Actriz, directora y dramaturga, es de las pocas que sube al escenario, propuestas que combinan un humor corrosivo y de fácil reconocimiento con fuertes cuestionamientos a las bases «impolutas» de la escuela, la familia y las relaciones de pareja. Tras el reestreno de la muy recomendable “Cartón pintado”, que pone la lupa en la amistad de tres amigas, Victoria Hladilo se toma su tiempo no solo para revisitar su obra sino para analizar el impacto de sus creaciones, el humor, el público y el paso del tiempo.
Fotos: Cecilia Inés Villarreal.
-Victoria, contame cómo surge “Cartón pintado”.
-Al igual que todas mis obras, surgió a partir de la dramaturgia y la escritura. Éramos la computadora y yo. De hecho, lo había escrito en uno de los talleres de la EMAD, donde me formé. Lo terminé, lo guardé y quedó ahí. Se lo pasé a Julieta Petrucchi, una de las actrices, para que me dé su mirada porque me daba la sensación que estaba abordando cierto feminismo desde el humor. Temía que pueda ser ofensivo para alguien. No lo veía de esa manera pero bueno… Me río mucho de la sociedad que somos y el mundo en que vivimos. También me estaba riendo de la mujer que soy hoy, tratando de aprender y entender, a vivir y maternar de otro modo. Julieta la leyó y coincidía con mi planteo pero la obra quedó ahí.
Llegó la pandemia y quería hacer algo con ella y con Mercedes (Quinteros). Ahí reapareció “Cartón pintado” que, justamente, eran tres amigas. La empezamos a ensayar virtualmente con el no-apuro que había en esa época. Primero era una vez al mes y cuando se empezó a abrir de a poco, fuimos y volvimos con encuentros tímidos y a distancia hasta que se paró todo de nuevo. Un bajón. Por suerte, después pudimos presentarla en un teatro.
Lo que realmente estuvo bueno fue el vínculo de amistad entre nosotras. Después se sumó Verónica Mc Coughlin –otra amiga-, con su mirada desde afuera. Fue esa amistad -de la que también habla la obra-, la que sostuvo el proyecto; caso contrario, se hubiera abandonado con el correr del tiempo.
-Ahora es un reestreno…
-Hicimos una temporada en NUN de marzo a junio. Ahora, en El Camarín de las Musas, hay una adaptación de la puesta, propia de la llegada a un nuevo espacio.
-¿Hubo algún retoque dramatúrgico?
– No aunque suelo tocar mis obras. Verónica (Mc Coughlin) se ríe porque no viene a todas las funciones y cuando lo hace, nota que hay cosas nuevas. Suelo mover cosas de función a función. Cuando empezamos a ensayarla, era muy realista. Un sótano, un local y las tres amigas pero vi que, con esa estética, le faltaba capas de sentido. Empezamos a jugar con el texto aprovechando la confianza que teníamos y que hay una red en la que una se puede tirar sin lastimarse. Buscamos otras variantes. Los ensayos eran una búsqueda desfachatada lo que fue abriendo muchas posibilidades. Terminó siendo la obra que es hoy, que no es nada realista…(risas)
-Hay un trabajo importante con el color en tanto las pelucas y el vestuario que se linkea con esa mujer estereotipada, la que se espera que sea…
-Tuve intuiciones a las que le di curso. La primera propuesta fue que si las tres amigas eran tan distintas, cada una tuviera su vestuario, como si estuvieran uniformadas. Después, tuve la sensación de que debíamos tener pelucas, para acercarnos al concepto de “muñeca” y “mujer armada”. De hecho, la primera imagen a partir de la cual empecé a escribir la obra fueron tres muñecas Barbie rotas de mi hija y un Ken. Era la foto que siempre estuvo dando vueltas. En algún momento, la abandonamos pero volvimos a esa idea porque la obra surge a partir de estas muñecas/mujeres que están desarmadas. Myriam, mi personaje, es el primero que se saca la peluca. Por texto, el personaje se sentía mal pero en un ensayo fui con la idea que “se descubre” y me la quité. Cuando aparecieron las pelucas, empezamos a extremar cada vez más esta idea y todo tiene más