Por Cecilia Inés Villarreal
Occidente mira con veneración los usos y costumbres del continente asiático y se suele idealizar una cultura tan amplia como la denominación que abarca. Asia contiene varios países y regiones en conflicto que tienen diversas etnias, religiones e historias sociopolíticas. Esta consabida distancia geográfica y cultural suele traducirse en una exotización de lo desconocido y una aprobación inmediata. Dicen que los opuestos se atraen pero muchas veces este mantra no se cumple. La traducción, interpretación y extrapolación de culturas ajenas a la nuestra no suele dar resultados genuinos. Películas como «Comer, rezar, amar» son un vivo ejemplo de lo afirmado.
En el caso de «Metok», de Martín Solá, se relata una historia tan sencilla como profunda. La protagonista es una mujer joven que está estudiando meditación y medicina en un templo budista situado en el norte de la India. Un dato a considerar es su origen: nació a 3600 metros de altura, en el Tíbet, región dominada por China desde hace varios años. El filme gira ante el retorno de Metok a su tierra natal, convocada por su madre, para asistir a una mujer de su pueblo que está a punto de dar a luz.
El viaje cuenta con varias aristas. Primero, el reencuentro con sus padres tras largos años de ausencia. Asimismo, su retorno es en el marco de una misión elevada, con la vocación de servicio de iniciar la travesía. No le importan las dificultades que, eventualmente, pudieran surgir en el camino. Su sacrificio habrá valido la pena porque ese es su dharma (propósito), de acuerdo a la filosofía budista.
Filmada en escenarios naturales, la película visibiliza un respeto palpable, dado que se le da la voz a los protagonistas. En cuanto a los espacios, los interiores son pequeños y cercanos, a diferencia de los exteriores que son amplios e intimidantes. La Naturaleza tiene esa dualidad, esa cara de Jano, con su belleza y cinismo. La majestuosidad del paisaje con unos planos generales ayudan a situar al espectador. Si bien los diálogos están sabiamente ubicados, se comprende perfectamente y tienen sustancia. Se crea entonces una ilusión de borramiento del autor y se coloca en primer plano al narrador. La velocidad del relato transmite la quietud y la mesura mientras que el recurso de la pantalla negra permite un descanso visual y una pausa.
Metok mira a cámara en un primer plano, amén de la angulación normal y la proximidad relativa que realzan la composición visual. Su voz es reflexiva y colmada de paz. La luz natural y los claroscuros complementan el carácter de los personajes. Se genera una atmósfera realista con un dramatismo que respira misterio. Una decisión muy acertada para no invadir espacios sagrados y preservar aquello que debe ser revelado a unos pocos elegidos (o a quienes deseen ofrendar su vida a la religión). Asimismo, las elipsis tienen su razón de ser en la dinámica narrativa. Tal como Rodolfo Walsh jugaba con el arte de los sobreentendidos, las alusiones y lo no dicho.
Los planos detalle con escasa profundidad de campo carecen de subtítulos en la escena de una ceremonia musical. El sonido es ambiente, salvo en esta ocasión. La elección es muy inteligente porque solamente se necesita contemplar y oír. De alguna manera, se retoma al «Sean O’Connell» de Sean Penn en La increíble vida de Walter Mitty, que afirma que «a veces me gusta estar en el momento, no disparar». En síntesis, la composición visual, el diseño lumínico y el sonido se articulan armoniosamente en un filme sereno
El director y escritor argentino Martín Solá completa con «Metok», su trilogía de pequeñas historias tras haber filmado Hamdan (2013) y La familia chechena (2015). Los tres filmes tienen un eje común: la religión y la política juegan un papel importante. Las palabras que condensan son lucha, fe y amor, respectivamente. «Metok» es esa intrépida monja que abre otro mundo, a miles de kilómetros de estas latitudes australes y nos cuenta su historia, tan reveladora como contundente.
Sábados 6, 13, 20 y 27 de abril. Malba Cine. Av. Figueroa Alcorta 3415. A las 18 h.
Ficha técnica
“Metok”. Con Metok Lhazey, Sonam Dolkyi, Tashi Phuntsok y Tsering Chodol. Director: Martín Solá. Guion: Martín Solá y Francisco Márquez. Fotografía y cámara: Gustavo Schiaffino. Edición: Lorena Moriconi y Martín Solá. Diseño sonoro: Jonathan Darch y Omar Mustafá. Coordinación de post producción: Alejandro Nantón. Casas productoras: Insomniafilms, Qoomoon & Divina Mania. Origen: Argentina, Italia y Tíbet. Duración: 61′ mins. Año: 2021.