilidad del relato. Será en la segunda parte, en el marco del Poder Judicial,  se enfrenten dos posiciones bien definidas y contrarias. 

Mientras que una argumenta que “Hoy, los desempleados consideran tener derecho a usar la violencia. Extorsión, bloqueo, saqueos y amenazas”, poniendo como excusa el tan mentado “contrato social”, la respuesta viene por el lado de “los desempleados como víctimas de la sociedad” sosteniendo que “la tensión social llegó a niveles insostenibles” relacionando al trabajo en tanto vida y dignidad de la persona. La obediencia al contrato social trae la humillación y exclusión de una gran cantidad de desocupados.
Ahí es donde aparece este devenido «working class hero» gruñón, de armas tomar, con poco más de medio siglo en sus espaldas para sacudir -sin querer- los cimientos de una sociedad, como si fuera un Joker sin maquillaje que muestra las miserias de su tan mentado orden social en que los esclavos defienden a sus opresores, sin que la teoría del derrame nunca los beneficie.

Sobrevuela el soliloquio de Renton en “Trainsppoting” en tanto su relación con la sociedad consumista y la anomia de los individuos. “Elige la vida. Elige un empleo. Elige una carrera. Elige una familia. Elige un televisor grande de mierda. Elige lavadoras, coches, equipos de compact disc y abrelatas eléctricos. Elige la salud, colesterol bajo y seguro dental. Elige pagar hipotecas a interés fijo. Elige tu primera casa. Elige a tus amigos. Elige ropa deportiva y un bolso que haga juego. Elige pagar en cuotas un traje de marca en una maldita casa reconocida de ropa. Elige decorar tu propia casa mientras te preguntas que hacer un domingo del orto por la mañana. Elige sentarte en el sofá a ver concursos idiotas en la tele que embotan la mente y aplastan el espíritu mientras te llenas la boca de puta comida chatarra. Elige pudrirte al final de tu vida, cagándote y meándote en un asilo miserable siendo una carga para los pendejos que criaste para que reemplacen estando ellos mismos hechos mierda. Elige tu futuro. Elige la vida…”.
Repetimos una vez más la pregunta maléfica, con el fín de molestar y también, crear cierto sentido. “¿Qué estás dispuesto a hacer para conseguir un trabajo?”

Para quienes amamos el fútbol, ver a esa leyenda llamada Éric Cantona en el protagónico de la serie es un aliciente más para verla. Desarrolla con probada solvencia un personaje por demás polémico, que deja muchos interrogantes respecto a su persona (¿es una víctima? ¿un psicópata? ¿un cruzado o un egoísta manipulador?) al tiempo que continúa con una sólida carrera actoral. Suzanne Clement es otro de los puntos altos de la serie en su interpretación de Nicole, la sufrida esposa de Alain, junto con Alice de Lencquesaing (Lucie, la hija abogada de Delambre) y Gustave Kerbern (su amigo Charles)

Basada en una novela de Pierre Lemaitre (2010) que, al mismo tiempo, está inspirada en acontecimientos reales, “Recursos inhumanos” puede ser para muchos, una grata sorpresa en tanto la cantidad de preguntas que vomita sobre una sociedad egoístamente capitalista que solo sorprende a los que viven en una fantasía que va más allá de la ingenuidad. Para otros, será un entretenimiento con una buena combinación de suspenso y drama en un thriller que cuestiona al capitalismo desde la pantalla del mismo, llamada Netflix.
Sea cual sea la mirada, lo que no debe dejarse de hacer es charlar y debatir sobre nuestra sociedad y, por sobre todas las cosas, nuestro propio rol como individuos, como ladrillos de una pared que –espero- se empiece a caer muy pronto.

Ficha técnica

Título original: Dérapages. Dirección: Ziad Doueiri. Guion: Pierre Lemaitre y Perrine Margaine. Música: Éric Neveux. Fotografía: Tommaso Fiorilli. Con Eric Cantona, Suzanne Clément, Alex Lutz, Gustave Kervern, Alice de Lencquesaing, Louise Coldefy, Adama Niane, Aton, Soraya Garlenq, Carlos Chahine, Eurydice El-Etr, Cyril Couton, Nicolas Martinez, Xavier Robic, Clémence Bretécher, Aleksandra Yermak y Yann Collette. Productora: Mandarin Television y Arte France. Año: 2020. País: Francia. Género: Drama. Capítulos: 6. Duración: 52 min. Distribución: Netflix

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