sentido. El vestuario lo hicimos nosotras pero fue a Celeste, la escenógrafa, que, con la llegada de los maniquíes, se le ocurrió la idea que esté todo arropado en la misma tela. El uniformar a lo otro que no fuera nosotras. Ahí le dije de tener nosotras esas mismas telas en tanto son tres amigas y mujeres pero también, autómatas como un maniquí y una máscara. Esto nos pasa a todos, no solo a las mujeres, en tanto el maquillaje que nos ponemos para salir al mundo. Además, en el marco de la amistad, te sacas la careta y te mostras tal cual sos. Es lo que quería contar desde otro lugar, que no sea el texto en sí. Me encanta lo textual y los diálogos pero buscaba otras capas de lectura. Hubo gente que me preguntó qué quiere decir tal cosa y no sé si tengo una respuesta… Me interesa que la obra despierte interrogantes…
-Justo te iba a preguntar que te decía la gente al terminar…
– Esperaba que fuera una comedia con la que la gente se ría pero me llamó la atención la reacción de un amigo que fue al estreno. No me dijo mucho y se fue. A los dos días me escribe: “Todavía estoy pensando en todo lo que dijiste en la obra”. Me sorprendió que todavía le seguían cayendo fichas. “Es una montaña rusa. Vas por acá, por allá”. La sensación es que la obra le entró al público por algún lado. Vas, la pasas bien y te abre un espacio de pensamiento. También está el que va a ver algo realista y me pregunta que quiere decir…
-El Indio Solari diría que las canciones no se explican…
– ¡Claro! Puedo contar como fue la búsqueda pero no creo que tenga una sola lectura. Una crítica me dijo que la repetición de movimientos tenía que ver con el modo en que las mujeres nos comunicamos. Nunca lo había pensado de esa manera pero está buena esa mirada. Es lo que pasa a partir de lo que se lee. Disfruto que se abran mundos que no se hayan pensado.
-¿Y Víctor, el muñeco-galán? La metáfora es fantástica y también nos hace reflexionar a los tipos, desde el lugar que se dice.
-Siempre estuvo en la obra, como maniquí, manteniendo una estética realista. Están las tres chicas y una de ellas se copa con él. En su momento, había un momento rupturista en tanto el maniquí hablaba. Belén (uno de las protagonistas) iba a ver a Victor y después contaba lo que había pasado. Me di cuenta que tenía que verse y estaba bueno que aparezca el muñeco. Al principio, hacía yo la voz pero tenía que aparecer un galán en escena, con una verba bien reconocible.
-De ahí, la participación de Mike Amigorena.
-Si, sí. Lo conozco porque vino a ver mis obras. Me animé a escribirle y lo terminó haciendo. La madre también la hace él porque se reforzaba la idea de que no se sabe que está pasando. Si es la imaginación, un sueño, un relato o una metaescena.
Punto de quiebre
-¿»Cartón Pintado» es una ruptura respecto de «La sala roja», «La culpa de nada» y «La casa de las palomas», tus tres obras anteriores?
– Si y no. Cuando escribí “La sala roja” ya tenía la idea de las dos siguientes. Las conformé como si fuera un capricho: van a tener seis personajes, con dos actos, y de una forma determinada. Al terminar con “La casa de las palomas” me dije “hasta acá, llegamos”. Es una ruptura en ese sentido. Esto no quita que no vaya a hacer más obras en ese sentido. De hecho, tengo dos escritas que pueden ser absolutamente naturalistas. Prefiero llamar a “Cartón pintado” como una “prueba”….
-¿Una prueba?
– Si, en el sentido de experimentar otras zonas del relato. Lo cierto es que no se si vuelvo a lo anterior o lo nuevo va a tener lenguajes conjugados. Todo es aprendizaje y terreno ganado pero “Cartón pintado” también tiene cosas de mis obras anteriores. No está tan en otra cosa por más que tenga aquél tipo de estética. Por ejemplo, no había pelucas…y si había, eran transparentes.
-Ya habías hablado de la familia, la escuela, la pareja. Ahora, es sobre la amistad que es diferente en tanto “institución”.
-Aquellos trabajos tenían mucho foco en lo vincular. Era lo-que-estaba-sucediendo en ese momento, en relación con la pareja, lo social del vínculo familiar o la institución escuelapero no estaba expuesto el pensamiento individual de los personajes. Lo podes ver a partir de la vinculación con el otro pero nadie lo decía frontalmente. Ahora, en “Cartón pintado”, por más que esté hablando de la amistad, cada una de las tres amigas expone muy claramente lo que está pensando. Todo en el espacio de la amistad. En las obras anteriores, los personajes hacen todo lo posible por sostener la compostura en esos vínculos.
-Hacen cada malabarismo al respecto…
-Exacto. En cambio, en “Cartón pintado” se entregan al devenir de la sinceridad, de lo que les está pasando. Hay un cuestionamiento de lo social, los mandatos, que es algo que me atraviesa. Aparece de otro modo pero está presente. Elegí este material para encarar otro tipo de búsqueda que, debo decir, me gusta y me dan ganas de integrarla a lo que siga haciendo. Retomo algunas cosas de las obras anteriores y voy soltando otras. Cada material va pidiendo lo propio.
-El humor sigue presente aunque quizás, aquí es más visible…
– Si. “La sala roja” es claramente una comedia. “La culpa de nada” también pero entra en una zona más espesa, volviéndose dura hacia el final. “La casa de las palomas” es más nostálgica y melancólica. Ahora la estamos haciendo en Timbre 4 y hay emoción en la gente. Me gusta mucho el humor, hacer reír y reírme de mí misma, a pesar de las adversidades. Ojo, tampoco hay que confundir humor con trivialidad o superficialidad. Como que, si te reís, es superficial. Me han acusado más de una vez de eso. Cada uno tiene su mirada y se respeta pero el humor puede ser muy profundo e interpelar algunas cuestiones que, si no es de esa manera, no sé si se podría contar.
Seriedad y barbarie
-Me parece que cierto teatro se está poniéndose “serio” y muy “políticamente correcto”. ¿Coincidís al respecto?
– ¡Je! A ver…Creo que sigue habiendo un teatro interesante, que interpela y te muerde. El que te llevas algo después que termine la función. Me ha pasado con ciertos espacios de la teatralidad, en los que no importa lo que se haga pero están bien valorados. No sé si es una tendencia que esté sucediendo ahora pero espero que sigan surgiendo las expresiones genuinas, que es donde el teatro de Buenos Aires se destaca. No me gusta la solemnidad. Me aburre.
– Me estás tirando el título de la nota: “Me aburre la solemnidad”…
– …no me gusta eso. No soy super intelectual…
-Se lo confunde con lo solemne, lo serio y lo amargo, lo cual termina siendo contraproducente.
– Está bueno que el teatro esté vivo en tanto se repregunte que contar, que espacios hay para abrir.
-Hay muchas obras que son “anécdotas largas”. Nada que ver con “La culpa de nada” que era un palazo a la concepción de pareja….
– Se fueron muchos ofendidos de las funciones. No es que se levantaron en el medio de la obra sino que me lo dijeron después. Era muy ácida. Las parejas se presentaban de manera muy identificable, estableciéndose cierta relación con una clase media porteña de algunos saberes culturales, muy parecidos al de los que van al teatro. A medida que se desarrollaba la obra y el “este me hace acordar a tal persona…” , aparecían algunas cuestiones bastante serias. Me pasó de ver caras largas cuando terminó la obra o que me dijeran “estuvimos hablando toda la noche”.
– “Me separé” … (risas)
– No sé si tanto pero algo hubo.
– Entre tanta sensibilidad y corrección política, está bueno que aparezca ese torbellino
– La vida es tan compleja y pasan tantas cosas que entiendo que te guste a ver una anécdota “amable”. Yo no lo soy ni tampoco mis obras. Quizás lo sea “La sala roja” pero en algún punto, son todas descarnadas. Uno se pregunta «¿quién es así?», «¿soy yo así?»; el problema es la respuesta. Con “La casa de las palomas”, que es de adultos mayores, también pasa. “¿Cómo vas a hablar de esto?”. No es un cuentito que es divertido, amoroso, con mucha bondad y después terminó. Todos somos buenos y tenemos zonas oscuras. A las chicas de “Cartón pintado”, les pasa eso. De ahí que “La casa de las palomas” sucede en la cocina de una fiesta. Ves la mugre de lo que ocurre y no lo lindo de la fiesta.
-En “La casa roja”, están los niños de por medio, en “La casa de las palomas” está el adulto mayor. En la «La culpa de nada», no tenés nada. Es tu par. Sos vos, tu amigo/a, hermano/a, etc.
– Quizás sea la más cruel desde ese lugar que estás diciendo. Gira en torno a lo vos elegiste. No son los que te tocaron, como tu papá y tu mamá. ¡Hasta tu hijo te tocó! (risas). En «La culpa de nada» es el vínculo -en este caso, la pareja- que elegís y cuando no funcionan más, lo seguís sosteniendo. La obra te lleva a pensar por qué soportas algo que no va de ninguna manera. También está jugando con “la máscara” porque el aguantar tiene que ver con el armado que espera la sociedad respecto a la pareja, los chicos, etc. Es para el «afuera» y puertas adentro, está todo mal.
-Me sorprendiste con que la gente se iba enojada….
-No se iban en medio de la función pero me lo decían. Cambió mucho todo en estos años. La estrenamos en el 2016 pero la había escrito entre el 2014 y 2015. Era hablar y mostrar esos micromachismos en el trato cotidiano. Todavía no estaba considerado como “violencia de género”. No estaba puesto sobre el tapete esto sino que funcionamos-así-como-pareja. La obra deja expuesto ese funcionamiento. Cuando estrenamos, empezaba la efervescencia por este tema. Un espectador dijo “La autora no termina de decir que está bien o que está mal” ¡Como si yo tuviese que hacerlo! (risas). De hecho, la vida sigue para los personajes. “¿Vamos al cumple? Ok, me cambio y nos vamos”. Entonces te preguntas, con todo lo que pasó, ¿siguen?. Si, todos seguimos. En ese sentido, es un reflejo, un espejo. Tu pareja muestra cosas tuyas que no te gustan. Algo similar ocurre con las obras. Esta bueno que te lleves una pregunta o una idea.
-Con esa incomodidad que genera, la obra ya logró su cometido.
– Si, pero tampoco es que me propongo ese objetivo. Es sobre lo que voy a hablar y tengo algo que decir al respecto. Entiendo que haya gente a la que le va a interesar y otra que no se va a hacer cargo.
-Recién dijiste algo sobre “Cartón pintado” en relación con el humor y el feminismo. ¿Es una obra feminista?
-Creo que sí. Habla del feminismo desde el humor. Es una comedia y es feminista porque está, de algún modo, la voz de las mujeres y del lugar en el que estamos así como de las dificultades que tenemos, en esta generación. Lo que pasa con las chicas adolescentes está en otro lugar –que festejo-, que no es el mío ni el de mi madre, por ejemplo. Hablo de esta generación. Está bueno lo que está pasando al tiempo que nos encontramos con las huellas anteriores. Toma la pregunta de decir “Bueno, ¿en qué estamos las chicas ahora?”. Tampoco es que todas sabemos cómo son las cosas. Los varones también están aprendiendo como son las nuevas masculinidades. A mi hijo adolescente también le pasa. Es diferente a lo que pasa respecto a cuando yo era adolescente. En ocasiones, como mamá, me quedo corta con lo que puedo ayudar, abrazar, comprender. Hago todo mi intento al respecto. A nosotras nos sigue interesando invitar a quienes están pensando el feminismo para que vean la obra desde esa perspectiva. De hecho vinieron desde MU La Vaca y Feminacida y dicen que tiene que ver con el momento que estamos transitando.
Presente y futuro
-¿Cómo fue la vuelta al teatro después de la pandemia?
-Fue un acto de fe en el sentido de decir “Vamos a volver a ensayar” pero no sabemos si alguien va a venir. ¿Cómo hacemos? Después fue amable. Lo primero que hicimos fue “La casa de las palomas” en el Festival de Rafaela. Después fue una reconquista del espacio. Está pasando y está circulando mucho más. El año pasado, costó mucho. La gente iba a los restaurantes, pero no al teatro. Inclusive a principios de este año, costaba. Hoy ya no está tanto el temor. También hay que retomar el hábito.
-Charlando con Marcelo Savignone, notamos que cambiaron los horarios para ir al teatro…
-¡Se adelantaron! ¡Es cierto esto! De hecho, una persona que conozco me contó que le ofrecieron hacer funciones viernes 23.15 y no quiso. “Ni yo salgo a esa hora”. Es más, reestrenamos “Cartón pintado” los sábados a las 22.30 hs y era medio tarde. Cuando salíamos, estaba todo cerrado. Costaba un poco. Paralelamente, “Las palomas” estaba a las 18 hs, y le iba bien.
Por otra parte, el público que va al teatro, no es tan joven. Ahora está mutando pero me refiero a gente que no es “del palo”.
-Cuando estas en escena, ¿qué sentís cuando suena un celular o el papel de un caramelo?
– ¡Qué decir…! Creo que, como sociedad, estamos super tomados por esa máquina que es el celular y no podemos dejar de ver esa pantalla. Hay una cuestión de desapego en tanto no poder apagarlo ni cinco minutos. También depende la obra. “Cartón pintado” es muy activa, en la que todo el tiempo está pasando algo. Por eso, siento que tengo la capacidad para que, si algo ocurre, pueda decir algo. Todo el tiempo me hago esa pregunta y me doy ese permiso. “Una más y lo freno yo”. En cambio, “La casa de las palomas” tiene un clima, un ambiente que se tiene que generar con algunas canciones y ciertas situaciones. Me da un poco de pena porque atenta contra lo que se arma en el escenario.
-¿Próximos planes?
-Seguimos con “Cartón pintado” y “La casa de las palomas” en Timbre 4, los domingos a las 18 hs, hasta el 9 de octubre. Con “La sala roja” siempre fue y vino. El año pasado casi la reestrenamos pero hace rato que no la hacemos. Siempre estamos a punto de volver. Ya veremos. Si fuera por mí, la reestrenaría el fin de semana que viene. Me encanta hacerla.
-¿Y “La culpa de nadie”?
– (Risas) Salvo que algún día haga un ciclo, por ahora, no creo. Estamos con ganas de hacer una peli sobre “La culpa…”. De hecho, filmamos una versión del guion con Marco Berger, con la adaptación correspondiente. Estamos coqueteando con esa idea…
-Te dan un formulario y te piden “ocupación”. ¿Qué ponés?
– ¡Me mataste! Nunca sé que poner. A veces pongo “artista” pero hoy en día pongo “dramaturga y directora”.
-Si no eras “dramaturga y directora”, ¿qué hubiera sido de tu vida?
– Supongo que algo en relación al yoga y las terapias corporales. Hago yoga ashtanga, doy clases y tengo una formación paralela. Lo que pasa es que el encuentro con la escritura desde muy chica fue muy fuerte. Es un espacio de mucho placer y también de problemas. Todo está ahí. Encontré ahí un espacio que me sostiene viva. Lo mismo que el ensayo y las funciones. Muchas veces nos preguntamos por qué seguimos haciendo teatro y me parece que tiene que ver con lo que pasa con el vivo y el encuentro con el público. Por eso, me gusta la risa, en tanto intercambio con el público. Hablo y me responden. Un feedback constante. Y si no lo hay…¡también! (risas)
-Si por la puerta entrase la Victoria que recién entraba a la facultad, ¿qué le dirías? ¿Algún consejo o recomendación?
– Le diría que estudie lo que realmente desea y que confíe en su pasión y deseo. De hecho, tardé en eso. Si bien hacía teatro, actuaba y era asistente de dirección de Julio Chavez, el estudiar la carrera fue a los 23 años. Recién ahí, me di el permiso para poder dedicarme a esto. Para mí, está bueno animarse a tener cerca esos espacios que te hacen sentir vivo. Es el sentido de la vida, tal como diría Miryam, mi personaje en “Cartón pintado”.
“Cartón pintado”. Camarín de las Musas. Mario Bravo 960. Viernes, 20.30 h.
“La casa de las palomas”. Timbre 4. México 3554 / Boedo 640. Domingo, 18 h.